Jacques Schoonjans, el periodista que era “tropa propia”
Los documentos que confirman la complicidad de sectores de la prensa internacional con la dictadura cívico militar de la Argentina
“Lo que ustedes llaman aciertos son errores,
los que reconocen como errores son crímenes
y lo que omiten son calamidades”.
Rodolfo Walsh, 24 de marzo de 1977
La burocracia del terrorismo de Estado dejó impresas las huellas de sus atrocidades. En este caso, Télam presenta ocho carpetas con información nunca antes develada que exponen una de las obsesiones del régimen criminal que tomó el poder el 24 de marzo de 1976: su intento por contrarrestar en el plano internacional lo que la Junta militar definió como una campaña “antiargentina” que fue, en verdad, una sucesión de denuncias en el país pero, sobre todo, en el exterior por las torturas y desapariciones de miles de personas en los campos de extermino que la dictadura desplegó a lo largo de la Argentina.
La dictadura diseñó una acción de contrainformación y propaganda que contó con el asesoramiento de la influyente agencia multinacional de publicidad y comunicación Burson-Marsteller, y que tuvo en el Ministerio de Relaciones Exteriores el órgano desde donde se articuló el plan mediante el cual el gobierno genocida pretendió neutralizar los cuestionamientos que recibía en las principales capitales del mundo por su sistemática violación a los derechos humanos.
En los subsuelos del Palacio San Martín, sede de la Cancillería, funcionaba la dirección de prensa. Un ministerio que, en la distribución del poder entre las tres fuerzas, quedó debajo la órbita de la Armada, comandada por Emilio Massera. Cada jornada, eran trasladadas desde la ESMA hasta el recoleto edificio del barrio de Retiro personas que estaban detenidas desaparecidas para trabajar en la confección de los archivos y el seguimiento en la prensa internacional de las noticias que se publicaban sobre la Argentina. Un trabajo esclavo que fue confirmado por primera vez ante la Justicia, en 1985, por las declaraciones de algunos sobrevivientes en el Juicio a Juntas. Las ocho carpetas que se detallan en esta investigación integraron ese archivo del horror con el que el régimen castrense sistematizó la planificación de la mentira. Los folios de las carpetas halladas indican que fueron cientos los biblioratos confeccionados que aún no vieron la luz y que quizá nunca se logren encontrar. Pero existieron, como dan testimonio los documentos presentados en exclusividad por Télam.
El periodista Enrique Vázquez realizó la investigación periodista, a la que se sumó un equipo multidisciplinario de la agencia. En el trabajo se detalla el contenido de los registros que permanecieron ocultos por más de 40 años.. La narrativa se completa con un contexto histórico en el que se subrayan algunas de las acciones del terrorismo de Estado o de la resistencia civil al régimen que tuvieron impacto de relevancia internacional, como fue la desaparición y el asesinato del periodista y escritor Rodolfo Walsh, el secuestro del periodista Jacobo Timerman o el asesinato de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y las monjas francesas. También se destaca el Mundial de fútbol de 1978 que atrajo las miradas del mundo sobre la Argentina.
Una de las maniobras de la dictadura cívico militar fue la invitación de periodistas de distintos países centrales en los que había presencia de exiliados argentinos y denuncias contra las violaciones a los derechos humanos del gobierno de Jorge Rafael Videla.
En cada una de estas ocho carpetas permanecieron ocultos por más de cuatro décadas quienes fueron algunos periodistas y medios de comunicación que accedieron a ser parte de la operación propagandística; los intercambios de cartas, recomendaciones y elogios, las invitaciones e incluso los cables reservados con información confidencial.
Permaneció oculta una parte central de la planificación de la mentira. Hasta hoy.
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1981 Jacques Schoonjans
origen: Bélgica
El periodista que era “tropa propia”
Por Enrique Vázquez
La carpeta que lleva el Nº 128 ejemplifica como ninguna otra la promiscuidad entre los servicios de Inteligencia, las oficinas de Prensa de la dictadura, las embajadas en el exterior y la reutilización de “carne podrida” en medios locales.
La documentación gira en torno al viaje del periodista belga Jacques Schoonjans, que se define a sí mismo como “free lance” con capacidad de publicar sus artículos en revistas y diarios de Bruselas, pero que a su vez es definido por el embajador argentino como “propia tropa”.
Schoonjans ya había estado en Buenos Aires, como etapa de una gira que emprendió, aparentemente por su cuenta, por los países del Cono Sur americano: Brasil, Uruguay, Chile, Bolivia y la Argentina. Curiosamente, los países enlazados en el Plan Cóndor. De la documentación surge que en nuestro país se entrevistó con funcionarios del ministerio de Economía y de la Presidencia, y que la Secretaría de Información Pública le entregó un artículo ya confeccionado, con la posibilidad de que lo publicara alguno de los medios con los que Shoonjans tenía contactos habituales. Efectivamente, la nota salió en la revista La Nouvel Europe Magazine, un mensuario ultraconservador de escasa circulación. La embajada mandó fotocopias a la Cancillería, la Cancillería tradujo el artículo -con ligeros retoques estilísticos pero indistinguible del original- y lo remitió a la SIP, la SIP lo giró a la dirección nacional de Inteligencia, donde había sido redactado, y la DNI lo devolvió a la SIP con la recomendación de que lo hiciera publicar en medios gráficos locales.
La Nación y La Razón lo alojaron en sus páginas.
Tras el “éxito” del operativo, la SIP envió una nota a la Cancillería proporcionando los datos personales de Schoonjans, con la sugerencia de que el Centro de Difusión montado en París tomara contacto con él. Podía ser útil.
Bien “propia tropa”, como lo describe el embajador argentino en Bruselas en carta manuscrita a un “amigo”. El amigo en cuestión era el coronel (RE) José María Villafañe, en ese entonces subsecretario de Planeamiento. Pero lo más importante es el remitente, que firma sólo como “Delía”.
Delía era el general (RE) Carlos César Ildefonso Delía Larocca, al que la primera Junta del “Proceso” instaló como embajador en Bruselas para salvaguardarlo de eventuales represalias de la organización Montoneros, dada su actividad previa al retiro efectivo.
Delía Larocca fue comandante del Cuerpo III del Ejército entre el 21 de enero y el 29 de septiembre de 1975, lapso en el cual acrecentó la violencia represiva del Operativo Independencia en Tucumán y apañó el accionar del “Comando Libertadores de América”, versión cordobesa de la Triple A.
Los Montoneros lo señalaron como responsable directo del aniquilamiento de la familia Pujadas. Mariano Pujadas, fundador de la organización Montoneros en la provincia de Córdoba, había muerto fusilado en la base Almirante Zar de Trelew el 22 de agosto de 1972. El 14 de mayo de 1975, un comando militar secuestró a sus padres, José María Pujadas y Josefa Badell, junto a sus hermanos solteros, José María y María José. Los acribillaron con ráfagas de ametralladora, los tiraron semimuertos a un pozo y les arrojaron una granada.
Además de haber hecho el trabajo de ablande para la llegada de Luciano Benjamín Menéndez al comando del Cuerpo III, Delía Larocca participó del operativo final contra la presidenta Isabel Martínez de Perón, desatado en agosto de 1975, que terminó con el pase a retiro del general “legalista” Alberto Numa Laplane y su reemplazo por Jorge Rafael Videla.
En Bruselas, el embajador se dedicó a las operaciones de prensa y a su deporte predilecto, la equitación. Estuvo al frente de la embajada hasta 1979. Murió en Buenos Aires a los 91 años., el 6 de octubre de 2014, cuando pesaban sobre él 5 cargos penales por privaciones ilegítimas de la libertad agravadas, homicidios calificados e imposición de tormentos.