Tigre, San Lorenzo y la ley de la selva
Partidos muy malos hubo, hay y habrá siempre. El tema es cuando de antemano se crean las condiciones para que se juegue mal al fútbol. Y se cruza el delicado límite que va de la picardía a la trampa. Todo eso sucedió el sábado en el partido entre Tigre y San Lorenzo por los octavos de final de la Copa Argentina. El combo decadente incluyó mucho más que pelotazos a cualquier parte y una alarmante carencia de talento individual y colectivo. Acercó el espectáculo a aquellos viejos duelos del ascenso de los años 70 y 80 en los que muchas veces no ganaban los mejores sino los más pillos, los más inescrupulosos y los más ventajeros.
Todo arrancó mal. No debió haberse elegido como sede de un partido entre dos equipos de primera división a un estadio de ascenso tan descuidado como el de Deportivo Morón. Es cierto que Tigre ya habia enfrentado allí a Berazategui y a Banfield. Pero esta vez no estaba en condiciones de elegir porque a los efectos de la organización, era San Lorenzo el que hacía las veces de local. Sin embargo, AFA ordenó no innovar y mandó al oeste del Gran Buenos Aires un partido que merecía el escenario que tuvieron otros encuentros de la misma competencia.
Los dislates continuaron cuando San Lorenzo llegó a Morón y se enteró de que lo mandaban al vestuario visitante porque Tigre no estaba dispuesto a salir del local. Y el árbitro Yael Falcón Pérez descubrió que por algún olvido involuntario, no habían mandado los intercomunicadores y que, como en los viejos tiempos, debía entenderse por señas con sus colaboradores. Cuando los planteles salieron a hacer la puesta a punto, San Lorenzo descubrió que el campo de juego se habia angostado medio metro de cada costado y que su estado, lleno de pozos, desniveles y matas de pasto sin cortar, era penoso. Pero nadie dio la cara. Ya era tarde.
Nada podía salir bien en una cancha tan impresentable y encima, achicada a propósito. Y así fue el partido. La pelota saltaba para cualquier lado y los jugadores le pegaban fuerte y hacia arriba porque jugar por abajo era una aventura. La cancha estuvo pésima para los dos y San Lorenzo perdió 1 a 0 y quedó eliminado por sus errores y porque jugó muy mal. Pero la imagen ofrecida fue la de un partido insoportable y un fútbol detenido en el tiempo. A nivel local, tal vez puedan seguir sacándose ventajas con la aplicación de la ley de la selva. A nivel internacional, con estos criterios retrógrados y ventajeros, estamos liquidados. No hay destino ni futuro.
Cuando volvió al vestuario visitante, San Lorenzo se encontró con que le habían cortado el agua por lo que los jugadores se fueron sin bañarse de Morón. En los 70 y los 80, esto era una picardía, un juego que muchos habían elegido jugar de esa manera. En 2025, un partido sin VAR ni intercomunicadores, en una cancha impropia para el fútbol profesional y con un vestuario con el agua cortada resulta inaceptable. Un espectáculo decadente que no beneficia a nadie y más bien, los perjudica a todos.