la pasión por Marcel Proust
La documentalista María Álvarez presenta este mes en el Malba y en el Cine Cosmos «El tiempo perdido», que sigue a un grupo de personas que se reúnen hace años a leer, diseccionar y conversar los siete tomos de la novela «En busca del tiempo perdido» del francés Marcel Proust, y que junto a otras dos películas forma una suerte de trilogía que retrata a las terceras edades con fineza y una elocuencia que expresa amor por la vida.
«A mí me fascinó ese grupo de personas mayores en un espacio público, alrededor de una mesa grande, en una especie de cápsula, ajenos a lo cotidiano, leyendo e intercambiando ideas sobre la memoria y el tiempo. Decidí seguir registrando los encuentros, pero no sabía muy bien qué iba a hacer, no parecía fácil hacer una película», explicó Álvarez a Télam.
«El tiempo perdido» llega al circuito comercial dos años después de haber ganado como Mejor Película Argentina en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 2020. Es la segunda pieza en la tríada de películas de Álvarez con personas de la tercera edad como tema; siguió a «Las cinéphilas» (2017) y antecedió a «Las cercanas», que obtuvo el mismo galardón en el certamen marplatense de 2021.
Se podrá ver en la Ciudad de Buenos Aires los sábados de noviembre en el Malba y del 17 al 23 en el Cine Cosmos.
«Siento la obra de Proust como una parte de mi vida. Fueron seis años de convivir con la novela y con Marcel, a quien siento como un amante que tuve por años. Es una parte fundamental de mi propia historia, de mi recorrido como lectora, como persona y como realizadora»
«No sé si podemos hablar de ‘rodaje’ -recordó Álvarez-. Más bien éramos dos personas con una cámara en la mano que sobrevolábamos al grupo como dos moscas, tratando de interferir lo menos posible. Ellos hacían lo suyo: leer, analizar, intercambiar ideas. Estaban concentrados en eso. Nosotros sólo tratábamos de capturar lo más fidedignamente ese ritual, intentando traducir algo de eso tan inexplicable e íntimo que es leer. Los filmamos durante cuatro años».
Con su cámara capta una intimidad sin prejuicios en un espacio público. Hay amor a la lectura y a Proust, por supuesto, pero también una pasión innegable por la vida. Buscando en cada línea de esa novela de siete tomos el sentido profundo que el autor le quiso dar y que a los miembros de este grupo, cuyos integrantes superan los 70 años, les fascina como si fueran adolescentes.
«Lo más hermoso del documental son las sorpresas, los errores, las confusiones y los mundos que se abren cuando estás filmando, Son mundos mucho más especiales que cualquier cosa que uno pueda llegar a imaginar. Después, la narración y la estructura son temas de montaje, y son inherentes al material filmado que te vuelve a sorprender cuando lo visualizás pasado un tiempo», explicó Álvarez sobre el armado de sus obras.
A su vez, este documental la unió al escritor francés: «A raíz del documental siento la obra de Proust como una parte de mi vida. Fueron seis años de convivir con la novela y con Marcel, a quien siento como un amante que tuve por años. Es una parte fundamental de mi propia historia, de mi recorrido como lectora, como persona y como realizadora».
«Éramos dos personas con una cámara en la mano que sobrevolábamos al grupo como dos moscas, tratando de interferir lo menos posible. Ellos hacían lo suyo: leer, analizar, intercambiar ideas. Estaban concentrados en eso»
¿Qué atractivo le encontrás a filmar a personas de tercera edad y su relación con el arte?
Me interesa la acumulación de memoria. Y a mayor cantidad de años vividos, mayor cantidad de recuerdos. No es lo mismo leer la novela de Proust a los treinta años que leerla a los sesenta. Nuestras experiencias nos modifican y amplían nuestro campo de sensibilidad. La forma de relacionarnos con las obras de arte se va modificando a través del tiempo porque cambiamos y nuestra sensibilidad completa la obra. Ese ida y vuelta entre la realidad y la ficción es lo que me interpela. Yo no filmo a cualquier persona de la tercera edad. Las y los protagonistas de mis películas son gente particularmente sensible, con sentido del humor, capaces de transmitir sus memorias, emociones e ideas de una manera particular, de una forma que podríamos llamar «memoria artística».