Cuando las fuerzas del cielo están en disputa

El dramaturgo y el director proponen una «tragicomedia cósmica», concebida en sin ninguna referencia concreta, aunque ahora «la obra empezó a tener un correlato con la actualidad”.
“Sin humor no hay obra”, dice el dramaturgo Víctor Winer parodiando el lema de Argentores “sin autor no hay obra”. En la misma sintonía, el director Rubén Pires asegura que en sus puestas le es imperiosa “la presencia de la comicidad como parte del lenguaje escénico”. Juntos estrenaron recientemente Dios colecciona ángeles caídos, obra escrita en colaboración aunque no “al unísono”, como aclara Winer en conversación con Página/12. “El aporte de Rubén al universo onírico y extrañado de la obra -sigue el dramaturgo- fue tan importante que decidimos compartir la autoría”. En la misma entrevista, el director sostiene que, en efecto, su labor fue más allá de lo que suele denominarse “dramaturgia escénica”. Ambos coinciden en que supieron entenderse: hace unos treinta años que se conocen, ninguno de los dos dice interesarse por el realismo y, por más, Pires dirigió, del autor, la exitosa Freno de mano y Sorteo ésta en el marco de una de las ediciones de Teatro x la identidad.
Si bien la obra había comenzado a ensayarse con Oski Guzmán y Roly Serrano, el largo proceso de recuperación del accidente sufrido por el segundo de los actores impidió el proyecto. Con el cambio de elenco, los personajes fueron encontrando otras modalidades expresivas, ya que, como afirma Pires,” la materialidad de cada actor va generando otras propuestas”. La obra puede verse en Ítaca Complejo Teatral (Humahuaca 4027) con las actuaciones de Josefina Basaldúa, Guido D’Albo y Mario Falcón, con vestuario y escenografía de Nélida Bellomo y Ale Mateo, respectivamente, y música original de Mariano Cossa. De Lucio Bazzalo son las imágenes proyectadas que acompañan toda la puesta.
El argumento de la pieza se inscribe dentro del género que Winer, sonriendo, llama tragicomedia cósmica. Es que hay un personaje que viene del más allá para reencontrarse con alguien que le hizo, literalmente, la vida imposible. Así, un ex conscripto abandona el purgatorio por unos días para ejecutar la misión que le encargaron los ángeles caídos. Estos seres, despojados de sus alas y de toda posibilidad de volver a enfrentarse con Dios, le pidieron que convenza al capitán –el mismo que en la conscripción lo mató a fuerza de castigarlo brutalmente- para que acceda a conducirlos hacia una nueva ofensiva celestial.
Winer había comenzado a escribir la pieza en pandemia dejándose llevar por un instinto delirante y sin pensar en ninguna referencia concreta. Ahora cree que “la obra empezó a tener un correlato con lo que está sucediendo en la actualidad”. Pires completa: “No podemos no hacer una relación con este liderazgo bizarro, disparatado, que hoy asume el poder”. Tal como aparece en el espectáculo, los ángeles caídos necesitan “un profesional experimentado, sin escrúpulos, alguien que pueda dirigir la rebelión de las fuerzas del cielo, sin culpa alguna y establecer un nuevo orden”. Diez años más de vida y dos riñones nuevos es el pago que recibirá el capitán a cambio de liderar a los ángeles caídos en su lucha por recuperar las alas perdidas y disputarle el poder al Altísimo.
Pires cuenta haber sido criado en la fe católica y que hacia sus 20 años, al descubrir a Nietzsche su pensamiento cambió. Aquí también ingresó algo de su pasado religioso (los nombres de los protagonistas aluden a los apóstoles y a los padres de Cristo) y la idea de que Dios ha muerto también está presente. Pires cuenta que construyó un universo judeo cristiano para acentuar el tema de una religiosidad que ha ido perdiendo peso. También quiso convocar la memoria del soldado Carrasco (como él, el personaje del ex conscripto es clase 1974) “y en un modo metafórico también quería aludir a lo político haciendo referencia al servicio militar”. En ese sentido, Pires explica: “el soldado sigue haciendo en el purgatorio las misma tareas que le daban en la conscripción: la palabra colimba viene de ‘correr, limpiar, barrer…’ de manera que así en la tierra como en el cielo existe la misma forma de explotación”, resume.
Según subraya Winer, la obra es la historia de una venganza: “el soldado corporiza a todos los Carrasco que hubo a lo largo del tiempo y vuelve a la tierra para vengarse de los abusos recibidos”. Pires, en cambio, prefiere pensar que el soldado no llega directamente con esa idea sino que opta por tomar ese rumbo al comprobar que el capitán no siente el menor arrepentimiento por lo que le hizo. En todo caso el castigo llega aunque no conviene revelar cómo. Lo que ambos aseguran es que un humor bizarro y ácido recorre la puesta de punta a punta.
*Dios colecciona ángeles caídos, en Ítaca Complejo Teatral (Humahuaca 4027) los lunes a las 20.30 hs