Tras cuatro décadas de carrera, el grupo que completan Pablo «Sarco» Cano», Pablo Memi y Roy Quiroga afronta la fecha más importante de su Última Ceremonia Tour. En esta entrevista repasa su historia, su legado y la evolución de sus vínculos.
«Ratones Paranoicos es otra cosa». Juanse suelta la frase a propósito de las idas y vueltas entre la banda y su carrera solista, pero tiene más capas de sentido que esa aparente. Y cualquiera que haya visto un show del cuarteto en sus más de cuarenta años -con intermitencias- de trayectoria sabe que sí, que es otra cosa, que hay una esencia de rock’n’roll que el cuarteto marcó a fuego dentro de la historia de la música argentina. Una esencia en la que cuenta la influencia de los Rolling Stones, por supuesto, pero también de la suciedad de Iggy Pop, Lou Reed y hasta los Sex Pistols. Una que supo reconocer el propio Keith Richards cuando los Ratones le abrieron su único show solista en la Argentina, en 1992, y que un año antes había potenciado Andrew Loog Oldham, primer productor de los Stones. Una esencia, en fin, que se sostuvo más allá de vaivenes, modas, abrirle a Sus Majestades (no tan) Satánicas, desacuerdos, triunfos, portazos, religión, discazos y discos normalitos, Masterchef, himnos inmortales y momentos de ostracismo.
Entre todas esas idas y vueltas, el año pasado se concretó un nuevo regreso de los Ratones Paranoicos, primero durante la celebración de los 40 años de la banda que Juanse planteó en el Luna Park y luego con una gira que se llama «Última ceremonia» pero que vaya a saber, dado que ya tiene fechas en Europa pautadas para 2025. Lo que sí es seguro es que el tour tendrá un hito como para remarcar en el trayecto del cuarteto: el sábado 14 se presentará en Vélez, con transmisión de Flow para quienes no puedan llegar al estadio. En el medio, la banda publicó una canción nueva, «Rock’n’roll total», otra vez con producción de Loog Oldham, y la rompió en cuanta presentación televisiva o radial hizo para promocionar la gira.
Juanse, el bajista Pablo Memi, el guitarrista Pablo «Sarco» Cano y el baterista Roy Quiroga (ausente en la entrevista con Página/12) muestran un talante muy diferente al que tenían cuando volvieron a tocar en 2017, en el Hipódromo porteño. Entre aquel momento y el presente, el documental Rocanrol Cowboys expuso sin filtros la historia de la banda contada desde adentro, incluidos los momentos más arduos. Pero hoy se respira un aire de complicidad y de estar de vuelta de muchas cosas en la sala de ensayo de los Ratones Paranoicos. «Después de Hipódromo, siguieron algunos compromisos más y a Fernando (Szereszevsky, manager) me planteó por qué no hacer que la banda descanse mientras nosotros volvíamos a reposicionar la carrera solista», empieza a repasar Juanse lo que pasó en el seno de la banda en los últimos años. «Yo estuve de acuerdo porque estaba muy quemado. O sea, quemado no en el mal sentido, ¿no? Exigencias de ir, de volver. Ratones mueve una enorme cantidad de elementos, muy superiores a lo que es la logística de un show mío solista».
Después, sigue Juanse, llegó la pandemia. «Yo había rechazado tres o cuatro veces lo de Masterchef, no me interesaba para nada. Pero, bueno, como la pandemia ya se veía venir como una nube bastante oscura, Fernando me dijo, ‘Mirá, agarrá esto porque si no…’ Entonces le dimos otro matiz a lo que era el solista: ya no era el cantante de Ratones que actuaba solo, era el tipo de Masterchef que tiene su banda y es el cantante de Ratones Paranoicos. Y eso, a lo cual yo le temía, fue todo el revés: nos dio mucho oxígeno como banda, nos hizo entrar en otras generaciones, porque el pibe le preguntaba al padre quién era ese muerto que estaba ahí en televisión, y el padre le decía ‘no, vení, te voy a mostrar'». Memi se incorporó a la banda solista de Juanse, que no paró de tocar por el país y el exterior. Y cuando el cantante cumplió 60 años, se volvió a ver juntos y celebrando a los cuatro Ratones Paranoicos.
«Nosotros, aunque no lo parezca, estamos permanentemente renovándonos desde el punto de vista de nuestra relación, desde el punto de vista de las condiciones, desde el punto de vista de aceptar nuestra vigencia», dice ahora Juanse, con el Vélez de los Ratones Paranoicos a la vuelta de la esquina. «Porque así como hay que aceptar los fracasos, a las victorias también hay que resaltarlas. Con los vaivenes de la vida, de las modas que pasaron por el lado nuestro, de las compañías, de las productoras, de los eventos, de la convocatoria, hace 40 años que estamos. Y haciendo lo que hicimos desde el primer día que empezamos a ensayar, allá por el ’82, en el ’83. Entonces, aunque no lo conversemos entre nosotros, es algo que queremos cuidar porque nos ha dado solamente satisfacciones».
-¿Lo ven así?
Juanse: -Y, mirá, después de 40 años, todavía tenemos que incluir en el repertorio temas que grabamos en nuestro primer disco. Cuando sacamos ese álbum estaban de moda Virus, Soda Stereo, o en plenitud Leon Gieco, Charly, Fito. Y nosotros arrancábamos, éramos cuatro pibes… salvajes. Y no teníamos el reconocimiento que buscábamos. Somos una banda que se lo tomó primero como algo básico, elemental. Después se fue haciendo cada vez más complejo, porque muchas bandas empezaron a querer hacer lo que hacíamos y se dieron cuenta de que no era fácil. Y después vino la otra etapa que a nosotros definitivamente nos transformó en profesionales, que fue el advenimiento de Andrew Loog Oldham. Él también tuvo mucho que ver en el hecho de que estemos unidos, que fortalezcamos la unidad de la amistad en el buen aspecto; no la amistad de bar, la amistad del club, digamos, que es buena también. Pero la amistad de verdad, la amistad profesional, de darnos cuenta de que juntos realmente formamos algo que es muy complejo tratar de reproducir y que nos llena a nosotros como personas. Gracias a Dios, siempre nos mantuvo nuestro repertorio. Y aunque en su momento no fuimos reconocidos seriamente, nosotros siempre subimos y tuvimos bien claro cuál es el fondo de nuestra idea. De hecho, creo que el «Rock’n’roll total» lo confirma, ¿no?
-¿En qué momento sentís que no fueron reconocidos seriamente?
J.: -Y, hubo momentos difíciles. Las compañías nos rechazaban por el nombre, primero. Es insólito, hoy. Vivíamos mirando al extranjero y había un grupo que se llamaba Sex Pistols. Imagínate, pobres tipos, si lo hubieran armado acá, no le hubieran puesto nombre al grupo.
Pablo Memi: -En ese momento, Los Violadores eran Los Voladores.
J.: -Claro, tenían que simular su nombre porque acá eso era inaceptable. Bueno, a nosotros nos pasó eso. Peor que lo de ellos, porque en el caso nuestro, Ratones Paranoicos no significaba nada para el tipo que lo escuchaba, pero era como chocante, digamos. Entonces, ya partiendo del escritorio, el partido estaba arreglado. Ya teníamos un penal en contra sin movernos.
-¿Y cuál fue el primer punto de quiebre de eso?
J.: -Creo que el punto de quiebre fue nuestra voluntad, porque nos entusiasmó tanto sacar un primer disco que le pusimos toda la energía vital a pegar afiches, conseguir lugares para tocar…
-Y las famosas pintadas con el nombre de la banda.
J.: -Claro, el aerosol, graffiti…
P.M.: -Llevábamos a imprimr panfletos por fotoduplicación…
J.: -¡Y los pegábamos con engrudo! Era una época fantástica. Eso fortalece, lo mismo que el que hecho de conocernos. Socialmente funcionábamos y había diferencias sociales entre nosotros mismos, pero no las teníamos contempladas. Era como si siempre supiéramos inconscientemente que algo nos iba a unir, tarde o temprano. Y creo que en el fondo sigue funcionando.
P.M.: -Y aparte te queda un anecdotario desopilante de muchas décadas.
-Bueno, Pablo estuvo diez años fuera de la banda, se separaron… En el documental está el momento en el que Sarco dice que ni Dios va a poder hacer que se junten.
J.: -Bueno, pero Dios puede.
-Pudo, claramente.
J.: -Creo que era distinta la frase que dijo Sarco, aunque dejaba una muy reducida capa de oxígeno de esperanza (risas). Nosotros siempre funcionamos de esa manera. Es que no hay un plan. Y bueno, somos así: esa es la verdad de la milanesa.
-Una de las cosas que llamaron la atención del documental era que se expusieran sin ningún tipo de tapujo.
J.: –Sin filtros. Es que fue muy inteligente la producción de Plástico, porque nos llevó individualmente. Y a mí se me ocurrió una buena idea que fue la de hablar en off, porque cuando te encara la cámara, estás ocupando el lugar y desperdicias tiempo para archivos. Por ejemplo, mientras habla a Sarco, que le echa la culpa de todo a Roy (risas), se podían ver fotos, se podían ver imágenes.
P.M.: -Cuando no está la cámara, te soltás. Aparte, fueron astutos, porque pusieron el micrófono que casi no se veía.
-Pero ustedes también podrían haber dicho después «Che, esto sacalo».
J.: -Ah, pero no. No. Ahí está el juego. Mirá, con Sarco tenemos una relación muy extraña de toda la vida. Pero, claro, en esa época había cierta tensión real, no es que estábamos actuando, ¿eh? Pero yo me muero de risa cada vez que veo que Sarco dice «Es imposible estar toda la vida al lado de alguien que siempre tiene la razón» (risas). Es brillante. Y aparte me río porque sé que la está clavando en el ángulo y que es sobre mí. Siempre hemos disfrutado de eso, de alguna manera. Tuvimos conflictos, pero creo que en la balanza, es mucho más pesada la alegría que los momentos difíciles.
-Pero en un momento tuvieron que parar sí o sí.
J.: -Sí, alguien tenía que parar. Pablo, por ejemplo…
S.: -… ya había parado.
J.: -No, no, pero Pablo en ningún momento se desconectó. Pablo dejó de tocar, no es que se desconectó.
P.M.: -En aquel momento tenía que irme de la banda, del ritmo de la banda.
J.: -Llega un momento que realmente es fácil verlo al asunto. Ahora, estar adentro es toda una conmoción de gente, de ensayo, de logística, de exigencia. Y por ahí, como solista, voy y subo, sé que puedo controlarla. En cambio, nosotros cuando tocamos somos muy exigentes. Y puede surgir un conflicto. Vos te puedes confiar de que todo va a ser siempre igual, de que siempre va a salir bien.
S.: -Ahí es donde aparece la paranoia (risas).
J.: -¡Claro! Nosotros hemos hecho… ¡de todo! Ponernos a ver si uno tiene más asistentes que el otro.
P.M.: -En Miami, para el Unplugged, había dos contadores, tres managers…
S.: -¡Dos dealers!
J.: -Cuatro japoneses, dos custodios… Era todo un delirio. Es divertido, pero llega un momento que… Me acuerdo de una vez en Tucumán, que estábamos molidos porque íbamos en micro. Llegamos, nos meten en el hotel ese que da la plaza. Claro, yo entré, a mí me llevaron, ¿viste? Me agarraron así como si fuera una cotorra. Y era todo un cuarto rojo impresionante. Entré y dije «esta es la presidencial». Y atrás vino este (por Sarco), abrió, miró y dijo «Ah, claro», y se fue, como diciendo «siempre pasa lo mismo» (carcajadas). Bueno, esas cosas, en el momento en que las estás viviendo, son rupturas, ¿viste? Infantiles, sí, pero uno está cansado, está viajando, y ves el desnivel de atención con respecto a alguien… Bueno, es una fisura adolescente, pero es una fisura al fin. Y lo que superamos fue que no nos dábamos cuenta que también estábamos creciendo individualmente todos. No solamente entre nosotros sino para el público. Ese es el lado positivo de haber hecho paréntesis, porque cada uno retomó su aspecto: Sarco grabó un disco, Pablo armó una banda de jazz, tocó de invitado en muchas sesiones, yo también grabé con muchos, Roy se fue temporariamente a Pier… Entonces, hay un reconocimiento, no solo desde el punto de vista del muñeco que siempre es el centro de punching ball de todo, sino también respeto hacia lo que hacemos cuando estamos en comunidad actuando. Porque hay una unidad musical, hay un criterio, al margen que haya diferencias de todo tipo. Por ahí hay que acomodar esto, las listas, el sonido, el volumen, etc.
S.: -¡A ver quién tiene más volumen! (risas).
J.: -Pero hay una unidad que es concreta: conocemos perfectamente bien lo que nos gusta y lo hacemos desde que tenemos uso de razón.
-Otra vez con el documental: en un momento Sarco habla de «la cifra». ¿Se puede reunirse y tocar sólo por la guita?
J.: -Lo que pasa es que no se entiende el aspecto central. Obviamente, vivimos en esto. Nosotros siempre fuimos críticos de la actitud de presentarse en el escenario en ojotas, como si fueras un vendedor de barquillos de Gesell. Entonces, ¿queremos tener nuestra imagen? Sí. ¿La cuidamos en exceso? No, pero la cuidamos, dentro de lo que nos gusta. Nosotros no nos disfrazamos para actuar, por ejemplo. A mí me gusta vestirme como me gusta. Son formas de vida: vivimos así siempre. No es que «ah, vamos a ganar mucha plata con esto». No. Nunca. Jamás. Nosotros ya no estamos detrás del récord o detrás del premio. El premio es poder ensayar juntos.
S.: -Igual, lo de la cifra apuntaba más a la secuencia, ¿no? A que primero venga la cifra y luego la negociación… Porque por plata hemos tocado siempre.
J.: -Bueno, pero hemos tocado sin ganar un peso.
S.: -Sí, pero porque queríamos hacerlo.
P.M.: -Claro. Lo único que pusimos como condición era no poner plata nosotros nunca. Y lo cumplimos. Porque cuando arrancamos los lugares te sacaban plata para tocar, tenías que vender entradas.
J.: -Ahora es peor: hay productoras que te cobran para grabar un disco. Y después, si me das más, te lo pongo en la radio. Es una cosa de locos. En nuestra época, dentro de todo, la compañía era como un estímulo. Está bien, ahora nos quejamos, pero cuando sos chico y entrás a Sony… Cuando entré a Sony por primera vez, no lo podía creer. «Estamos en esta compañía, llegamos acá». Y eso hubiera sido bastante.
P.M.: -Y aparte, la puesta en escena eran todos discos de oro…
J.: -Claro, una cosas de locos. También fuimos bendecidos porque nos tocó la mejor época de la historia de discográficas.
P.M.: -Y Andrew primero los aterrorizaba y después tenía la habilidad de saber sacarle el provecho. Los hacía pagar todo. Entonces, pasábamos muy buenos momentos sponsoreados por Sony. Después te lo cobraban en regalías y te mataban. Pero si igual te la iban a poner, mejor disfrutarlo.
J.: -Hoy ese conflicto ya lo solucionaron. Lo dijo Gallagher… ¿Cómo se llama el hermano de Liam Gallagher?
-Noel.
J.: -Papá Noel… Él dijo claramente: «¿sabés por qué no hay bandas de rock hoy? Porque cuando estábamos Pulp, Oasis y Blur, éramos el centro generador de esas compañías. Entonces las compañías estaban obligadas a apoyar, no solo el espectáculo, sino la difusión de la venta. En cambio ahora, con un solo tipo, lo único que hacen es decirle ‘ grabá esto, vestiste así y no rompas las pelotas'». Entonces, a nosotros nos toca hacer como el aguante de esa situación.
-Del rock.
J.: -Sí, es como una hermosa carga, digamos, porque es lo que hicimos durante toda la vida. A nosotros, por ejemplo, nos fisuraba hacer notas. Siempre me mandaban a mí. Después vas descubriendo que tenías que encontrarle la vuelta, porque si te van a hacer una nota es porque estás vigente. Y podés perder la perspectiva. En otra escala, es lo que le pasó a Prince. En un momento llegó a un nivel tan alto, no solo de exposición sino de generación de novedades, que terminó desfasándose.
-¿A ustedes no les pasó en algún momento en que estaban muy arriba?
J.: -Cuando estás muy arriba, no tenés que mirar para abajo porque te caes. Nos han pasado por al lado hacia arriba muchos. Y los hemos visto caer a todos. A mí Andrew me dijo una vez algo muy importante: «Mira, es muy simple: esto es una Premier League. Vas a poder salir campeón en el caso de que haya un buen plantel…» Para él, los jugadores son los temas. «Bueno, ahí estás. A veces vas a salir quinto, a veces vas a estar peleando el descenso. El tema es nunca caer de la Premier League, porque ahí se termina todo».
-Y en esos parámetros, ¿cuándo fueron campeones de la Premier League?
J.: -Salimos campeones varias veces, lo que pasa es que siempre tuvimos en contra al establishment…
P.M.: -A mí me parece que salimos campeones cuando conocimos a Andrew y empezamos a laburar con él. El primer contacto fue ir a buscarlo al aeropuerto, llevarlo al hotel y al otro día al estudio. Y al verlo laburar ya decías «esto es otra cosa». Las técnicas en el estudio, la experiencia…
S.: -Después de hacer un disco, uno siempre sube el nivel, pero en ese caso fue notable.
J.: -Sí, cambió totalmente nuestra forma de ver y nuestra forma de interpretar.
– ¿Y cuál creen que es el legado de Ratones Paranoicos?
J.: –(Se ríe y mira a Pablo) A la respuesta te la he legado.
P.M.: -Para mí, nuestro legado es que hay mucha gente que escucha rock’n’roll gracias a los Ratones Paranoicos.