Los Pericos pusieron a bailar a la calle Corrientes

La banda de reggae y géneros cercanos revisitó su pasado y adelantó parte de su futuro. Brindó una catarata de hits, desde “El ritual de la banana” hasta “Home Sweet Home”.
Los Pericos regresó el sábado al Teatro Gran Rex sin ningún argumento que estuviera signado por la novedad. Aunque ya el sólo hecho de tocar y reencontrarse con su público son suficientes alicientes. Ni hablar de esa apología de la alegría que los define, lo que además viene bien para estos tiempos en los que se insiste en denostar el ánimo y la moral, ahora con el Homo Argentum de Francella & Cía metiendo el dedo en la llaga. Como si no bastara con el reality delirante que emite a diario el gobierno nacional. Sin embargo, haciendo la vista gorda a la cotidianidad, al menos por una noche, el grupo insignia del reggae patrio volvió a ese templo de la música popular local a 22 años de su último paso por ahí, cuando estrenó el espectáculo “Pericos étnico”, para revisitar su glorioso pasado y adelantar su futuro.
La vez anterior que el sexteto actuó en calle Corrientes sucedió dos años atrás, en el Teatro Ópera. Secundando a la presentación en Teatro Vorterix de su último disco de estudio, Viva Pericos (2022), basado en la reinvención de sus clásicos, pero apelando al formato de los duetos que Turf instaló en la escena local en 2005 con el álbum Para mí, para vos (Reversiones). En esta vuelta a los tablados porteños, que se percibió como una deuda con su historia, la banda continuó escalando en su intención de reconectar con la masividad. O de llevarla a un estadio distinto a la vitrina festivalera, porque de su popularidad no hay duda alguna. En ese sentido, no es fortuito que el cantante y guitarrista Juanchi Baleirón recordara que este año se cumplen 21 de este line up sin Bahiano.
Lo que no llegó a decir el frontman es que este lunes se cumplen 20 años de su primer álbum con esta formación, Desde cero, del que rescataron “Complicado y aturdido”, por ejemplo. No obstante, el repertorio estuvo centrado principalmente en sus hits de siempre. O para ser más precisos: desde su álbum debut, El ritual de la banana (1987), hasta Mystic Love (1998), completando el set list con los temas más potentes de su obra posterior. Pero antes de que Los Pericos dieran inicio a su festejo, porque en eso se transformó el show, alimentado aparte por el sold out que consumaron en la previa, en la pantalla situada en el fondo del escenario del teatro se pudo ver un video cuyo relato puso a dialogar a los músicos con el contexto geográfico céntrico. Apelando por el viaje en taxi y subte, las librerías y las pizzerías.
Una vez situados en la puerta del Gran Rex, los miembros de la banda irrumpieron por el pasillo central de la sala al golpe del tambor, tribalismo que fue tomando forma de batucada. Y a punta de percusión llegaron hasta el escenario, donde los esperaba la terna de caños. Así se fueron acomodando en sus lugares, sin que el ritmo se detuviera, hasta que hicieron el enganche con “La hiena”, rocksteady con sabor a swing y también a mambo ralentizado. Se mantuvieron en estado seminal jamaiquino con el ska “Hacé lo que quieras”, y subidos a la banda de sonido de rude boys y rude girls llegaron hasta su primer álbum, del que tomaron “Nada que perder”, al que le siguió unos minutos después otro de esos himnos inaugurales, “Jamaica Reggae”, para el que invitaron al fundador del grupo y tecladista Martín Gutman.
Si en un pasado no tan distante los caños apelaban al estatismo clásico de la sección de vientos, en esta encarnación del grupo tanto saxo como trombón y trompeta le inyectaron movilidad a la performance al corporizar los instrumentos al frente del tablado. A continuación, Baleirón introdujo uno de los temas de su nuevo disco de composiciones propias, el rocksteady “Inmortal”, con el invitado del single, el rapero mexicano Sabino, tirando barras desde la pantalla. Lo que les sirvió para comenzar a bajar la intensidad. Acto seguido, desenfundaron “Lindo día”: rocksteady de guitarras western, enlazado con el reggae love “La mirada”. Hasta ese tramo del show, el cantante y guitarrista sólo había recurrido a la alocución para manifestar su alegría por esta vuelta, aunque luego avisó que se venía el “momento disco”.
Arrancaron con el funk “Todos lo hacen”, sucedido por la groovera “Bajo la lluvia”, y el tridente dance lo coronó la discotequera “Boulevard”. Mientras el bloque evolucionaba, ese pie en la pista de baile evocó a cuando el músico de reggae guyanés Eddy Grant la rompió en 1982, en uno de sus arrebatos de versatilidad, con la suerte de electro “Electric Avenue”. Algo similar a lo que probaron Los Pericos en sus 38 años de actividad. De hecho, inmediatamente pegaron el punto de inflexión con el bolero dub “Anónimos”, que contó con el aporte de la cantante mexicana Carla Morrison también desde la pantalla. Aprovecharon la bajada de cambios para invocar la recreación reggae de “Trátame suavemente”, hito pop electrónico de Daniel Melero (popularizado por Soda Stereo) ahora con cierto dejo al Paralamas más romanticón.
Entraron en modo raggamuffin con los hitazos “Me late” y “Párate y mira”, para luego presentar otra de sus canciones inéditas. La más reciente de ellas. Se trata de “Soledad”, reggae con préstamos del góspel, que estrenaron el jueves último. El matiz meditabundo de la novedad preparó el camino para el segmento acústico que estaba por venir. Podían haberse quedado en el tablado para hacerlo, pero, en beneficio de la narrativa del recital, decidieron mudarse al pasillo que conecta al escenario con el Súper Pullman (ubicado en el primer piso del teatro), en el que los esperaba otro set de instrumentos. “Cambiamos de ángulo y de clima”, justifico Baleirón, para arrancar así con una adaptación más folk de “Días de sol”, a la que le pisaron los talones “Waitin’” y Caminando lento”.
Al retornar al tablado, arremetieron con un arsenal de éxitos. La primera descarga vino con “Runaway”, y la cosa empezó a ganar fuerza con “Su galán” y “Torito”. Cuando la sala parecía una olla a presión, el flamante “Amor bonsái” salió al rescate, ayudado por “Sin cadenas”, con un final de lujo al son del drum and bass, y sobre éste un soleo de trompeta jazzero. En “Pupilas lejanas” invitaron al coproductor del inminente disco (llevará por título Inmortal), Ale Sergi, mandamás de Miranda!, quien apareció sin ensayo previo y hasta peló su falsete. Retomaron el jolgorio de la mano de “Eu vi chegar”, y explotaron ese ímpetu con “El ritual de la banana”. Quedaban “Home Sweet Home” y el bis, pero en esa instancia del show una banda afiladísima había testimoniado en qué consiste la calidad.