«Peleas, cámara, acción», en Netflix: Jerry Springer, el rey de la TV basura
Todos lo odiaban y su negativa influencia llega hasta hoy, pero en los años 90 el conductor llegó a derrotar a la mismísima Oprah Winfrey. En el documental hablan varios integrantes del equipo… y no se arrepienten de nada.
«No hay una línea», dijo una vez Richard Dominick, el revolucionario y vilipendiado cerebro detrás de The Jerry Springer Show. «Si pudiera matar a alguien en televisión, lo ejecutaría». Dominick, un antiguo periodista sensacionalista conocido por sus escandalosos (y espurios) titulares, fue contratado para Jerry Springer en 1991, pero no fue hasta que asumió el cargo de productor ejecutivo tres años más tarde -en medio de unos índices de audiencia desastrosos y la amenaza de cancelación- cuando su filosofía se afianzó. En cuestión de meses, Jerry Springer pasó de ser un programa de entrevistas rutinario a un sórdido y cínico éxito de audiencia. Llevó la «televisión basura» a niveles escandalosamente bajos y, de paso, se convirtió en una institución estadounidense.
La historia salpicada de escándalos de Jerry Springer es ahora el centro de una nueva docuserie de Netflix, Jerry Springer: Peleas, Cámara, Acción. A lo largo de dos episodios, el director británico Luke Sewell traza el ascenso del programa, que pasa de ser un desvalido a un titán del reality, utilizando imágenes de archivo y entrevistas con los participantes en la producción del programa. «Cuando vi por primera vez Jerry Springer de adolescente, me quedé boquiabierto», dice el cineasta. «Parecía la televisión de otro planeta: un desastre salvaje y loco que no podías dejar de mirar». La serie, prosigue, se hizo famosa «explotando a los invitados para entretener a la gente y, en última instancia, sólo por los índices de audiencia. No aportaba absolutamente nada positivo a la sociedad, y en muchos aspectos era increíblemente negativa».
Cualquiera que no estuviera familiarizado con el tono de Jerry Springer probablemente podría entenderlo sólo por los títulos de los episodios. Los episodios iban de lo lascivo («¡Me acosté con 251 hombres en 10 horas!»; «Strippers sexys al descubierto»; «Tríos con mi hermana») a lo incendiario («Mujeres enojadas al ataque»; «Supremacistas negros contra supremacistas blancos»; «El ataque del padre del KKK»), pasando por lo simplemente extraño («Mujeres embarazadas y un mimo»; «Vivo en una caja»). Las peleas físicas eran frecuentes: era la humanidad en su estado más salvaje. «El coliseo romano es algo muy antiguo», dice Sewell. «Y se les daba muy bien empaquetarlo y tener las agallas de mostrar las cosas más extremas y salvajes. En particular para un inglés, era para decir ‘Dios… ¿esto es Estados Unidos?»
Springer no era el único programa de entrevistas que incluía elementos escabrosos y sensacionalistas. Oprah también contenía estas características, al igual que programas como Geraldo y Maury. Muchos en el Reino Unido han descrito The Jeremy Kyle Show como el equivalente británico, hasta la cancelación de ese programa en 2019 tras el suicidio de un invitado (al igual que Springer, Kyle abundó en momentos románticos, pruebas de polígrafo y hostilidad interpersonal). Pero ninguno tuvo el puro exceso desenfrenado de Springer bajo los auspicios de Dominick. «Jerry Springer era obviamente un fenómeno estadounidense», dice Sewell, «y Kyle era diferente. No tenía el mismo ambiente de fiesta de fraternidad que el show de Springer».
Los momentos más escandalosos de Jerry Springer fueron notorios. Por ejemplo, cuando enfrentó a miembros del Ku Klux Klan con miembros de la Liga de Defensa Judía en un debate que acabó en pelea. En otro episodio entrevistó a una mujer que se había amputado las piernas innecesariamente. Para contrarrestar a los invitados -la mayoría de clase trabajadora y con escasa formación, procedentes de una zona de Tennessee, Ohio y Georgia conocida extraoficialmente como el «Triángulo de Springer»- estaba el propio Springer, antiguo abogado, presentador de informativos y político, que fue brevemente alcalde de Cincinnati. Puede que Springer saliera al escenario coreando su propio nombre (y que, más tarde, entrara en escena deslizándose por una barra de striptease), pero era un anfitrión incongruentemente elegante, una especie de maestro de ceremonias a rayas que orquestaba el caos desde lo alto. Springer seguía vivo cuando se empezó a producir el documental de Netflix, pero se negó a participar; moriría de cáncer de páncreas en 2023, a los 79 años.
Melinda Chait Mele trabajó como productora de la serie a fines de los noventa, supervisando el momento en que Jerry Springer superó sensacionalmente a Oprah en la batalla por el dominio de las audiencias diurnas. «Era una presión extraordinaria», recuerda. «A veces trabajaba 20 horas diarias durante días enteros. Era agotador, pesado y caótico… pero satisfactorio en cierto modo». La carga de trabajo pasó factura al personal de producción; en el documental de Netflix, Toby Yoshimura, otro de los productores durante el apogeo del programa, describe cómo su paso por la serie lo llevó a una espiral de adicción a la bebida y la cocaína. «Mis demonios personales salen en el documental», dice ahora. «Me he perdonado a mí mismo por todo ese tiempo, toda esa mierda. Y no me arrepiento de nada de lo que formé parte en ese programa.»
«Yo estaba allí, justo cuando todo se volvió una locura«, agrega Yoshimura. «Si querés resumir mi participación, probablemente soy responsable de parte del caos». Entre sus responsabilidades estaba buscar y preparar a los concursantes del programa. Estuvo íntimamente implicado en uno de los escándalos más importantes de las casi tres décadas de vida de Jerry Springer: el intento frustrado de emitir un episodio centrado en la zoofilia. El episodio, titulado sin rodeos «Me casé con un caballo», fue retirado del aire antes de llegar a la Costa Oeste, en medio de un escándalo masivo. «De todas las locuras en las que participé, ésa fue probablemente la más loca», ríe Yoshimura. «Hablar durante seis meses con un tipo que vive con un poni Shetland es un poco extraño, como tu trabajo diario».
Si el incidente del caballo fue un ejercicio de divertido grotesco, otros escándalos que salpicaron a Jerry Springer fueron mucho más oscuros. Las acusaciones de explotar a los invitados -de manipularlos hasta el ridículo y la violencia- se negaban a remitir. «El propio Jerry decía: ‘Nadie obliga a la gente a venir al programa'», dice Sewell. «Obviamente, había gente que fingía sus historias, pero había gente con historias auténticas que sentían que Springer podía ayudarlos. Era una forma muy cómoda de hacer pasar lo que hacían por una especie de servicio público, dando a la gente la oportunidad de venir a la televisión a personas que normalmente no lo habrían hecho». Y agrega: «Pero claro, esta gente no tenía poder. No era una situación festiva. Sólo mostraba a la gente en sus momentos más bajos, y a menudo bajo una luz estereotipada muy negativa».
Jerry Springer también fue condenado por su propensión a dar tribuna a racistas y fanáticos, y por su tratamiento ofensivo de los transexuales. En 2000, el programa se enfrentó a su escándalo más grave, cuando un triángulo amoroso que aparecía en el programa terminó en homicidio, apenas unas horas después de la emisión del episodio. Springer y el resto del equipo del programa se negaron a admitir su responsabilidad en la tragedia. El programa fue finalmente denunciado por el juez ante los tribunales, pero no tuvo repercusiones legales.
Con el paso de los años, el personal de producción se acostumbró al ruido incesante de la indignación, a los piquetes de manifestantes que tenían que atravesar para llegar al trabajo cada mañana. «Cuanta más presión ejercía el público sobre nosotros -la prensa, los ayuntamientos, los pastores, básicamente llamándonos el diablo-, más nos endurecíamos como equipo», dice Yoshimura. «Se convirtió literalmente en nosotros contra el mundo. En plan, OK, ¿quieren meterse con nosotros? Adelante».
A mitad de la serie, dice Mele, el personal era muy consciente de que «la gente piensa que es de mal gusto», pero se negaron a que eso alterara sus métodos. «No nos sentábamos a preguntarnos por qué era tan insípido o si podíamos hacerlo más insípido. No lo analizábamos. Estás en tu burbuja, trabajás como un loco y vivís lo que está pasando en ese momento».
Jerry Springer duró hasta 2018, 27 temporadas y 3.891 episodios. En la última década de su vida, ya no era el monstruo cultural que una vez fue, pero no hay que subestimar el impacto que Jerry Springer tuvo, tanto en el panorama de los realities como en el mundo en general (uno de los legados más excéntricos del programa: en 2005 fue satirizado en un exitoso musical, Jerry Springer: The Opera, escrito por Richard Thomas y Stewart Lee). «Creo que su ADN puede percibirse en muchas cosas, desde las redes sociales a la política estadounidense, pasando por las noticias», dice Sewell. Menciona una cita del propio Springer en relación con el presidente estadounidense Donald Trump, cargado de polémica e insultos: «Tomó mi programa y lo llevó a la Casa Blanca».
Aunque Peleas, cámara, acción echa una mirada condenatoria al legado del programa, tanto Mele como Yoshimura dicen que no se arrepienten de nada. «Estoy muy orgulloso de mi paso por Jerry Springer. Fue un trabajo muy, muy duro y lo hice muy, muy bien», dice Mele. Le pregunto qué opina de la miniserie de Sewell. «Creo que el nuevo documental es… muy digno de ver», responde. Yoshimura tampoco se inmuta por la reacción. «Es como decíamos en el programa: preferimos que nos odien a que nos amen, porque el odio dura más», sonríe. «Podría tirar una piedra y encontrar a 50 personas que nos quieren. ¿Pero los que nos odian? Te prometo que nos sintonizan todos los días sólo para tener algo de lo que quejarse. Parece una locura, pero ya sabés… bienvenido a los programas de entrevistas diurnos».
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.