Tecnología

La verdad incómoda de la inteligencia artificial: por qué tu arquitectura de datos está fallando

A medida que las soluciones de inteligencia artificial (IA) generativa inundan el mercado y se integran rápidamente en diversos sectores, muchas empresas descubren una verdad incómoda: sus arquitecturas de datos actuales no están lo suficientemente preparadas para soportar esta nueva ola de innovación. No obstante, la raíz de este problema no es únicamente técnica.

La experiencia acumulada en la implementación de proyectos de datos e IA sugiere que una arquitectura de datos robusta, capaz de generar valor real y sostenible, se asienta firmemente sobre tres vértices interconectados:

La realidad es que ignorar, incluso, uno solo de estos vértices no sólo ralentiza el progreso de la implementación de inteligencia artificial, sino que puede llevar al colapso de todo el sistema de valor. Una arquitectura de datos que logra un equilibrio armonioso entre estos tres elementos deja de ser un mero lujo para convertirse en la única ruta viable para implementar la IA de manera organizada, efectiva y, fundamentalmente, rentable. Es clave comprender su interconexión: si uno de ellos falla, la implementación se desploma, afectando drásticamente la eficiencia y los resultados.

Basta con considerar experiencias propias para observar evidencias de estos comportamientos, donde el éxito, o el fracaso, no es solo atribuible a la tecnología, sino, en gran medida, a la confianza y a la plena adopción por parte de los equipos. Las soluciones de IA generan valor solo si los tres pilares de la arquitectura de datos se alinean; y es clave de éxito a largo plazo definir la visión estratégica y potenciar a las personas, más allá del enfoque tecnológico.

Los pilares fundamentales de la arquitectura de datos

En primer lugar, la estrategia es lo que convierte los datos en valor, no en costos. Sin una visión empresarial clara, bien articulada y alineada con los objetivos de negocio, las iniciativas de datos e inteligencia artificial de una organización están destinadas a ser costosas y de bajo impacto. 

En este escenario, los grandes «lagos de datos», a pesar de su potencial, pueden fácilmente transformarse en costosos o «basureros digitales» si no existe un propósito de negocio definido que guíe su construcción, su mantenimiento y, sobre todo, su uso.

De hecho, un informe de la consultora Forrester indica que el 68% de las empresas aún no logran monetizar sus datos, lo que convierte una inversión significativa en un gasto ineficiente y sin un retorno tangible. Para contrarrestar esta situación, resulta fundamental vincular cada componente técnico de la arquitectura de datos a un KPI (sigla por Key Performance Indicator) de negocio específico y medible.

En segundo lugar, la cultura actúa como el sistema inmunológico de la organización contra el fracaso de la IA. Invertir en la tecnología más avanzada disponible en el mercado sin preparar adecuadamente a la organización para su adopción es comparable a comprar un super auto y luego entregárselo a alguien que carece de la formación para conducirlo.

Según el MIT (Instituto de Tecnología de Massachussets), el 65% de las implementaciones de inteligencia artificial no producen valor, principalmente debido a la resistencia humana. Esta resistencia puede manifestarse de diversas formas, incluyendo:

  • La persistencia de silos departamentales que impiden el flujo de datos y obstaculizan la colaboración interfuncional.
  • El miedo inherente a la automatización, donde la IA es percibida como una amenaza de reemplazo laboral, en lugar de un potenciador de las capacidades humanas.
  • Una profunda desconfianza en los resultados generados por algoritmos que, a menudo, carecen de transparencia. 
  • La falta de alineación cultural representa pérdidas de oportunidades de negocios, demostrando que la tecnología más brillante resulta inútil si no es activamente utilizada y aceptada por quienes deben operarla.

La infraestructura de datos no es una entidad neutral; por el contrario, es, en el mejor de los casos, un fiel reflejo de decisiones tomadas en el pasado, las cuales, a menudo, fueron reactivas o se basaron en las limitaciones de las tecnologías disponibles en su momento.

Los patrones obsoletos pueden generar sesgos estructurales; por ejemplo, si los datos han sido utilizados históricamente para denegar créditos basados en zonas postales específicas, un modelo de IA entrenado con estos datos podría aprender y perpetuar esas desigualdades, incluso sin una intención directa.

Además, los sistemas de gobernanza fragmentados o reactivos impiden la integración proactiva de nuevos datos o la corrección ágil de sesgos, llevando a que los modelos de IA operen con una «realidad» desactualizada o inherentemente sesgada, una verdadera «realidad virtual».

Esto puede verse manifestado en decisiones erróneas o, en el caso de los modelos generativos, en «alucinaciones» al carecer de un contexto adecuado o de datos frescos y curados que reflejen la realidad actual.

Una solución eficaz a este desafío implica realizar auditorías éticas y responsables de la arquitectura de datos en su conjunto, planteando preguntas críticas como: «¿Qué patrones técnicos heredados están afectando la infraestructura?» o «¿Qué deficiencias en la gobernanza de los datos están distorsionando la realidad con la que se ‘alimenta’ a las soluciones IA?».

El camino hacia el éxito con la IA está plagado de trampas si no se aborda la arquitectura de datos desde una perspectiva estratégica, cultural y tecnológica integral. Hoy, el desafío para las organizaciones no es preguntarse si deben invertir en IA, sino si están preparadas para sostenerla sobre bases sólidas que garanticen resultados reales en el tiempo.

(*) Arquitecto empresarial y de datos en Ingenia.

Fuente: iprofesional.com

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