Teenage Fanclub: «Una carrera musical es como una ola»

Con una trayectoria iniciada en 1989, el grupo escocés al fin debutará en la Argentina. «Nos aseguraremos de cubrir todo lo que creemos que debemos tomar en cuenta», dice el guitarrista y cantante Norman Blake.
El tiempo siempre da revancha, y algunas son muy buenas, como la que protagonizó Supergrass el pasado 30 de agosto en Buenos Aires. El grupo icónico del britpop debutó tardíamente en el país de la mano de la celebración de los 30 años de su primer álbum, I Should Coco. Y lo que pudo haber sido una reunión de cincuentones nostálgicos terminó por convertirse en una performance tan sorpresiva como formidable. Ni hablar de lo modernos que sonaron. Nadie esperaba algo así, al punto de que rankea entre los mejores recitales internacionales de 2025. Lo mismo puede pasar esta semana con otros supervivientes de la escena musical británica de los años 90: Teenage Fanclub, que actuará por primera vez en la capital argentina, dentro del ciclo Primavera Club, este martes 9 a las 20 en la sala C Art Media (Av. Corrientes 6271).
“Estamos muy emocionados con este recital porque siempre estuvimos cerca de Argentina (se refiere a las dos veces que se presentaron en Brasil), y recién ahora podemos ir”, dice Raymond McGinley, cantante y guitarrista de la banda escocesa, quien en esta entrevista se encuentra acompañado al otro lado del zoom por Norman Blake, el otro vocalista y violero (son los dos únicos músicos fundadores que todavía sostienen a la formación). “Como somos conscientes de que tenemos que ponernos al día con nuestros fans argentinos, y de que sólo daremos un show, nos aseguraremos de cubrir todo lo que creemos que debemos tomar en cuenta. Con suerte, tocaremos un set bastante largo en el que alternaremos el material antiguo con canciones nuevas. Intentaremos cubrirlo todo, así que esperamos que la gente no se aburra”.
La gira que los trae por estos lares es la de su último álbum de estudio, Nothing Lasts Forever (2023), constituido por una decena de canciones que están a la altura de su estatus de leyenda, y en las que además sobresalen las innovaciones sonoras y flirteos con la música country. “Nos motiva mucho hacer música nueva. Esa siempre fue nuestra guía, desde que la banda nació en 1989. Es por eso que para nosotros lo más importante es cada último disco que hacemos”, reconoce Blake. “Como músico, es muy divertido ser creativo. En muchos sentidos, sería aburrido si nada más tocáramos canciones viejas. Aún tenemos cosas para decir y explorar, tanto en lo musical como en lo lírico. A lo que McGinley añade: “Hoy lo que hacemos no es muy distinto a cuando salió nuestro primer álbum. Tenemos más discos para elegir, pero seguimos siendo los mismos todos estos años”.
A contramano de la imposición de tendencias a la que obligó la era digital, los oriundos de Bellshill (ciudad ubicada a 16 kilómetros de Glasgow) sostienen su propia agenda y formato al momento de hacer un nuevo álbum. “Aún hacemos discos con la intención de capturar el momento”, reconoce Blake. “Somos conscientes de que probablemente en tres meses hayamos cambiado en muchos aspectos. Cuando grabamos, estamos un poco apartados del mundo o del público. Nadie nos conocía antes de que saliera nuestro primer álbum, e intentamos volver a esa mentalidad de complacernos a nosotros mismos al crear nuevas canciones”. Al respecto, McGinley ahonda: “Nunca seguimos las modas, siempre hicimos lo que quisimos. Una carrera musical es como una ola: a veces es tu momento y otras veces la gente no está tan interesada”.
Este desembarco porteño coincide con la celebración de los 30 años de Grand Prix, disco que los disparó al estrellato. “Tocaremos canciones de ese álbum”, adelanta Blake. “Lo hicimos en los estudios The Manor, en Oxford, donde se grabaron muy buenos trabajos como Tubular Bells (1973), de Mike Oldfield. Nuestro disco Bandwagonesque (1991) fue aclamado y marcó tendencia, pero con el siguiente, Thirteen (1993), las cosas decayeron un poco. Así que cuando llegó el momento de Grand Prix estábamos decididos a hacer un buen disco. Trabajamos con un gran ingeniero y productor, David Bianco, a quien conocimos a través de Frank Black. Él fue un verdadero catalizador. En aquel momento, giramos en los Estados Unidos con Radiohead porque lanzaron OK Computer casi al mismo tiempo. Fue una época muy divertida”.
Tras ese lanzamiento, Kurt Cobain los llamó “el mejor grupo del mundo” y Liam Gallagher afirmó que eran la “segunda mejor banda del mundo”, luego de Oasis. “Fui a ver a Oasis a Edimburgo, a partir de la invitación que me hizo Gem Archer (guitarrista de los mancunianos), quien es amigo mío”, explica McGinley. “Estoy feliz por él, porque tuvo cáncer hace unos años, y sé que esta vuelta le vino muy bien”. Y Blake despacha: “No pensamos que el pasado haya sido mejor que lo que sucede ahora. Estamos muy contentos con el presente. Somos demasiado mayores para dedicarnos a otra cosa, así que seguiremos haciendo música hasta que se pueda. Esto nunca lo hicimos por dinero. Si ésa es tu motivación, estás en el negocio equivocado. La música es un lugar difícil para la mayoría de las bandas, sobre todo ahora que no hay ventas de discos”.
A poco más de 10 años del último referendo por la independencia de Escocia, el movimiento emancipador en esa nación fue debilitándose paulatinamente, pese a que en los sondeos el “voto Indy”, como lo suelen llamar, en junio de 2025 contaba con un 54% de apoyo. Sin embargo, esto no se refleja en el Parlamento, donde los nacionalistas perdieron escaños. “Como la mayoría de los lugares, Escocia está llena de mucha gente con ideas diferentes sobre cosas distintas”, reflexiona McGinley. “Si la gente quisiera que Escocia fuera un país independiente, definitivamente hubiera sucedido. Pero la mayoría se opone porque teme por un futuro incierto, mientras que otros piensan que eso complicaría más las cosas de lo que están. Como yo lo veo, nada impide que Escocia sea un país independiente, salvo los propios escoceses”.
Cuando el Zoom avisa que quedan pocos minutos para que termine la reunión, Blake pide permiso para contar una anécdota. “Vale la pena que la conozcas porque está relacionada con Argentina”, contextualiza. “Estuve en el debut internacional de Maradona con la Selección. Ustedes jugaron con Escocia en el Hampden Park, en Glasgow. Raymond y yo estuvimos allí, y lo curioso es que aún no nos conocíamos. Fue una hermosa coincidencia. Aunque era un jugador nuevo, sabíamos quién era Maradona. Ya era un chico prodigio (esto pasó el 2 de junio de 1979, y Argentina ganó 3 a 1, con el primer gol de Diego con la camiseta). Y luego lo volvimos a ver en el mismo estadio, ya como entrenador, años más tarde. Apenas salió al campo, la ovación fue tan grande que se emocionó”.