Volvieron los visitantes, volvieron

No sé si influyó el Mundial de Clubes donde vimos oleadas de entusiasmados hinchas de Boca y River poblando las tan yanquis tribunas de los estadios de Miami, Los Ángeles y Seattle. Tampoco sé si tuvo que ver la necesidad urgente de nutrir las arcas sedientas de pesos de muchos clubes chicos y del interior. Pero lo cierto es que después de más de una década, en un hecho histórico para el fútbol argentino, los hinchas visitantes lucharon y volvieron, volvieron y fueron millones. Hay toda una generación de pibes fanáticos que no vivieron ese hermoso espectáculo del duelo de hinchadas, ese fenómeno único del ida y vuelta de cantitos y puteadas. Recuerdo cuando hasta hace unos años les contaba cuentos infantiles a mis sobrinos y los ambientaba en una cancha de fútbol, como para incentivarles la pasión.
Era un clásico contarles que Caperucita Roja jugaba de visitante en el Bosque. Entonces aullaba la hinchada local:
“Lobo, mi buen amigo,
en este cuento volveremos a estar contigo.
Te alentaremos de corazón,
acá en el Bosque vamos a salir campeón.
No me importa Blancanieves,
Cenicienta y los demás.
Yo te sigo a todas partes,
cada vez te quiero más”.
Entonces les contaba a mis sobrinos que la hinchada visitante, la de Caperucita Juniors, también iba al frente, que la “Roja” no era pecho frío como sí la barra de “Frozen” o la de los pingüinos de Madagascar que tienen “la Era de Hielo” en la sangre. Y la imaginamos cantando:
“Yo soy de la gloriosa
barra de Caperucita,
la que se cruza el Bosque
para ir de su Abuelita.
A pesar de los lobos
y todas sus mentiras
sigo estando a tu lado
Colorada querida
Colorada querida”
Fue entonces en que Tomás, el menor de mis sobrinos preguntó: “¿Cómo? ¿En el Bosque también puede ir a cantar la hinchada visitante?” Y ahí me tocó contarle que en el pasado era algo normal la convivencia de hinchas rivales en el mismo estadio. Y a partir de allí, como método de juego, su tío burlón (yo) les enseñó a ser hinchada visitante en todos los ámbitos.
El sábado pasado fuimos al supermercado chino de la esquina y nos pusimos a cantar:
“Chino, decime qué se siente
tener tan caro ese yogurt.
Te juro que si no bajas el precio
lo voy a comprar a Carrefour.”
A la tarde fuimos a la Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria en el Predio Ferial de Palermo y, subidos al alambrado, en el momento del desfile, cuando pasó la delegación de la Asociación Argentina de Criadores de Heresford les cantamos:
“Vamo vamo vamo vamo vamo Shorthorn
a aplaudirte vinimos a la Rural.
Este año vacas y criadores
Todos juntos la vuelta vamos a dar.”
y al toque: “¡Heresford compadre, tu carne es intragable!”.
Ahí fue cuando nos echaron, como era de prever. Y como estábamos en rebeldes, nos fuimos muy cerca de ahí, a la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Quise comprar un libro, “La Divina Cometa”, aquella obra escrita por el presidente de San Lorenzo Moretti, pero
estaba en falta. Por suerte encontré el Diccionario Castellano-Barrabrava; Barrabrava-Castellano. De la A de “Avalancha” hasta la Z de “Zafamos de la yuta”.
En la misma Feria, nos paramos frente a uno de los stands más grandes y empezamos a cantar:
“Borges locura
que tenés talento no hay duda.
Borges te quiero
antes de ser Paulo Cohelo yo me muero
Vamos Jorge Luis te vinimos a leer
“El libro de arena” y también “El Aleph”
Y rematamos con un “Es para Shakespeare que lo mira por TV”
No… ¡Si somos unos jodones!
En definitiva, bienvenidos los hinchas visitantes. Y, parafraseando a León, que la medida “dure para siempre”.