Se cumplen 50 años del histórico show de Bobby Fischer en Buenos Aires
Bobby Fischer es probablemente el ajedrecista más famoso de la historia, y también uno de los mejores. La vida del estadounidense estuvo plagada de luces y sombras, y entre sus diversos capítulos encontramos algunos que transcurrieron en Buenos Aires.
En 1971, la CABA se postuló como sede para una de las partidas de ajedrez más relevantes de la historia, la que marcó el inicio del desafío real de Estados Unidos -en la figura de Bobby Fischer- al dominio soviético en una disciplina que prácticamente formaba parte de su ADN.
El Teatro General San Martín acogió la final del Torneo de Candidatos, el paso previo para la final del Campeonato Mundial. Los candidatos eran el propio Fischer y el jugador armenio de la URSS Tigran Petrosian, que por entonces contaba con una carrera consolidada y había sido campeón del mundo entre 1963 y 1969, cuando perdió el título ante Boris Spassky. Petrosian era el tercer mejor jugador del mundo en ese momento, solo superado por Fischer y Spassky.
Fischer tenía entonces 28 años, su rival 42. Llegó a Buenos Aires sabiéndose un prodigio y con las ideas muy claras; nada más pisar suelo argentino en el aeropuerto dijo: “Soy el mejor jugador del mundo y estoy aquí para demostrarlo”. El norteamericano había llegado como una gran estrella, pero él solo; Petrosian se difuminaba como parte de una delegación soviética de 10 personas, entre las que había diversos analistas e incluso un cocinero.
Estaban programadas 12 partidas, de las que solo se necesitaron jugar 9. El duelo dio comienzo el 30 de septiembre de 1971 y finalizó el 31 de octubre; fueron 27 días de competición que terminaron cuando Petrosian detuvo el reloj y ofreció su mano reconociendo su derrota. El marcador era claro: 6.5 juegos para Fischer, 2.5 para Petrosian. Antes de aquel match, ambos se habían enfrentado 18 veces, con 3 victorias cada uno y 12 empates; Fischer definitivamente tomaba la delantera y acababa con una hegemonía soviética de más de 20 años.
El teatro, en el que había cerca de 700 espectadores, estalló en júbilo; aplausos y gritos que rompían un silencio de más de 4 horas, las que había durado el juego final. El árbitro cambió el cartel de “Silencio” por uno en el que se leía “¡Viva Argentina!”.
Había unas 700 personas a partir de la sexta línea de butacas -Fischer demandó que las dos primeras estuvieran libres, y la cuarta y quinta estaban ocupadas por fotógrafos y cámaras-, pero por los pasillos y alrededores se reunía más gente, un promedio diario de unas 3500 personas.
Muchos expertos opinan que el show entre Fischer y Petrosian en Buenos Aires fue el aperitivo del circo mediático que supuso la final del Campeonato Mundial que se jugó en Islandia al año siguiente. Ese recordado match entre Bobby Fischer y Boris Spassky ha sido una de las fuentes de inspiración de la exitosa serie “Gambito de dama”, sobre todo del enfrentamiento entre la protagonista, Beth Harmon, y el personaje de Vasily Borgov.
Todos los personajes que aparecen en “Gambito de dama” son inventados, pero se ha hablado mucho de la influencia de Bobby Fischer en Harmon, el personaje que interpreta la actriz argentina Anya Taylor-Joy. En realidad, el hecho de que esté protagonizada por una mujer y el éxito de la serie han servido para reivindicar diferentes “Beth Harmon de la vida real”, históricas como Vera Menchik o Judit Polgár y actuales como Dorsa Derakshani. Y, sobre todo, han servido para promocionar el ajedrez femenino en general, algo que jugadoras como la propia Polgár o la campeona de ajedrez y semiprofesional de poker Jennifer Shahade, a través de su organización “9 Queens”, llevan años haciendo.
La visita de Bobby Fischer a Buenos Aires supuso un fenómeno a nivel local semejante al que ha tenido “Gambito de dama” a escala global. No era la primera vez que el norteamericano había estado en la Argentina, de hecho, cuenta con múltiples anécdotas que lo vinculan a la CABA y las noches porteñas. Ya cuando visitó Buenos Aires para disputar el II Torneo Internacional en 1970, igual que sucedió en 1971, causó furor: las localidades se agotaron, se reunieron multitudes para ver al genio, y en la ciudad se agotaron los libros sobre la disciplina y los tableros. Se cumplieron 50 años de aquellos días en que Buenos Aires se volvió loca por el ajedrez.