Samara Joy, la voz revelación del jazz, llega al Teatro Coliseo

En poco más de cinco años y tres discos, la cantante neoyorquina de 25 años logró ubicarse entre las figuras sobresalientes del género en la actualidad.
Canta como las divas clásicas del jazz y tiene más de 700 mil seguidores en TikTok. A los 25 años, Samara Joy balancea con fundamentos necesarios y proyecciones posibles una carrera vertiginosa, que en poco más de cinco años y tres discos la colocó entre las figuras sobresalientes del jazz actual. Ungida como “Artista revelación” por la revista Jazz Times, ganadora del Primer Premio en el Concurso Internacional de Jazz Vocal Sarah Vaughan –en 2019– y acreedora de cinco Grammys, Joy cuenta además con numerosas apariciones en programas centrales de la televisión norteamericana, ahí donde el jazz circula poco. Con ella, el género volverá a ocupar los grandes escenarios de Buenos Aires, cuando el martes 29 a las 21 se presente por primera vez en el Teatro Coliseo junto a su banda.
Cada tanto el jazz fogonea una “esperanza”, como se suelen señalar a esas apariciones más o menos fugaces que llegan para salvar un presente que la historia salvó hace rato. Capaz de llegar con su estilo bien jazzero más allá de los círculos del jazz, Joy es mucho más que una etiqueta de esperanza. Musicalmente y técnicamente es superlativa. Conoce los estilos y sabe qué hacer con ellos. Tiene además talento y carisma. Y sobre todo se siente parte de la tradición que representa, la de las grandes damas del jazz. De ahí que Samara canta como las diosas.
En charla con Página/12, la cantante confiesa que de la Argentina conoce poco y dice que no ve la hora de estar ante el público de Buenos Aires. “Será mi debut allá y me gustaría contagiarme de la energía de esa ciudad”, asegura la cantante, que llega con los temas de Portrait, su álbum más reciente, editado el año pasado por el sello Verve. “Y también con algunas nuevas canciones y por supuesto nuevos arreglos”, agrega. Arreglos. Esa palabra que en su traducción del inglés perdió la efectividad y la afectividad que mucho más delicadamente podría tener si se trascribiese como “preparativos”. Ahí se cifra una forma de epifanía indispensable para terminar de apreciar el trabajo de una cantante de la raza de Joy, que si bien queda claro que desciende de las Fitzgerald, las Vaughan y las McRae, es en el espejo de una artista como Abbey Lincoln donde termina de reflejarse.
En particular en Straight Ahead, un disco de 1961 en el que Lincoln agrega letras a melodías conocidas. Joy recoge ese concepto en Portrait y le pone palabras a varios temas. Es el caso de “Reincarnation of a Lovebird”, de Charles Mingus –con un prodigioso inicio “a cappella” de la cantante– y “Now and Then (In Remembrance of…)” del pianista Barry Harris, que fue su profesor. “Me interesa la idea de poder incidir de distintas maneras en la canción. Agregar textos es una manera, como también los es mantener la misma banda para cultivar un sonido propio y un entendimiento con los músicos que me permita una comunicación profunda”, asegura Joy. “Las grabaciones se perfeccionan para que se puedan escuchar repetidamente, pero es en los conciertos en vivo donde tenemos la oportunidad de tejer una historia pensada para una noche especial y para cada público. Ahí todo es en una sola toma y cada circunstancia demanda un sentimiento particular”, continua la cantante.
En este sentido, Joy es una más dentro de una banda consistente, prácticamente la misma con la que grabó Portrait y gira hace varios años. Un grupo que se completa con Connor Rohrer en piano, Paul Sikivie en contrabajo, Evan Sherman en batería, Donavan Austin en trombón, Jason Charos en trompeta y flugelhorn , David Mason en saxo alto y flauta y Kendric McCallister en saxo tenor. Todos colegas y compañeros de estudios en el Fordham High School for the Arts de Nueva York. “Siempre busco el diálogo y la interacción con el resto de la banda, porque de esta manera se afirma en mí la conciencia de quienes me rodean”, dice Joy. “Trato de ser la mejor oyente de la música que hacemos mientras la hacemos. Creo que es la mejor manera de trabajar para la espontaneidad. Continuamente ejercito la capacidad de escuchar, eso me permite estar activa incluso cuando no canto para después poder responder musicalmente a mis compañeros”, agrega.
Joy nació en 1999 en el Bronx y creció en una familia de larga tradición dentro del gospel. El coro de la iglesia fue su primera escuela y el espacio en el que se descubrió a sí misma. “Cuando me alcanzaron un micrófono entendí la maravilla de poder expresarme ante otras personas”, recuerda Joy. “Crecer en ese entorno me dio entrenamiento musical y agudizó mi oído. Pude escuchar música y practicar el arte de la imitación. Absorbiendo todo lo que escuchaba y esforzándome al máximo para interpretar a mi manera lo que escuchaba”, continua.
–¿Cuándo descubriste el jazz?
–Mucho más tarde; cuando empecé la universidad, a los 17 años. No tenía muchos conocimientos al respecto y eso me dio la oportunidad de aprender un género desde el principio. Fue un trabajo maravilloso poder descubrir que podía filtrar toda esa música a través de mi voz y mi expresividad. Empecé a trabajar esporádicamente durante mis años universitarios en diferentes conciertos en New York y eso me dio la confianza para dedicarme profesionalmente a esta música.
–¿Te ayudaron los premios que recibiste?
–Sí, claro, porque los premios vinieron de compartir una música que me resulta especial, así que el hecho de que conecte con mis compañeros hasta el punto de recibir premios y reconocimientos es realmente conmovedor.
–Se habla de vos como una cantante exitosa. ¿Qué significa el éxito?
– Para mí éxito es sentirme realizada, hacer lo que me apasiona al máximo nivel, y siempre aspirar a aprender más y a crecer como música completa.
–¿Te molesta que te comparen con las cantantes del pasado?
–¡Para nada! Escucharlas me ayudó a encontrar y moldear mi voz, a ser tan única como ellas. Mientras trazo mi propio camino me hago cargo de la historia que me formó, que es también la de mujeres afroamericanas que asumieron desde sus lugares la lucha por los derechos civiles. Me honra que mi nombre esté entre las mejores.
–¿Tu popularidad en las redes sociales acerca el jazz a los jóvenes?
–Creo que es un comienzo. Hay muchos jóvenes que vienen a mis conciertos y dicen que es la primera vez que escuchan jazz. Ser un punto de entrada me divierte y me alegra que las redes sociales sean una forma de presentar nuevos sonidos a otros.