Ramiro González, canciones con «sentido y razón»

El músico actuará este jueves en La Paila, el viernes en Los Bemoles (Burzaco) y el sábado en La Salamanca (La Plata). Su última producción es la segunda parte de un disco conceptual que tuvo su primer episodio en 2012. «Trato de reflejar la indignación y angustia que me producen algunas situaciones, como la desigualdad, la avaricia, la pobreza, la esclavitud o la mala redistribución de la riqueza y los recursos naturales», dice.
“Un ludópata de la canción”. Así se define el compositor y cantor riojano Ramiro González, uno de los artistas populares que más refrescó el repertorio de la canción de raíz folklórica en el siglo XXI. Lo hizo con “sentido y razón”, como dice la famosa canción de Víctor Jara. Afincado en Córdoba desde 1999, el cantautor está celebrando treinta años de camino con la música y además acaba de lanzar El ojo de la tormenta 2 (2025), la segunda parte de un disco conceptual que tuvo su primer episodio en 2012, con canciones muy versionadas por otros intérpretes, como “La cosechera perdida”, “Dele retumbar” o “Ceremonial de la albahaca”. “Me da tranquilidad moverme en el anonimato. Porque una de las cosas que menos me interesaba de hacer canciones es ser conocido. Poder tener mi vida tranquilo y salir a la calle y que no me conozca nadie”, dice González, cuyas canciones son más conocidas que su propio nombre.
La anonimia de la que tanto hablaba Atahualpa Yupanqui se confirma con su caso. Sin embargo, con 48 años, González se siente cada vez más cómodo en su faceta de cantor, defendiendo sus canciones con su propia voz. Más allá de ser un prolífico compositor, también es bueno en el oficio de cantautor. “Me gusta cómo suena mi voz y el timbre que he adquirido con la edad. Pero antes no me pasaba”, confiesa el músico, que presentará su nuevo disco este jueves a las 21 en La Paila (Costa Rica 4848), el viernes a las 21 en Los Bemoles (Espora 4417, Burzaco) y el sábado a las 21 en La Salamanca (Calle 5 nro 1422, La Plata). Hace quince años, en 2010, González empezó la producción del disco conceptual El ojo de la tormenta. Para eso, compuso ochenta temas y luego seleccionó algunos hasta que quedaron 32. Entonces, se le ocurrió hacer dos discos de 16 temas cada uno, separados por temáticas.
A fines de 2012, salió la primera parte de El ojo de la tormenta, con una impronta más folklórica, acústica, chayera y regional, inspirada en su formación de músico popular de La Rioja. “Y en la segunda parte la intención era hacer algo más urbano con la mirada del Ramiro que se va de La Rioja a Córdoba y se encuentra con una realidad diferente a la del pueblo. La pobreza y la exclusión en las grandes ciudades que allá no se veía tanto. También el segundo disco tiene un enfoque más universal y con un sonido más eléctrico”, explica el músico, quien luego de trece años pudo concretar la segunda parte del proyecto. “Había empezado la producción con Titi Rivarola pero después murió y fue un golpe bajo. Y ahí quedó frenado el disco también. Trece años después lo terminé con la banda, pero con la producción mía”, cuenta.
Grabado en vivo en la sala República Contracultural en noviembre de 2022, La Rioja, el disco contó con producción propia y las letras sintonizan con el momento de deshumanizacion que se vive en el mundo y la explotación desenfrenada del medio ambiente, como se refleja en «El ojo de la tormenta», «Para qué tanto», “Flores para un desamor” y «La semilla». “En este disco hay un par de canciones que se metieron por la ventana, como ‘Tempestad’ y ‘Sana sana y libertad’, y otras se fueron. La idea de la poética era que tuvieran algo universal y filosófico en la lírica”, sostiene. El sonido, además, captura la frescura y espontaneidad del vivo. “Los músicos que me acompañaron son del palo del jazz. Hemos hecho un trabajo de camuflaje de algunos ritmos, como chayas y vidalas. Una especie de fusión”, precisa. “Lo que le da esa frescura y vitalidad son ellos, que la tienen clara con ese lenguaje: Facundo “Charro” Flores (flauta traversa y quena), Jorge “Pela” Castro (batería) y Daniel Soria (bajo). ‘Sana sana y libertad’, por ejemplo, tiene un riff furioso de rock pero es un rasguido doble. Con el que más nos fuimos medio al carajo fue con ‘Polvo de estrellas’, que es una chaya, pero no se nota hasta que entro con una guitarra”.
-¿Te sorprendió la vigencia o actualidad de algunas canciones como «Ancestral», «Para qué tanto», «El ojo de la tormenta» o «La semilla?
-No me sorprende porque las palabras son símbolos. Y si esos símbolos son abstracciones y están vinculadas a sentimientos universales, como la libertad, la esperanza y el amor, no pierden vigencia nunca. Y lo mismo pasa con la injusticia. Muchas de las canciones que parecen contestatarias o de protesta en realidad son una pintura de lo que pasa. No me considero un cantor de protesta ni nada por el estilo. Trato de reflejar la indignación y angustia que me producen algunas situaciones, como la desigualdad, la avaricia, la pobreza, la esclavitud o la mala redistribución de la riqueza y los recursos naturales. Es algo que ocurre desde tiempos inmemoriales y atraviesa a la humanidad. Entonces, siempre que uno hable de esas cosas no va a perder vigencia.
-Más allá de que toda obra de arte es un reflejo de su lugar y su época. ¿Un artista tiene la responsabilidad de retratar lo que sucede en su tiempo?
-No me gusta condicionar a nadie ni meterme en la cabeza de los otros, porque creo en la libertad como tal. Pero sí creo que tenemos una responsabilidad, que en nuestro oficio como artistas tenemos un compromiso, porque en frente hay una audiencia. Estamos expuestos y eso se merece que uno como ser humano cuente las cosas que les pasan a los demás también, aunque no te toquen en primera persona la pobreza o la angustia de la guerra, como ocurre con la masacre en Gaza. Es importante contar estas cosas porque esas personas no tienen voz ni posibilidades. Lo pienso como un comunicador. Y las canciones vienen de la juglaría. Desde ese lugar me parece que nosotros asumimos la responsabilidad de contar algo que le pasa a nuestra pequeña aldea y también lo que vemos desde afuera en otras culturas. El juglar era el periodista de la época.
-Muchas de tus canciones son versionadas por otros artistas. ¿Una de tus principales inquietudes como artista es componer y dejar obra?
-Tiene que ver con un interés: me gusta mucho hacer canciones. El juego de arquitectura de las canciones; la combinación de los elementos que hacen a una canción me parece súper interesante. La poesía viene del acto creativo. Todo lo que sea creativo me parece hermoso, desde cocinar una comida hasta construir una finca. Es un ejercicio muy lúdico y apasionante para mí y juegan un montón de factores: la intelectualidad, la intuición y la capacidad de poder traducir lo que pasa en la cabeza a un lenguaje. Y que ese lenguaje tenga belleza, estética, sonoridad y consistencia. Nunca me sentí cantor. Ahora a mis 48 años me siento más cómodo cantando, después de haber estudiado muchos años y de tantos escenarios.