Joaquín Linne y «La reinvención del amor» gracias a las redes y las apps de citas

«Hoy las relaciones son más rápidas y digitales», asegura el sociólogo, que presentará su libro el 5 de septiembre en el Instituto de Investigaciones Gino Germani.
¿Qué tanto hacemos para gustarles a otrxs? ¿Qué nos gusta de otra persona? Y en eso, ¿cuánto de los cambios de esta época influyen en la forma de vincularnos? ¿O cuánto de las modificaciones de esas formas transforman este tiempo? Estas (y otras) preguntas intenta dilucidar Joaquín Linne en La reinvención del amor (Siglo XXI Editores), donde analiza “los modos en los que traficamos afecto y deseo, nos narramos a nosotros mismos y nos vamos transformando con internet mientras buscamos a la ballena blanca del amor”, a través de una etnografía en la que se involucró personalmente. “Me dio riqueza para la construcción de mi objeto mientras fui viviendo experiencias agridulces en las apps, como todos los usuarios”, explica a Página12. “Amor, fascinación, esperanza y desencanto, como pasa a todos, fuera y dentro de las apps. Hay una mayor velocidad de armar y desarmar vínculos gracias a las redes sociales o las apps de citas, que se han vuelto el principal modo de conocer gente”, detalla el sociólogo.
La investigación se basó en la participación del autor en apps de citas, la lectura de miles de bios (en OkCupid, Tinder, Bumble, Badoo, Happn, entre otras), representaciones del amor en películas y series, entrevistas y mucha lectura por un “interés tanto académico como experiencial y subjetivo de tratar de ver qué pasa con el amor, los vínculos y los afectos” en una era mediatizada, sin idealizar el pasado y demonizar el presente, o viceversa. “Para bien y para mal, hay una mayor racionalidad”, observa. “Como dice Eva Illouz, está el imaginario de la abundancia de candidatos y candidatas, y con las herramientas de los algoritmos, podemos llegar al match perfecto, al más afín a nosotros. Eso es en parte una fantasía, pero puede que no. Sumado a experiencias de un rato (una cerveza o una noche), muchos logran lo que quieren”, rescata Linne.
-¿Qué cambió, en esta época de apps y redes, en las formas de vincularse? Hace unos años la gente se conocía cara a cara y ahora aparecen en la pantalla como un catálogo con sus características…
-Se volvió mucho más dinámico y digital. El avatar, el personaje, el perfil digital, nuestra presencia digital… Mucha gente se enamora del lenguaje o presencia digital del otro, su curaduría de stickers, emojis, memes, de sus posteos o selfies, y al pasar a la presencialidad hay un salto fuerte que muchos no logran soportar porque en la digitalidad se pueden usar filtros o manejar el backstage, y en la presencialidad es más difícil, con los nervios, que nos cuesta a la mayoría. Creo que mi desafío, y por eso la escritura de cinco años, fue tratar de no solo hablar de las cosas malas, de las tensiones que generan las tecnologías de contacto, sino también de las cosas buenas. Si fuesen tan malas, ¿por qué las usamos? Las apps de citas, como las redes, además de cierto uso adictivo, problemático o superfluo que pueden tener, también generan miles de orgasmos, de amores, de emociones positivas que nos enganchan. Nos alfabetizamos, nos informamos, aprendemos de los otros. Y además es divertido, es como un videojuego estar viendo medio de modo voyeur cómo el otro se presenta en un par de imágenes y un puñado de líneas.
En el libro, que se presentará el 5 de septiembre a las 19 en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, se estudian esas nuevas formas de relacionarse, que traen aparejado un nuevo sistema de nominaciones, un catálogo de acciones que dan cuenta de las maneras de mostrar interés o desinterés por el otrx, repeticiones nunca idénticas a las anteriores, que en esos matices resaltan las características específicas de esta época: «tindering», «situationship», «textlationship», «deep-liking», «orbiting», «breadcrumbing», «pocketing» y «wokefishing» forman parte del nuevo lenguaje que narra los avatares del reconocimiento en el levante digital. En esta era en la que las redes y apps son formas privilegiadas de sociabilidad y contacto, una especie de playroom de la adultez del siglo XXI, cada plataforma intenta reflejar las expectativas afectivas y los imaginarios de su tiempo, moldeando los encuentros y las relaciones.
-El subtítulo habla de “cómo es enamorarse, tener sexo, amigos y/o mascotas”. Y en el libro diferenciás el presente del «amor romántico», la forma de relación del siglo XX. En esta época post amor romántico, ¿son intercambiables esas formas de relación?
-Hasta 2000, aproximadamente, si no estabas con pareja e hijos, o algo así, eras alguien raro o roto. Estaba mal visto. Ahora en cambio está mucho más habilitado, como lo vemos en el presidente o la secretaria de la Presidencia. Está socialmente habilitado no tener familia tipo sino tener familia mascota, o que tus amistades sean tu familia, tu vínculo primario. O que tu trabajo y profesión sea como tu pareja, que tu modo de vida sea viajar, escribir libros, grabar discos o lo que sea que hagas. En parte, las apps vienen a dar respuesta a esto, de tanto viaje, tanta relocalización que motoriza la globalización. Y para eso las apps de citas son muy prácticas que uno puede irse a Roma o a Ciudad de México, no conocer a nadie y en horas arreglar una cita con alguien para charlar, tomar algo, que te haga de guía o para tener sexo, e incluso para enamorarse y proyectar cosas.
Linne, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, dice que hoy como ayer, no existe la certeza algorítmica del match perfecto: la hipersegmentación y las métricas de coincidencias pueden hacer recomendaciones, como personas en las apps de citas o series en las audiovisuales, pero la experiencia es irremplazable. “Hay un crecimiento de las expectativas”, propone el autor. “Las redes, como las apps, vienen a desestabilizar los vínculos más clásicos, de largo plazo. Cuando se juntan tras matchear en una plaza, una cata de vinos o una clase de baile, una vuelta al mundo post-apps, en el mundo hetero él suele estar más subjetivado por los videojuegos, por la ética y estética gamer, y el porno, y espera algo de todo eso más como lúdico y placentero”, asegura, y sigue: “Ella por ahí también, pero más influenciada por los feminismos, entonces espera cierto nivel de compromiso y responsabilidad afectiva, que muchas veces a los varones nos cuesta poner en práctica”.
-Entonces, ¿cómo o en qué cambió el amor? ¿Cómo se reinventó? A veces parece que es más importante la posibilidad que la concreción, con likes y matches en silencio.
-A veces, cuando hay match, chatean. Pero a veces no, porque hay como un juego como con los likes y followers en las redes, de sumar validación y caricias digitales para el ego. Sumamos muchos más matchs de los manejables, y con los que se genera un efecto de intimidad se pasa a whatsapp o Instagram, en general. Y ahí se ve algo más de su perfil público, porque el de Tinder sería semipúblico o clandestino, y ahí vemos si el otro es alguien creepy o decente. Internet es como una super droga que cambia de forma, como diría Phillip Dick, y que está en las apps, en las redes, que son todo: el diario, el club social de amigos, el sex club, el black hole, el supermercado, el lugar de la familia… Los algoritmos que son muy hábiles para captar nuestra atención con sus garras digitales. Y ahí estamos nosotros, con nuestra capacidad de agencia, deseo, y neurosis tratando de hacer lo mejor posible para vivir esta vida.