‘Los géneros son sólo una capa exterior, yo trato de no olvidarme que la música es arte’
El productor musical Marlku asegura que los «géneros son solamente una capa exterior» y que «el arte debe reflejar la era en la que fue hecha», al conversar sobre «555», su álbum debut, donde referentes y nuevos talentos del trap argentino y español como Rei, Bhavi, Asan, Dani Ribba, Bon Calso y Leïti Sene prestan su voz y convergen para «elevar la vibra» de una obra que, además de enarbolar las nuevas formas de trabajo dentro del estudio, aporta con creces a hacer más visible su oficio.
A poco menos de un mes de haber editado su primer larga duración, el productor lanzó en diciembre una versión «deluxe» de aquella obra: el «555+» que suma al uruguayo Knak en «La 10», donde ya estaba el emergente Frozouda -el elegido por Duki para abrir sus shows históricos en Vélez-, a otro referente de la escena oriental como Falke 912 en la nueva «Off White» y al neoyorquino Nessly que conecta en «Quantum» sus barras anglosajonas con las del argentino Seven Kayne.
En diálogo con Télam, el productor detrás de “Fernet” (Rei y Quevedo), “Sexy” (Eich, Duki y Khea), “Tu Luna” (Homer El Mero Mero, FMK y Tiago PZK), “Halloween” (Mesita y Dillom) y que colaboró con Duki en la producción de tres temas de “Desde el Fin del Mundo” sostiene que no hay mejor manera de “descubrir un artista” que a través de un álbum de larga duración: “Cuando descubro a un artista, mi máxima ilusión es que tenga un disco para poder abordarlo entero, porque si tiene dos o tres singles nada más, me la baja”, dijo.
«Yo quería hacer canciones que elevaran la vibra, que es lo que a mí me terminó pasando cuando escuché el material terminado. Hay una búsqueda de la emoción que condiciona positivamente bastante a la obra del artista a la hora de escribir»
«Empecé a sentir la necesidad de hacer un disco por la relación que siempre tuve con la música como oyente, pero también porque sentía que no había ningún productor en Argentina, por lo menos que yo conociera, que haya hecho un proyecto así. Llamé a algunos de los amigos con los que había trabajado y otros se fueron enterando y quisieron estar. No hubo una pauta sobre cómo hacerlo, fue como solemos trabajar: la mayoría de las veces en una sesión salen una canción o dos», resumió.
El disco, que tuvo como punto de partida «Presupuesto y Melodía» junto a Bhavi, encontró su color definitivo a partir de experimentar con un sintetizador de bajos que, al final, terminó «usando para todo»,
«La limitación misma del instrumento me hizo encontrar cosas para las cuales no estaba hecho. Hizo que que en la búsqueda fuera encontrando lugares desconocidos. Eso me dio una libertad enorme por tener todo un lugar para descubrir», explicó sobre aquellos sonidos que lo guiaron en su búsqueda y definieron el carácter onírico y espacial de este repertorio de trap.
-¿Sentís que el disco viene a dejar asentada una postura sobre el panorama musical actual?
-Sí, porque hay algo de nostálgico y de ir contra la corriente. Hoy si haces un video tiene que ser de determinada manera o decir tal o cual cosa. Y también está la cultura del single que nos obliga a optimizar todos los recursos con una orientación más comercial, si se quiere. Hay una realidad: las canciones no tienen el mismo alcance cuando las sacás adentro de un disco, pero decidí «sacrificar» eso y hacer un disco como los que encontraba cuando iba a la disquería y me compraba discos sin conocer qué contenían. Todavía me acuerdo de esas disquerías, llenas de gente, que tenían unas máquinas que leían los códigos de barra de los álbumes y podías escucharlos ahí. También de que el tipo del local te mire mal porque hace media hora estás ahí rompiendo las bolas. Me acuerdo mucho de eso, porque ese fue mi acercamiento a la música como oyente.
-¿Cuál era el sentimiento que perseguías a la hora de definir el concepto? ¿Y cuánto contribuyeron a esa búsqueda los invitados?
– Yo quería hacer canciones que elevaran la vibra, que es lo que a mí me terminó pasando cuando escuché el material terminado. Hay una búsqueda de la emoción que condiciona positivamente bastante a la obra del artista a la hora de escribir. Fue un trabajo conceptual bastante fino en el sentido de que no les dije a los pibes de qué quería que hablaran. En algunos casos escucharon lo que ya tenía y se inspiraron con eso a nivel lírico, pero jamás les dije de qué podían hablar o no. Mi trabajo era armar un disco más o menos conceptual a partir del sentimiento que provocaba el ‘track’ o el ‘beat’ y dar libertad al cien por ciento para que se pudieran lucir siendo fieles a su estilo. Fue algo medio loco porque sin decirles nada, el disco terminó conectado en varios puntos a nivel letras y sentimiento con lo que los artistas quisieron transmitir.
-¿Cómo cambia tu abordaje como productor según el género urbano con el que te toque trabajar?
– Para mí los géneros son sólo la capa exterior; el cómo se presenta. Pero en realidad para mí es lo mismo porque trato de no olvidarme que la música es arte. Entonces en el estudio siempre está la premisa de qué estás contando, qué estás diciendo, si estás trayendo un mensaje o llenando un espacio. Eso es lo más importante para mí, es algo que me lo pregunto todo el tiempo y que hasta a veces me cuestiono. «¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Tiene algún sentido? ¿Es un mensaje nuevo el que traigo?». Trato de tener esa búsqueda como artista y productor. Me gusta que también se note en la canción que dentro del estudio la pasamos y nos sentimos bien, porque cuando en una sesión no la pasás bien se nota. Yo trato de ser sutil con los artistas; simplemente fluir y crear las condiciones para que se sientan cómodos y bien.
-¿Cuál es tu mirada sobre el el momento que atravesó la escena del trap en 2022?
-Ya pasó con el rock: hasta que salieron Los Beatles era un movimiento más alternativo y underground. Los viejos miraban a sus hijos como si fueran loquitos. Después aparecieron las bandas y empezaron a surgir artistas que fueron gigantes y llenaban estadios. Y eso mismo le pasó al trap, que al igual que el rock, tampoco es un género surgido acá. Al principio, nos miraban con cara de ‘estos loquitos, ¿qué onda? ¿qué flashean?’, pero después el género se fue adaptando bastante a nuestra manera de hablar y a lo que somos. El hip-hop ya había asentado una base donde crecer. Es por eso que es una terrible estupidez la pelea entre rap y trap, porque toda la música se va allanando el camino a sí misma a nivel géneros. Lo bueno y lo sano es reconocer que el rock de algún modo le allanó el camino al trap, como en su momento el rhythm & blues lo hizo con el rock & roll. Así es la historia del arte y de la música. Aunque es cierto que a la hora de hacer música trato de no pensar en nada; eso queda en el subconsciente y ya. Soy consciente sí de que para mí el arte tiene que reflejar la era en la que fue hecho.
«Hay una realidad: las canciones no tienen el mismo alcance cuando las sacás adentro de un disco, pero decidí ‘sacrificar’ eso y hacer un disco como los que encontraba cuando iba a la disquería y me compraba discos sin conocer qué contenían»
-¿Cómo es trabajar para un artista y compartir ese rol con otros productores al mismo tiempo? ¿Cómo te resultó la experiencia?
-El año pasado fui a Miami por primera vez y conocí mucho sobre cómo se trabaja allá. Agarré muchas ideas, sobre todo con respecto a trabajar con compositores. Es algo que me encanta, es como a mí me gustaría trabajar acá. De a poco lo estoy empezando a implementar: llamar a compositores para la sesión, sumar a otros productores me parece que enriquece y hace que salgan cosas mejores. Allá estuve en un lugar que era toda una manzana, con diez estudios de grabación, canchas de básquet y hasta una imprenta para hacer merchandising. Era todo una locura: de repente te metés en una sesión con un artista y de golpe entra un compositor, te escucha y te tira data. Es un poco lo que pasa sin querer acá, pero mucho más profesionalizado. Hay compositores que están toda la jornada laboral ahí y van aportando a cada cosa que pasa dentro del lugar.