A medida que avanza la campaña electoral se instala la percepción de que Sergio Massa no cumplirá prácticamente ninguna de las metas renegociadas a fines de julio con el Fondo Monetario Internacional: el Banco Central no mejoró su posición de reservas, el flujo de dólares sigue siendo deficitario, se pone en suspenso el recorte de subsidios, se resignan ingresos impositivos en el marco de un plan para incentivar al consumo y la inflación acaba de anotar un nuevo récord en 32 años.
Tras el anuncio de la virtual eximición del impuesto a las Ganancias para los trabajadores de cargos no jerárquicos, hasta desde el kirchnerismo duro hubo elogios hacia el ministro-candidato por la actitud de haber mostrado una abierta rebeldía hacia los postulados fiscalistas del Fondo. Fue así que, por caso, el ex vicepresidente Amado Boudou elogió la decisión de Massa porque suponía hacer un uso correcto de los recursos escasos y vulnerar deliberadamente la receta de austeridad fiscal.
No se escuchaban semejantes elogios desde el universo K hacia desde abril pasado, cuando Cristina Kirchner elogió la decisión del ministro de echar mano a las reservas para pulsear con el mercado y ponerle así un freno a la escapada del dólar blue.
Es por eso que una de los interrogantes que se instalan en el mercado es qué hará el FMI después de la primera vuelta electoral del 23 de octubre, cuando llegue el momento de efectuar el segundo desembolso de ayuda, esta vez por u$s3.300 millones, que el país necesita, entre otras cosas, para saldar vencimientos de deuda por u$s600 millones en noviembre y por u$s900 en diciembre.
Y entre los expertos de diversas tendencias empieza a consolidarse la visión de que el FMI no solamente no «castigará» al Gobierno por los gestos populistas de Massa en el final de campaña sino que, más bien al contrario, hasta podría suavizar algunas posturas previas. Por ejemplo, la de la exigencia de la devaluación post electoral.
La devaluación menos exitosa
El motivo para esa creencia es claro: la devaluación ocurrida tras las PASO resultó un fracaso, al punto que es considerada ya una de las menos exitosas de la historia. El objetivo de toda devaluación es que sólo se mueva el precio del tipo de cambio pero no el del resto de los bienes, de manera de que la economía gane competitividad.
Y, con la inflación transcurrida desde el lunes 14 de agosto, se estima que esa ganancia de competitividad ya se habrá licuado por completo cuando se tenga que votar en la primera vuelta de octubre.
Es decir, los precios sólo tardarán dos meses en alcanzar al dólar. Como referencia de comparación, la devaluación de 2014, en los tiempos en que Axel Kicillof era ministro de economía, tardó 11 meses de diluir por completo la ganancia de competitividad.
El contagio a precios se completará en dos meses, lo que hace a la última devaluación una de las menos exitosas de la historia
Peor aun, ni siquiera se produjo el efecto para el que supuestamente se realizó la devaluación, el de un aumento en la liquidación de la exportación agrícola, al punto que hubo que implementar un programa incentivo adicional para los productores sojeros.
«Una devaluación sin plan, sin comunicación, donde el pasaje a precios (que lamentablemente fue digno de ser mencionado en futuros libros de economía tanto por su velocidad como identidad), no produjo beneficio alguno, sino que trajo consigo una merma en liquidaciones abrumadora», sostuvo Salvador Vitelli, analista de Romano Group.
En tanto, Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, advierte que aunque el Banco Central pudo volver a comprar divisas desde el lunes 14 de agosto, ese ingreso queda prácticamente anulado por la necesidad de intervenciones vendedores en el mercado del dólar MEP.
Y destaca, además, la merma en las divisas disponibles para pagar importaciones. Su estimación es que la deuda comercial con los importadores se habría incrementado, sólo en agosto, en u$s2.700 millones, con lo cual la deuda acumulada del año ya supera los u$s10.000 millones.
Para la consultora LCG, aun cuando Massa incumpla las metas, luce improbable que el FMI vuelva a presionar por otro salto cambiario. «No creemos que el organismo vuelva a penalizar al Gobierno exigiendo una nueva devaluación. La aislada corrección del tipo de cambio forzada en agosto puso en evidencia que por sí sola, esta medida tiene más costos que beneficios», indicó la consultora dirigida por Guido Lorenzo.
La propuesta de «congelar todo»
Pero claro, más allá de si el FMI cambiará o no su actitud, está la duda sobre cómo reaccionará el mercado tras el resultado electoral, y ya todos los agentes económicos interpretaron que, luego de los dos meses de tipo de cambio congelado en $350 tendrá que sobrevenir una corrección. Ese es el tema que los analistas intentan desentrañar en este momento. ¿Será necesariamente esa corrección igual a la inflación acumulada durante el período -es decir, cercana al 20%- o habrá margen para volver a utilizar al dólar como ancla de los precios?
El análisis de LCG insinúa que habrá presión del mercado para recuperar el nivel de competitividad del momento inmediatamente posterior a las PASO.
Para Emmanuel Álvarez Agis, el Gobierno debería tratar de congelar las principales variables tras la elección de octubre
Pero hay otras opiniones en el sentido de que se podría intentar un freno al tipo de cambio, de manera de cortar la carrera nominal de dólar, precios y tasas de interés. Entre ellos figura Emmanuel Álvarez Agis, uno de los economistas del espacio peronista más escuchados por los inversores. En una reciente conferencia organizada por el fondo de inversión Mega QM, no dudó en calificar la devaluación del 14 de agosto como «una macana enorme».
«Hicimos una devaluación mal hecha, porque no pudimos comprar reservas, la brecha nos quedó más alta, tuvimos que poner un dólar soja y encima metimos la inflación en dos dígitos mensual», sostuvo el analista que en algún momento sonó como eventual ministeriable.
La propuesta de Alvarez Agis para evitar «un desborde» entre la elección de octubre y la asunción del nuevo gobierno es drástica: congelar todo, empezando por el tipo de cambio. «Hoy tenemos la economía absolutamente desanclada, y no tenemos la posibilidad de anclarla si no sabemos si va a ganar la propuesta de la dolarización, del bimonetarismo, la salida rápida del cepo, un desdoblamiento, etcétera. Y entonces, volver a tocar el dólar ahora es hacerle cosquillas al monstruo».
Desde ese punto de vista, el mayor peligro es la espiralización de precios, que está llevando a que en las negociaciones paritarias ya no se reclame ajustes salariales por la inflación pasada sino por la futura. Lo explica con esta argumentación: «Eso es muy poco sano, porque estoy convalidando un escenario en que si hoy la inflación fue 11%, todos los meses que vienen va a ser 11%. Y cuando empiezo así, la cosa se desborda. Porque si yo convalido salarios al 11% y después devalúo al 11%, estoy reconfirmando que vamos al 11. Es lo que hay que evitar».
¿Transición calma o caótica?
Lo cierto es que, hasta ahora, la mayoría de los analistas creen que algún salto cambiario será inevitable, aun cuando el FMI no lo exija. La magnitud de la devaluación tendrá componentes económicos y políticos.
Entre los primeros, figura el resultado del programa de incentivo para la exportación de soja. La expectativa de Massa es sumar unos u$s2.000 millones, una cifra que las entidades rurales creen posible. Pero, aun así, los economistas dudan sobre si será suficiente como para reducir la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo.
Las coberturas en el mercado de futuros están previendo un nuevo salto devaluatorio para el lunes post electoral
A juzgar por las coberturas en el mercado de futuros, habrá a fines de octubre un dólar un 17% más caro que el actual, lo que implica una moderación respecto de las expectativas iniciales, que marcaban un 24%. Pero claro, se trata de expectativas que cambian casi a diario, y noticias como la pérdida de un ingreso fiscal -como el de Ganancias- ya genera una expectativa de mayor inflación. De hecho, el dólar blue saltó 13 pesos luego de conocerse esa noticia.
Aun así, hay quienes creen que, al menos hasta la elección de octubre, Massa podrá soportar la presión cambiaria. Y que, en parte, ello ocurrirá por las propias empresas que están vendiendo sus tenencias de dólares para afrontar obligaciones.
«Las empresas están con altos stocks, pocas ventas, altos gastos de estructura, con lo cual se vienen ofertas, toman financiamiento o meten mano al canuto de dólares. La última es la más probable de las tres opciones. Por lo que se nota en el mercado están cambiando dólares para financiar el bache de ingresos y egresos», describió en un reporte el influyente analista Salvador Di Stefano.
Después están, naturalmente, los factores políticos que tienen su reflejo directo en el tipo de cambio: el resultado electoral de la primera vuelta podrá dejar mayores certezas sobre cuál de las propuestas económicas será la que se ponga en marcha a partir del 10 de diciembre.
Y, mientras el mercado se adelanta a lo que supone que ocurrirá con el cambio de gobierno, el FMI empezará a negociar con el candidato ganador. De esas primeras señales dependerá, sobre todo, si el panorama cambiario de la transición se produce en relativa calma o si, como temen muchos, la situación cae en el descontrol.