Espectáculos

«Ateneo para una familia»: de lo íntimo a lo colectivo

En la obra dirigida por Marcelo Mininno, la memoria familiar se funde con la historia argentina. «Hablar de una casa en ruinas es hablar de todos nosotros», sostiene el actor Agustín Rittano.                     

Radiografía de una Argentina que duele. Inspirado en el universo rioplatense de En familia, obra del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez, el director Marcelo Mininno estrenó Ateneo para una familia, pieza contemporánea que retrata las vicisitudes de una familia argentina de clase media en decadencia, golpeada por las sucesivas crisis políticas y económicas. Una indagación de lo íntimo pero también de lo colectivo, y un ejemplo de cómo la memoria familiar se funde con la historia de un país. Las funciones se realizan en el Teatro de la Ribera (Pedro de Mendoza 1821) este sábado, el domingo 2 y el sábado 8 de noviembre a las 15.30.

Protagonizada por Agustín Rittano, Karina Antonelli, Malena Figó y Horacio Marassi, tiene un elenco que se completa con Diego Berone, Leila Ducrey, Catalina Fusari Picollo, Benjamín Marco, Paula Rozenwurcel y Jonás Volman, egresados de la carrera de Formación del Actor-Actriz de la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) que recibió la Beca «Familia Podestá! para egresados con los mejores promedios. Juntos interpretan a los miembros de una familia disfuncional que intenta sobrevivir en medio de la hiperinflación de Alfonsín y que, más tarde, se enfrenta a la vorágine menemista de la especulación financiera y a la estocada final de 2001. 

«Ateneo para una familia» se puede ver este sábado, el domingo y el sábado 8. 

Escrita en 1905, la obra original de Florencio Sánchez adquiere en la puesta de Mininno otras resonancias que interpelan de modo directo al espectador. «Esta obra pega muy de cerca, porque uno siente que está actuando su propia historia», comenta al respecto Agustín Rittano, quien interpreta a Damián, el protagonista de la obra que vuelve con su esposa a la casa familiar y que intenta en vano rescatar a sus padres y hermanos de una crisis sin retorno. «Esta no es una ficción que está lejos de uno sino el país mismo metido adentro de una casa que se cae a pedazos porque está llena de deudas, con una madre que sigue creyendo y con hijos que no saben cómo hacer para sostenerse”, añade el actor en diálogo con Página/12

¿Qué te atrajo de la propuesta?

El director actualizó la obra de Sánchez creando un dispositivo escénico donde se cuenta la historia original pero también las crisis económicas sufridas en el país, y con esa sinopsis era imposible no engancharse en un proyecto así. Además, en 2006, con otra Argentina, estrené una obra que se llamaba De mal en peor. La dirigía Ricardo Bartis y, precisamente, la estructura narrativa partía del universo de Florencio Sánchez para hablar, entre otras cosas, de la deuda. Entonces, esta propuesta implicaba volver, casi veinte años después, a este autor que me fascina. Y significaba también volver a hablar de la crisis argentina, un tema al que hoy, más que nunca, tenemos que ponerle el pecho, para poder hablar del horror que vivimos con este presidente farsante.

– Si bien la versión de Mininno transcurre en las décadas de los ochenta y los noventa, pasando por la crisis de 2001, parece tener una vigencia notable al momento de hablar de la deuda externa, la especulación financiera y la crisis económica de la clase media. ¿Qué reflexiones te disparó la obra en este aspecto?

– Damián, mi personaje, hereda una casa endeudada, pero también hereda una historia y un país que se repite, que cae una y otra vez en el mismo surco. O sea, hereda una ruina, pero intenta repararla. Eso es bien argentino: seguir arreglando lo que ya está roto. Y en el escenario, eso se convierte no solamente en una metáfora sino también en una experiencia física, emocional y política. Por eso, actuar acá, para mí, es ponerle el cuerpo a la crisis, a la deuda y a esa repetición que nos persigue. Ateneo para una familia no es una obra que ofrezca alivio. Al contrario: te deja expuesto y te obliga a mirarte.

Muchas obras de teatro toman a la familia como disparador del conflicto dramático. ¿Qué elementos de este sujeto colectivo familiar advertís que son atractivos para construir una ficción?

La familia siempre es un campo de batalla. Ahí están concentradas todas las tensiones: amor, bronca, reclamos, culpas y la herencia. Todo. Y en este caso eso se amplía, porque la familia se vuelve el país. Lo que pasa entre padres e hijos es lo mismo que pasa entre generaciones de argentinos. Por eso me interesa actuarla: porque hablar de una casa en ruinas es hablar de todos nosotros.

¿En qué otros proyectos estás trabajando?

– Estoy ensayando una obra de Damián Dreizik que se llama El retrato punzó, y que se va a estrenar a principios de noviembre en el Teatro Nacional Cervantes. Además, estoy dirigiendo una obra de Violeta Marquis que se llama Soy lo que quieras para que me quierasss, y con la que vamos a hacer cinco funciones en noviembre (1, 8, 15, 22 y 29 a las 21.30) en Fundación Cazadores.

Hoy el teatro es el refugio de muchos artistas ante la ausencia de otros ámbitos como la televisión, que ha dejado de producir ficción. ¿Cómo ves la escena teatral en este contexto?

– La escena teatral hoy es un refugio, pero también una trinchera. La televisión dejó de producir ficción hace rato. Ahora existen las plataformas, y allí se concentra casi la totalidad de nuestra ficción, pero más allá de eso siempre está el teatro, que no depende de permisos ni de algoritmos. Y que, si no hay un mango, se va a seguir haciendo. El teatro, aunque parezca frágil, sigue siendo un acto político. Es un modo de decir: “Che, acá estamos. Y vamos a seguir estando. Aunque les joda”. 

Fuente: Pagina12

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