Literatura y memoria en tiempo presente

Durante dos días, la ciudad de Resistencia reunió a autores y lectores en ponencias y talleres. Una mesa alrededor de la memoria reveló un nuevo escenario en tiempos de avance de las derechas.
Desde Resistencia
Fueron dos intensos días de encuentros literarios con autores y especialistas en la Casa de las Culturas, en escuelas primarias y secundarias y en los talleres para mediadores de lectura. La realización del 30° Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, organizado por la Fundación Mempo Giardinelli, dejó tras de sí una estela de miradas e interrogantes, recomendaciones lectoras, abrazos y pedidos de firmas en ese encuentro que siempre es reclamado y valorado por los lectores con los autores que admiran. El aniversario redondo logró celebrarse, a pesar de las dificultades del contexto, con calidad y diversidad en la programación. María Teresa Andruetto, Isol, Camila Fabbri, Eduardo Sacheri, Graciela Bialet, Emilce Moler, María Fernanda Maquieira, Fabiana Nolla, Francisco Tete Romero, Mariela Blanco, Andrés Sobico, el peruano Jorge Eslava, el venezolano Fanuel Hanán Díaz, el español Fernando Operé, la mexicana Lucero Gómez Cruz, el brasilero Jéferson dos Santos Assumção, el paraguayo Marco Ferreira, junto a Giardinelli, dieron forma a este foro como escritores, ilustradores, editores, investigadores, directores de bibliotecas y planes nacionales del libro en otros países. La «fiesta lectora» terminó en la sede de la fundación, soplando las velitas de la torta de cumpleaños y con música improvisada y compartida, a cargo entre otros de Isol, que además de ser reconocida y premiada como ilustradora ha hecho distintos proyectos como cantante.
«El foro siempre es el arte de conversar», se ríe Andrés Sóbico, que reconoce que aprende y disfruta tanto de los momentos del encuentro en sí como de las conversaciones en las comidas y traslados con los autores. Vino a Resistencia para hablar específicamente a partir de su libro álbum Como una guerra (en coautoría con Paula Adamo), seleccionado para ser distribuido en escuelas por el Plan Nacional de Lecturas. Sin mencionar nunca la palabra Malvinas, y además con muy pocas palabras, el libro logra hablar profunda y literariamente sobre mucho de lo que pasó en esa guerra, quiénes y cómo eran los que fueron a pelearla, qué les pasó a ellos y a sus familias cuando volvieron.
Este profesor y capacitador de Tecnología (recientemente feliz jubilado) elige presentar su libro como «un algoritmo que produce un silencio de 8 segundos y luego una conversación de media hora». «Y eso es lo que sirve en las aulas, y volvemos al verbo conversar y a su importancia -advierte-. Cuenta lo que le pasó aquí, donde dio tres talleres, uno para profesores, otro en un secundario técnico y el último en la biblioteca Graciela Cabal de la escuela Andresito.
«En esa escuela primaria, de los 25 chicos con los que estuvimos conversando, dos tenían tíos -eran tíos abuelos- excombatientes de Malvinas. Uno hablaba muy poco, casi nada, el otro hablaba mucho y puteaba, criticaba todo lo que había pasado. Y uno podía ver claramente quién la había pasado mejor con esa historia familiar. Entonces, este libro que induce a que chicos hablen del tema con sus familias (hay otro caso de Mar del Plata que me emocionó mucho, un chico que descubrió que su tío era excombatiente por haber leído Como una guerra en la escuela) muestra que lo que mató a esos excombatientes cuando volvieron, fue el no poder hablar. Esos 600 suicidios, el equivalente a las muertes en la guerra, tienen para mí un solo vector: no haber podido hablar. Y que este libro haga hablar, es el mayor logro».
En la mesa en la que expuso Sóbico, «Ficción y memoria en las aulas», participó también Emilce Moler, que desde todos sus años de una militancia que siempre incluyó muy activamente las visitas a escuelas, vino a Resistencia decidida a sacudir su cartel de «sobreviviente de la Noche de los Lápices». Contó lo que pasa hoy en las escuelas como la que visitó esta misma mañana. Jóvenes que tras escuchar su testimonio le responden que ellos saben que «no fueron 30 mil», que «con la dictadura estábamos mejor», que hablan del «curro de los derechos humanos» como verdad instalada. Que se presentan como orgullosos libertarios y (eso no ocurrió aquí, donde quienes esgrimieron estas posturas lo hicieron con respeto) confrontan y filman, esperando sacar algún fragmento para luego «escrachar» en las redes.
¿Sirven hoy los testimonios como el de los sobrevivientes, puestos a «competir» en desventaja con TikTok, con «otras voces que se han envalentonado», en esa «paridad de voces» que se le plantean a las nuevas generaciones?, podría resumirse el planteo de Moler. ¿Sirve sin un trabajo de otro tipo, dentro y fuera del aula, que incluye incluso interrogarnos sobre si los símbolos históricos de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia, alcanzan o son eficaces por su solo planteo para dirigirnos a esas nuevas generaciones?
«Enseñar lo que pasó en la dictadura con conceptos que pensamos que siguen siendo vigentes desde lo emocional, no nos conduce a un buen resultado», advirtió la autora de La larga noche de los lápices. «No es enojándose, obturando la palabra o diciendo que hay cosas que no se pueden discutir: es lo peor que podemos decir a un adolescente. Ellos quieren discutir todo y nosotros tenemos que promover y encausar esa discusión».
«Debemos asumir que tenemos que aprender como discutir con jóvenes que adhieren a posiciones, liberales y de derechas. ¿Los vamos a ignorar? Debemos aprender a discutir con las derechas», planteó también, reclamando «una nueva pedagogía de trasmisión de conceptos de acuerdo con estos tiempos». «Debemos salir del estupor y de la nostalgia que
nos tiene inmovilizados y ponernos a conducir estos debates«, reclamó.
También la cordobesa Graciela Bialet habló de «mucha información y poca memoria» como marca contemporánea. «La memoria, al igual que la lectura, requiere de
experimentación. O sea, poner el pellejo y grabar los registros emocionales que
nos hacen humanos en el disco duro de nuestro cerebro -el palabrero y el
sensible, incluso en los intestinos y en el corazón», advirtió.
Citando al pedagogo Jorge Larrosa concluyó que «cuando leemos literatura con temáticas de la memoria histórica reciente, esa que nos quieren vaciar de contenido, negar o retorcer, lo trascendente desde el punto de vista de la experiencia, no es ni lo que el autor del texto literario siente, ni solamente lo que el lector pueda sentir, sino cómo se da esa relación con los sentimientos que el relato activa logrando formar o transformar las emociones del lector».