Espectáculos

Ace Frehley, de la tierra al espacio

Fue un autodidacta que dejó una marca en el rock de los ’70 como uno de los pilares de Kiss. Pero también debió lidiar con el alcoholismo, los tiránicos modos de Paul Stanley y Gene Simmons y una carrera solista inevitablemente comparada con sus logros en la banda.

Era el momento en que los parroquianos de After Eight en el barrio de Flores o el Vinicius del centro estallaban de gozo: cuando no existía ni la posibilidad de imaginar algo llamado YouTube, había que ir a la trasnoche de esos lugares para ver a Kiss en el Budokan de Tokyo de 1977. En un pasaje del show, el tipo empezaba a meterle garra a la Gibson Les Paul. Y llegaba el momento cumbre. En plena tormenta de distorsión, reverb y echo, la guitarra de Ace Frehley empezaba a echar humo. El griterío entre la pendejada era atronador. Una de las maneras de surfear el corset de la dictadura era el rock. Y aun con toda la inocencia que puede inferirse de la situación, definitivamente Kiss era rock. Y Space Ace, Ace Frehley, The Spaceman, se convertía en superhéroe.

Es por eso que, para muchos que peinan canas o ya ni tienen nada que peinar, la muerte de Paul Daniel Frehley es también la muerte de un pedacito de adolescencia. El músico abandonó este plano el jueves por la noche en Morristown, New Jersey, tras veinte días de agonía provocada por una caída en su estudio que le desencadenó una hemorragia cerebral. Tenía 74 años. Cargaba con una leyenda que no sabe de décadas ni flaquezas, a la que no le importa el desprecio de músicos mejor formados que lo veían como un tribunero o un guitarrista mediocre, un efectista que lanzaba humo o chispas desde su instrumento. A los Ramones también los miraban como cavernícolas y quizá lo eran, pero sin ellos la historia del rock sería muchísimo más gris.

Y Kiss era un circo, sí, pero apoyado en canciones que encendían la sangre. Surgidos en una New York que alentaba sus propias formas del punk antes de los Pistols y The Clash, que ya sabía del rock maquillado a través de los New York Dolls y veía surgir a monstruos como los mismos Ramones, Television, Blondie y Talking Heads, esos pibes sin un mango en el bolsillo decidieron que si querían destacar debían hacerlo a lo grande. Frehley fue el último en llegar, al responder a un aviso en The Village Voice y hacer una audición frente a Paul Stanley, Gene Simmons y Peter Criss que resultó en su imediata incorporación. La decisión de maquillarse aún más que los Dolls ya estaba tomada; aunque Stanley había elegido una estrella roja en su ojo derecho, Frehley, fanático de la ciencia ficción y los viajes espaciales, decidió que su personaje tendría dos estrellas plateadas que le abarcaban buena parte de la cara.

Pero Ace hizo algo más: Simmons y Stanley habían abandonado su proyecto anterior, Wicked Lester, y junto a Criss ya se habían bautizado con su breve y rotundo nombre. Y fue Frehley quien diseñó el logo que se volvería señal planetaria, al que Stanley solo le hizo un par de retoques… y del que pronto deberían dar explicaciones por su involuntario parecido con las SS germanas (de hecho, en una gira por Alemania directamente debieron cambiarlo). Así, la última incorporación de la banda sería también responsable de una marca de fábrica.

Pero eso sería el plano estético. Stanley fue siempre un muy buen segundo guitarrista, pero Kiss necesitaba un violero que sacudiera el sonido, que aullara tanto como los falsetes del cantante, que estuviera a la altura del pesadísimo bajo (y los vómitos de fuego) de Simmons. Frehley tenía eso, y lo tenía por obra y gracia de una inspiración tan estelar como su maquillaje. Sus padres eran descendientes de holandeses y llevaban la música en la sangre y el espíritu, y a los 13 años Paul Daniel recibió el mejor regalo navideño posible: su primera guitarra eléctrica. No necesitó maestros, nunca fue a la academia ni aprendió a leer el pentagrama. Mediante el ensayo y error y la atenta escucha de Jimi Hendrix, Keith Richards, Jeff Beck, Albert Lee y Pete Townshend, Frehley dominó el instrumento con cierta facilidad. Y cuando ese dominio llamó la atención de sus compañeras de secundaria y su labia hizo el resto, sus compañeros le dieron el apodo definitivo. Adiós Paul Daniel, hola Ace.

Quizá la historia oficial exagere un poco las penurias de los inicios, aunque Kiss tuvo su buena cuota de salas vacías y mofas que -dada la religión judía de Simmons y Stanley- los señalaban como «bandita de bar mitzva». Pero eso duró poco, y cuando el manager Bill Aucoin les garantizó una  paga de 50 dólares semanales, Ace pudo dejar los trabajos ocasionales de cartero, taxista y repartidor de licorería. Ese último currito, precisamente, lo inspiró para la composición de «Cold Gin», su único aporte al disco debut Kiss (1974), grabado en solo un par de semanas; como el guitarrista estaba inseguro de su voz, el tema fue vocalizado por Simmons. Pero junto a «Strutter», «Black Diamond», «Firehouse» y «Deuce» se convirtió en una de las razones por las que Kiss ya no supo de salas vacías, y lanzó apenas ocho meses después el explosivo Hotter Than Hell, donde volvió a ceder un tema que Gene hizo propio, «Parasite». En solo dos años más, Dressed to Kill (1975) y el esencial Destroyer (1976) los convirtieron en atracción internacional.

A pesar de esos logros y su innegable aporte a la banda, Frehley no la tuvo fácil. Tras una experiencia cercana a la muerte en la que sufrió una descarga eléctrica en escena, al fin se animó a poner su voz en -claro- «Shock Me», de Love Gun (1977). Y a medida que se desarrollaba la década, Kiss se fue desbalanceando. Los excesos con el alcohol de Ace y el Catman los dejaron en inferioridad frente a Paul y Gene, mucho más rigurosos y disciplinados a la hora del trabajo. Pero fue un hecho más relacionado con el mercado que con la dinámica interna lo que empezó a ampliar la grieta: cuando en 1978 salieron de manera simultánea los discos solistas, el cover de «New York Groove» (de Russ Ballard) hizo que el de Ace fuera el más exitoso de los cuatro. Fue un golpe para el ego de Simmons y Stanley, que permitieron que Frehley protagonizara un record de tres canciones en Dynasty (una de ellas, un tributo a su héroe Richards en la versión del «2,000 Man» de los Stones) y otras tres en Unmasked, pero empezaron a marcarle cada vez más la cancha. 

Como buenos compañeros de borrachera, Ace tenía mejor relación con Criss (para quien compuso canciones como «Strange Ways» y «Getaway»); tras dejarlo afuera de las labores en la batería de Unmasked, tan dibujado como el comic de tapa, Gene y Paul decidieron su despido, entró Eric Carr sin voz ni voto, y eso terminó de inclinar la balanza. Frehley perdió en la votación por hacer un disco «conceptual» (y tenía razón en oponerse: el proyecto terminó siendo el flojo Music from «The Elder»). En Creatures of the night (1982) se repitió la historia de Peter: Ace aparecía en la portada y en los créditos, pero no había tocado una sola nota.

El cometa y el regreso

Para Frehley, salir de un Kiss ya con manejos dictatoriales fue una liberación, pero también la obligación de limpiarse y trabajar el doble. Mientras su ex banda daba el gran golpe de quitarse el maquillaje en vivo en MTV, meter nuevos éxitos con Lick It Up y endurecerse con Animalize, el guitarrista tuvo que luchar para conseguir un contrato de grabación, anque finalmente tuvo su recompensa: en 1987, el debut de su proyecto Frehley’s Comet vendió medio millón de copias. Pero sus propias inconsistencias y un mercado musical mucho más permeable al pop de Madonna y Michael Jackson o en todo caso al hair metal que se cocinaba en California le fueron haciendo todo cuesta arriba.

Resultó natural entonces que aceptara la propuesta de sus ex compañeros para una aparición especial en el MTV Unplugged de 1995, a la que siguieron dos golpes de efecto típicamente kisseros: en los Grammy del año siguiente, Tupac Shakur introdujo sorpresivamente al cuarteto original nuevamente maquillado. Dos meses después, reaparecieron a bordo del portaaviones Intrepid para anunciar la esperada gira de reunión con Conan O’ Brien como presentador y transmisión en directo para 58 países. El público argentino, aún dolido por aquel sonado episodio del show que no fue en la Bombonera (y la estafa con las entradas), acudió en masa a River el 14 de marzo de 1997, pero ese fue solo uno de los hitos: durante más de un año, el Alive Worlwide Tour totalizó 192 shows, recaudó casi 44 millones de dólares netos y consagró a Kiss como la banda más convocante del año.

El milagro de los dos desplazados y sus jefes girando durante tanto tiempo sin mayores inconvenientes podría haberse trasladado a Psycho Circus, el disco que en 1998 reunió al cuarteto en el estudio… ma non troppo. Repitiendo gestos anteriores, Stanley y Simmons recurrieron más a sesionistas y colaboradores como Tommy Thayer y Bruce Kulick que a las labores de sus compañeros. Presentado como una despedida, el Psycho Circus World Tour volvió a pasearlos por el mundo -y de vuelta en River, el 10 de abril de 1999- llevando el concepto de «circo» hasta el fin, con pasajes que invitaban a los asistentes a ponerse anteojos de cartón 3-D.

No fue un buen trago para Ace y Peter. Con un disco en el que apenas habían participado demolido por la crítica, convertidos en meros asalariados, sin poder de decisión y apenas disfrutando el revival, se convencieron de que era el fin de la historia; de hecho, el baterista abandonó la gira antes del segmento por Asia, y apenas terminó Frehley volvió a decir adiós. 

La experiencia fue tan poco satisfactoria que las nuevas negociaciones que existieron entre Paul y Gene con sus ex compañeros para la despedida definitiva -que volvería a pasar por aquí, en el Campo de Polo- nunca llegaron a buen puerto. Hubo discusiones por el salario y porque Ace estaba en completo desacuerdo con una de las ideas, aparecer para los bises del último concierto en New York junto a Thayer: parecía bastante lógico que el Space Ace original no accediera a compartir escena con su fotocopia. Para colmo de males, Simmons no ahorró comentarios desdeñosos hacia Peter y Ace, cuestionando su profesionalismo y soltando cosas como «no tienen la energía necesaria, no están a la altura de lo que Kiss necesita». Ni siquiera los intentos de Stanley por suavizar esas declaraciones destrabaron la situación. Ayer, por supuesto, Gene prefirió recordarlo en un posteo como «un auténtico soldado del rock».

10,000 Volts, el disco lanzado por Ace Frehley el año pasado, pasó sin hacer demasiado ruido; su plan era lanzar en 2025 Origins Vol. 3, el disco en el que aún trabajaba en el estudio cuando el destino metió un giro definitivo. «Soy una anomalía, un tipo sin educación que no sabe leer música», le dijo en 2009 a la revista Rock’n’Roll Experience. «Pero soy uno de los guitarristas más famosos del mundo, imaginate… me gustaría que me recuerden como alguien que tuvo cierta integridad, un buen cantante y compositor y performer, alguien que realmente no tuvo nada malo que decir de nadie. Solo traté de llevarme bien con todos, y darle algo de placer a la gente». Paul Daniel Frehley, Space Ace, podrá descansar en paz: algo de esos objetivos ha sido cumplido. Y los fantasmas de After Eight y Vinicius, desaparecidos hace tanto, siguen echando humo.

Fuente: Pagina12

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