Xavier Lasso: «Luisa González logró el respaldo de todas las izquierdas en Ecuador»

Xavier Lasso es cientista social ecuatoriano y fue electo asambleísta nacional por Revolución Ciudadana, el partido que, con Luisa González a la cabeza, disputará el próximo domingo la presidencia en segunda vuelta frente al actual mandatario, Daniel Noboa. También es hermano del expresidente Guillermo Lasso, aunque sus visiones ideológicas son diametralmente opuestas, y es un apasionado por los libros. De visita en Buenos Aires, dialogó con Página/12, donde cuestionó la venta de empresas públicas por parte de Noboa y presencia de la empresa de seguridad privada estadounidense Blackwater en operativos contra el crimen en tierras ecuatorianas. Además, habló de las expectativas del correísmo tras haber sumado el respaldo de distintos partidos y movimientos.
– ¿Cuáles son sus sensaciones de cara a la segunda vuelta?
– Luisa González logró por fin el respaldo de las izquierdas en Ecuador, comenzando por la CONAIE, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador, que tiene un brazo político que se llama Pachakutik. La semana anterior, en un pueblo llamado Tixán, se produjo la ceremonia de adhesión de Pachakutik y la CONAIE. Dieron el respaldo a Luisa, y también estuvieron presentes el Partido Socialista y otros movimientos políticos. Leonidas Iza, el presidente de la CONAIE, fue candidato a presidente de la República y obtuvo un importante número de votos: fue el tercero, con el cinco por ciento. Sabemos que ese porcentaje no se traslada automáticamente, pero también hubo otros movimientos de izquierda progresista. Entonces, a nosotros nos da la impresión de que Noboa ya alcanzó su techo: como Luisa, él también sacó el 44 por ciento en la primera vuelta, pero ahora es él quien mira para atrás y no tiene de dónde extraer, de dónde sacar jugo. Nos abre una enorme esperanza —en el sentido de Baruch Spinoza, el filósofo del siglo XVII—: la esperanza no es una actitud optimista, boba, tonta, porque el optimista simplemente apela a su buena suerte. No, no: la esperanza se la trabaja con tenacidad. Entonces estamos esperanzados, porque hemos trabajado muy fuerte para llegar hasta acá.
– ¿Qué piensa de la política de venta de empresas públicas de Noboa?
– No tiene otra visión del mundo. Ecuador es un país productor marginal de petróleo en el contexto planetario. Nuestra producción es marginal, pero el petróleo hoy aporta aproximadamente el nueve por ciento del Producto Bruto Interno del país. Tenemos campos petroleros en el área de la Amazonía ecuatoriana: el campo Sacha, por ejemplo. Este señor, a dedo, sin concurso, sin nada, se lo quiso entregar a una empresa extranjera. La sociedad ecuatoriana se movilizó. Dirigentes, trabajadores petroleros con conciencia nacional, abogados, se movilizaron, y se paró eso. Se demostró que no era conveniente, porque este señor, en plena campaña, recibió de esta empresa una oferta de 1.500 millones de dólares de anticipo por el campo Sacha. Pero el campo Sacha produce como 1.500 millones de dólares anuales, y se lo iba a entregar por no sé cuántos años. O sea, un negociado… Pero la sociedad se movilizó y eso se paralizó, aunque no está claro si ya derogó el decreto en el que establecía la adjudicación autoritariamente, a dedo, sin concurso, sin garantías, a esta empresa. Todo esto desvela la tendencia de este gobierno, como en Argentina, en la época de Menem, que yo recuerdo perfectamente bien, que empezó a vender todas las empresas públicas argentinas. Esto es terrible, porque es pan para hoy y hambre para mañana. Te deshaces de tus activos y ¿qué tenés mañana? Cuando los inversionistas privados piden ayuda son incentivos a la producción, cuando tenés que apoyar a los sectores pobres, entonces son subsidios. Son enemigos de los subsidios, para ellos son improductivos, una carga. Pero cuando ellos los reciben, son incentivos, porque «hay que incentivar la producción generadora de trabajo, de riqueza». Entonces yo no veo otra cosa que debilitamiento del sector público con este gobierno, privatizaciones, cero inversión social, decrecimiento del empleo, porque la inversión social es altamente generadora de empleo.
– ¿Qué impresión le ha dejado la reciente participación de Blackwater en los operativos contra el crimen en Ecuador?
– La peor impresión, la indignación más grande, porque esta es una empresa, digámoslo claramente, de mercenarios. Su fundador, Erik Prince, ha sido denunciado en muchas partes de este planeta. Y un mercenario no viene por amor a la camiseta, viene por plata. Es una cachetada a las propias Fuerzas Armadas ecuatorianas, a la Policía Nacional: «Ustedes no pueden con la delincuencia organizada y tenemos que traer un gringo mercenario a que ponga orden acá». Primero, eso lo prohíbe la Constitución ecuatoriana. No podés entregar esas funciones a un extranjero y lo están haciendo para impresionar a la sociedad ecuatoriana y decir: «Miren, estamos trayendo a un Rambo». Este señor Prince también llegó a la oposición venezolana a ofrecerles un trabajo que le iba a dar muy duro al presidente de Venezuela, a Maduro. No pasó nada, los estafó. Y luego la hoja de vida que tiene en países árabes… Es terrible el comportamiento de esta empresa de mercenarios. En Ecuador, está al mando de los operativos, ordenándole a los militares y policías ecuatorianos. Una intromisión que afecta a la soberanía y que destruye unas nociones de dignidad. El ministro de defensa (Giancarlo Loffredo) va a tener que explicarnos por qué ha traído a una empresa de mercenarios al Ecuador. Va a tener que responder por eso. Cuando gane Luisa, estarán dadas las condiciones para exigir respuestas. No hay que dejar impunes estas cosas.
– Usted es hermano del expresidente Guillermo Lasso, ¿cómo se da ese vínculo?
– Comparto con él la misma matriz biológica, pero nuestras ideologías son antípodas, estamos en veredas absolutamente contrarias. No desprecio a mi hermano, no nos agredimos, no nos condenamos. El respeto que le tengo a él en el fondo del alma es un respeto a mi padre y a mi madre. Por eso no voy a decir cosas contra él, groseras, ofensivas, descalificadoras, pero desde el punto de vista político e ideológico, estoy molesto con él. Tengo ya como 18 años sin hablar con él. Nunca nos agredimos, nunca nos insultamos, pero simplemente un día me dijo que no me quería ver más.
– ¿Cómo se prepara usted, en estos días, para cumplir su rol como asambleísta?
– Siempre digo, de manera un poco metafórica, que todavía no he salido a comprar el traje de asambleísta. Para mí la clave es lo que pase el 13 de abril. Todavía estoy con una suerte de overol, trabajando con la gente, porque si la votación va a ser tan apretada como se dice, cada voto cuenta. No pienso ser asambleísta para enriquecer mi hoja de vida, para hacer que mis nietos se sientan orgullosos. No, no tiene sentido, eso no es política. La política es una cosa muchísimo más importante y tenemos que seguir hablando con los jóvenes para que se involucren en la política, porque esa es otra trampa que nos han tendido: hablar pésimo de la política, ponerla en el peor nivel para que los jóvenes sobre todo le tengan asco. La política es clave para cualquier sociedad.