Balance de jazz 2024: una temporada de gran intensidad
De los memorables shows de Cecil McLorin Salvant, Avishai Cohen y Miguel Zenón a los intrépidos conciertos vernáculos en Prez, Thelonious Club, Café Berlín o Virasoro.
Fiel a su tradición creativa, en el año que pasó el jazz supo producir eventos dignos de ser recordados. Más allá de que la producción local de discos, conciertos y publicaciones mantuvo su horizonte –todo un logro en el contexto actual–, uno de los datos interesantes es que hubo una buena cantidad de presencias internacionales. Entre ellas, por lo menos tres que por la manera en que resolvieron la ecuación entre expectativas y logros resultaron extraordinarias: la de la cantante Cecil McLorin Salvant y la del contrabajista Avishai Cohen, que actuaron en Bebop Club –afirmado como lugar cardinal para la escena jazzera local–, y la del saxofonista Miguel Zenón, que estuvo en Café Berlín.
Esperadísima, Salvant llegó en septiembre junto al excelente Sullivan Fortner en piano, Yasushi Nakamura en contrabajo y Savannah Harris en batería. Con esa voz que por registro, color y sentido dramático suena prodigiosa, además de su refinado institnto de cancionista, contorneó de jazz una variedad de temas. Propios, de Leo Ferré, Fito Páez, Cuchi Leguizamón o Violeta Parra, los hizo confluir con encantos distintos en la red sonora de un grupo temperado a su manera. También Zenón llegó con su cuarteto. Con Luis Perdomo en piano, Matt Penman en contrabajo y Henry Cole en batería, el saxofonista hizo música de gran intensidad, con descargas suculentas de hard bop llevado al límite, improvisación al frente y un original sentido latino.
Distinto fue lo de Cohen. Hay una forma de frescura y al mismo tiempo de rigor que define su música. La elaborada dinámica del trío parte de la circularidad de la repetición y el juego entre fondo y figura. No apela al solo en el sentido clásico sino que articula sucesiones de puestas en relieve de un integrante, dentro de una trama sonora sólida. El contrabajista tocó la música de su disco más reciente, Brightlight, con el mismo trío con el que lo grabó. Con la extraordinaria Roni Kaspi, una baterista que con más fe en los parches que en los platos arma y toca su instrumento de manera muy diferente a sus colegas y crea texturas que atraviesan el tiempo por las partes menos esperada, y Guy Moskovich, un pianista generoso, de gran ingenio armónico y definitiva sensibilidad rítmica.
Nombres y escenarios
En Bebop estuvieron también la cantante Georgia Heers –que actuó con el quinteto de Mariano Loiacono–, el saxofonista Bobby Watson, el bajista Jeff Berlin –que tocó en trío con Mariano Agustoni en piano y Quintino Cinalli en batería–; el Delvon Lamarr Organ Trio, el polaco Wojtek Mazolewski –que llegó con su quinteto– y el armonicista Gregoire Maret, además de pianistas destacados como la cubana Marialy Pacheco, el norteamericano Cyrus Chestnut y el panameño Danilo Pérez. Un póker de pianistas se podría armar con otro cubano notable, David Virelles, que tocó en el CCK.
Mientras que reductos clásicos como Prez, Thelonious Club, Café Berlín y Virasoro mantuvieron programaciones que en muchos casos animaron el saludable ida y vuelta con los discos que de alguna manera documentan el pulso de la escena jazzera local.
Lo mejor de la escena local
Entre lo destacado de este año está Furtivo, un trabajo de Luis Nacht, con Demián Cabaud en contrabajo y Jeff Williams en batería. Con un sonido crudo y expuesto, que condensa con maestría expresiva distintas formas del calor, el saxofonista afianza esa creativa idea del despojo que viene ensayando en sus últimos trabajos. Dos tríos y dos discos –que constituyen además dos formas– ponen al pianista y compositor Nataniel Edelman entre los músicos más interesantes de la actualidad. Para el sello BlueArt editó Perecedero, con el baterista Sergio Verdinelli y el contrabajista Santiago Lemisovski. Mientras que con el saxofonista Michaël Attias y el contrabajista Michael Formanek, Edeleman sacó para el sello portugués Clean Feed En vivo en Lisboa, el resultado de la gira de presentación de Un Ruido de Agua, el disco anterior.
El sello rosarino BlueArt editó además La forma del sueño, una mirada sensible sobre músicas de Sonny Rollins, Charlie Parker, John Coltrane y Thelonious Monk, entre otros, de la pianista Rocío Giménez López, con Franco Di Renzo en contrabajo y Luciano Ruggieri en batería; Luego un río, del trío Fermín Suárez (contrabajo), Alex Reiner (batería) y Mariano Suárez (corneta); y El umbral, el regreso de una de las agrupaciones decanas del jazz argentino.
Otro grato regreso al disco es el de Adrián Iaies, que con We’ll Be Together Again –piano solo, grabado en vivo en Prez–, logra transmitir el goce que le produce atravesar su bien conocido universo de standars con sensibilidad y perspicacia para encontrar caminos originales.
El año dejó también la celebración de los 25 años de Escalandrum con un libro –una excelente biografía del periodista especializado Fernando Ríos– y muchas actuaciones, entre ella una en el Teatro Colón, recreando la música de los discos Libertango y Reunión Cumbre de Piazzolla. Además, Real Book Argentina lanzó su segundo volumen, con más 300 obras de compositores argentinos de jazz, y el investigador Claudio Parisi sacó Mono, un libro coral, que reavivó el recuerdo del gran Enrique «Mono» Villegas.