«Madrijo», de Mariano Saba, estampa social de la Argentina de los ’90

Ana Alvarado y Mónica Driollet comparten la dirección de esta pieza situada en Pipinas, que pone en primer plano el simbiótico vínculo entre una madre y un hijo. Los rodean perros abandonados y fantasmas, mientras una fábrica cae en decadencia.
Tras cuatro temporadas en salas del conurbano -y funciones en La Plata y Mar del Plata-, Madrijo (toda la tristeza del mundo), obra de Mariano Saba con dirección de Ana Alvarado y Mónica Driollet, se puede ver a la gorra en Espacio Cultural La Fragua, Rivadavia 4127, CABA (domingos de abril a las 18). La pieza aborda el vínculo entre una madre (Driollet) y su hijo (Bruno Mux). El acompaña la toma de una fábrica que otrora fue el pulmón de su pueblo; su madre aparece como obstáculo y, al tiempo, acicate de su proyecto. «Esta historia sucede en Pipinas, un poblado del conurbano bonaerense, en una provincia
entramada por ferrocarriles y fábricas. Se presenta en agonía, en los años ’90 que arrasaron, mientras
los contubernios facilitaban la venta de fábricas a precio vil, y como consecuencia: despedidos,
chimeneas apagadas, el trabajo como un valor hereditario ahogado.
Pipinas, como alegoría de tierra arrasada, y sus habitantes sin escapatoria de esa realidad,
obligadxs a emigrar hacia otros parajes que lxs alberguen», escribió Driollet, quien definió a la obra como «una estampa social de la Argentina de esos años», en la que, entre el realismo, el esperpento y lo fantástico -y destellos de ironía- importa tanto lo que está a la vista como lo que subyace.