Espectáculos

Los Macocos: «Queremos contarnos porque nuestra identidad está bombardeada»

Daniel Casablanca, Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts suben a la Sala Casacuberta del San Martín con un estreno que revisita y deforma su propia historia, contada a través de sus propias viudas.

Los Macocos cumplen 40 años de existencia y lo festejan haciendo lo que saben hacer. A diferencia del cumpleaños número 30, momento en que reestrenaron su obra más emblemática –La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi-, en este aniversario ofrecerán un estreno. La premisa es tan prometedora como desopilante: en ¡Chau, Macoco! Gabriel Wolf, Daniel Casablanca, Marcelo Xicarts y Martín Salazar se convierten en sus propias viudas y la despedida es la excusa para contar un pedazo de sus vidas; este pedazo de vida juntos. El ritual, con dirección de Mariana Chaud (ver aparte), ocurrirá a partir de este sábado 19 en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530, de miércoles a domingos).

Una tarde, antes de un ensayo, están los cuatro recostados en la mesa del hall de la Casacuberta, posando para la fotógrafa de este diario. «¡Traeme un kiropráctico!», bromean. Con ellos es imposible no reírse gran parte del tiempo, pero cuando tienen que ser serios, no hay dudas de que lo son. En un momento dice Salazar, a propósito del estreno: «Esta decisión de contarnos es, realmente, una decisión política. Es como si fuera Teatro x la Identidad. Porque nuestra identidad está totalmente bombardeada, destrozada, bastardeada, puesta en jaque, boludeada«.

El grupo, seguramente de los más antiguos en el teatro nacional, todavía da lugar a la innovación¡Chau, Macoco! es el primer espectáculo en el que los cuatro hacen de mujeres. «Es género macoco«, anticipan. Traducción: «Algo de política, algo de varieté, clown, sketch, mucho rioplatense y sin cuarta pared». Dicen que es un «viudrama» jugando, claro, con el concepto «biodrama» acuñado por Vivi Tellas. «Lo de la bio, decir quiénes somos, nunca lo hicimos. Nunca pensamos que íbamos a decir ‘yo me llamo así y me pasó esto’ de verdad, en la vida. Creemos firmemente en la ficción, pero se nos dio por esto», completa Salazar. Fue idea de Wolf armar un espectáculo nuevo para el 40° aniversario. Desde 2023 venían pensando en este momento.

«La temática tiene que ver con el acercamiento al teatro«, aporta Xicarts. Ser enterrados juntos fue su última voluntad. «Mezclar sus cenizas, sus polvos», dice la sinopsis. Mientras consuman el ritual, las viudas comparten las experiencias de haber sido compañeras de un Macoco. Se mezclan relatos biográficos y apócrifos: cómo descubrieron su vocación, cómo se conocieron, cómo serían sus vidas si no se hubieran dedicado al teatro, cuáles fueron sus deseos secretos, por qué siguieron juntos.

-¿Cómo se sienten con este aniversario redondo?

 

Martín Salazar: -Cansados ahora porque estamos a punto de estrenar, entonces tenemos muchos ensayos hasta muy tarde. Nervios, cosas que no salen, todo eso. ¿Viste cuando te están tomando la prueba y decís ‘hubiese estudiado el sábado en vez de salir’? Hace mucho que venimos trabajando en este espectáculo. Lo que pasa es que fue rara la forma como lo armamos. Hubo otros espectáculos, como el anterior (Maten a Hamlet, 2020), que fue escrito durante mucho tiempo. En este trabajamos no desde un texto previo sino tirando ideas, armando pequeñas situaciones. Fue un año y pico de estar todas las semanas armando como si fuera con venecitas. Ir poniendo cosita por cosita con puntillismo.

-¿Cómo construyeron los personajes de sus propias viudas?

 

 

M. S.: -Son como alter egos nuestros. En otros espectáculos, por ejemplo en Maten a Hamlet, yo hago de Ofelia, que es un personaje. Es una piba hecha mierda por el padre, el hermano y el novio. Quince añitos, mirá la cara que tiene (risas). En Los Albornoz estaba el personaje de la abuela. Estos no sé si son tan personajes de la tipa que tiene esto y le pasa tal cosa. Es como si nosotros nos metiéramos adentro de un traje y nos hiciéramos pasar por. Es distinto a hacer un personaje con una historia.

Daniel Casablanca:

-Y tienen algún tipo de rol de presentadoras; son como conductoras del espectáculo.

 

M. S.: -Sí, y ellas no tienen nombre, pero no es porque queremos ningunear a las mujeres. Viste esa cosa de «los cinco cosos que tiene que tener tu película para ser machista»: que no tenga nombre, que no tenga escenas entre ellas. Ellas no tienen nombre, pero los Macocos tampoco. Siempre decimos «mi Macoco». No se sabe de qué Macoco están hablando, aunque más o menos lo intuís. 

Imagen: Carlos Furman)
 

 

-¿Están casados? 

 

M. S.: -¿Ellos? ¿O en la vida?

Marcelo Xicarts.:

-¿Nosotros? Varias veces

(risas).

 

 

-Ustedes, en la vida… ¿qué piensan sus parejas del espectáculo?

 

 

D. C.: -Se van a identificar.

M. S.:

-Yo lo tengo que charlar… todavía no lo charlé.

 

 

-¿Usaron material…?

 

 

Todos: -¡No!

M. X:

-Algunas cosas tal vez nos van a confesar después de verlo: «a mí me pasa eso». 

 

 

M. S.: -Usamos muchos materiales de lo que nos pasa al ver a otros actrices y actores en situación social. Porque son insoportables. Ves a alguien en una reunión y te das cuenta de que es actor.

D.C.:

-Eso nos permite burlar un poco al actor. Al actor social. Es decir, ¿las viudas de qué hablan? Del actor en casa.

 

M. S.: -El actor en casa, que es un plomo. O el actor en una reunión.

M. X.: -Acá, en el San Martín, el artista manda. Voy caminando y se corre la gente. Y yo llego a casa y quiero que se corran, pero no se me corre nadie (risas). 

M.S: -Una vez, me acuerdo, estábamos acá en el teatro haciendo otra obra, hace muchos años y se prendió fuego algo. Acá hay bomberos, que arreglaron el problema, un foquito mínimo. Había un par de actores, amigos, que decían: «Estuve ahí, no sabés, puse la escalera» (risas). ¡No sos bombero, sos actor! El actor cree que puede todo.

-Entonces… las viudas se sienten liberadas.

 

M. S.: -Por eso en la foto están festejando, sacándose una selfie chochas. 

 

-¿Cuánto tiempo estuvieron ensayando esta obra?

 

Todos: -40 años.

 

 

Cuatro décadas de historia

 

Todo comenzó en quinto año del colegio secundario. Salazar y Casablanca eran compañeros. Juntos se metieron en un curso de clown y armaron un primer grupo. El siguiente fue Los Macocos, nacido en 1985 en la Escuela Nacional de Arte Dramático,  entonces dirigida por Francisco Javier (actualmente la UNA). Tenían lema: “Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen”. Wolf y Xicarts -que venían de un grupo llamado Fluvius- se sumaron un tiempito después. La formación de los jóvenes continuó en El Parque, taller de San Telmo conducido por Julián Howard, Roberto Saiz y Alberto Catán, donde estrenaron su ópera prima: Macocos!, espectáculo que se vio luego en el Centro Cultural Rojas, espacio clave para ellos. Eran los tiempos de la vuelta de la democracia y el trabajo colectivo en el teatro era tendencia, con La Banda de la Risa, El Clú del Claun, Gambas al Ajillo, La Organización Negra y Los Melli.

Cuando formaron «la banda», como la han definido, Los Macocos estaban trabajando de otras cosas. Todos dejaron sus empleos para dedicarse a la actuación. A lo largo de cuatro décadas hubo diferentes búsquedas: «La magia, la belleza, la lectura política, la eficacia», resumió Salazar. En total estrenaron 20 espectáculos, entre ellos Macocos mujeres y rock, Adiós y buena suerteMacocrisis, La fabulosa historia… -escrita junto a Jorge Maronna, la llegada del grupo al San Martín-Los Albornoz, Continente viril, Don Juan de Acá (el primer vivo) -coescrita por el periodista de este diario Eduardo Fabregat-, Pequeño Papá ilustrado y Don Quijote de las Pampas. Se movieron por los distintos circuitos del teatro (el under, la calle Corrientes, los teatros oficiales). Trabajaron de noche, de trasnoche e incluso por la mañana cuando se dirigían al público infantil de las escuelas. Han actuado a la gorra y vendiendo entradas caras.  «Nos unieron el humor y la estética autogestiva», afirman.

Al principio en el ámbito teatral costó entender lo que hacían.»Eramos muy reactivos del teatro político, a pesar de que siempre el teatro lo es y siempre lo que hicimos fue político, pero al principio no nos gustaba la cosa de la situación… De una mesa o la cocinita pintada», explica Salazar, graficando cómo se alejaban del realismo y abrazaban «el juego». «Había mucho de ese teatro que nos hinchaba las pelotas, pero alguna gente que lo hacía nos venía a ver y le encantaba lo que hacíamos. No lo sabíamos en ese momento, pero era muy identitario de lo que es la Argentina», agrega Salazar.  

El público acompañó siempre. Hubo fila incluso cuando estrenaron en el Rojas el primer espectáculo y, antes, para las muestras en el Conservatorio. Eso explica, según Casablanca, la continuidad del grupo. «Es como energético, medio raro. En el ’89 tomamos la decisión de profesionalizarnos a pesar de que no cobrábamos un peso; de juntarnos y trabajar todos los días, de tomar esto como un laburo. Eso generó algo, como que irradiaríamos cierto compromiso», evoca Salazar.

-¿Qué significa el grupo para ustedes?

 

Gabriel Wolf: -Hay cosas de proyectar, de placer, cuestiones también económicas y de llevarse bien, de tener ganas de encontrar proyectos. Debe haber algo con el entusiasmo y el trabajo grupal. Siempre aparece una excusa para ver cómo continuar, hacer un nuevo espectáculo o proyectar un poquito. Y tener una zanahoria. Eso con la gente que venís laburando y te llevás bien, te gusta, es placentero y te entusiasma. Te despierta curiosidad y es como una rueda.

D. C.:

 -Todas las cosas que hago afuera, si no son comerciales, son dentro de este lenguaje. Es mi estética. Pero

hay algo con Macocos que siempre rompe un escalón más,

por esto de trabajar en grupo, y más allá de la idea de cada uno es la idea de todos. 

 

M. S.: -Para mí significa también una decisión política. Cuando trabajo en un espectáculo de afuera hago un laburo como de oficio. Hago un zapato lo mejor posible. Pero yo acá decido quién vende ese zapato, en dónde, cómo, qué significa, qué tipo de persona lo va a usar. Si yo hago un espectáculo siento que es más una inquietud que tiene que ver con un deseo y una proyección propia. Y eso no es política. Política es ponerte de acuerdo con otro, a pesar de que no piense lo mismo. Eso es Los Macocos para mí. Una familia política.

M. X.: -En mi vida artística es el proyecto más completo que hay. Tiene que ver con esto que hablaban todos: cual uno es responsable de todo. He estado en otros elencos y llegás hasta cierto punto en que un director o directora corta y dice «es esto». Y uno hace un aporte menor que acá. Tenemos 60 años de promedio más o menos. Es mucha la vida que tenemos metida acá dentro. 

Teatro x la Identidad

Los Macocos son, aparte, un grupo de amigos. «Pero estamos tan urgidos con el cotidiano que realmente hace mucho que no nos juntamos a comer, porque no hay tiempo. Con el resto de mis amigos me pasa exactamente lo mismo», cuenta Salazar, antes de comentar que el nuevo espectáculo está ligado a la identidad. 

-¿Cuando hablás, Martín, de identidad bastardeada, a qué te referís? ¿A los argentinos en general? ¿A los artistas?

 

M. S.: -A todo eso y lo que somos. Te vuelven anónimo. No quieren que sepas ni cómo te llamás ni que tengas amigos ni que nada. 

M. X.:

-En el gobierno de Macri, cuando los billetes dejaron de tener próceres para tener animalitos, Federico Sturzenegger dijo que adonde vamos no hacen falta próceres. Nos están tirando a un lugar donde no hay nada. 

 

M. S.: -Y no es solamente que no hacen falta, sino que no debe haber próceres. Quieren que nos olvidemos de quiénes somos y me parece que está cortado el cruce interpersonal. Y esta obra habla de cuatro personas que son amigas.

D. C.: -Hoy todo lo que hacemos es subversivo. Hacemos cultura subvencionada. Teatro, risas, humor.

M. S.: -Y somos un grupo que se formó en una universidad pública.
 

-¿Por qué creen que hay tal ensañamiento con la cultura? ¿Y especialmente con el teatro?

 

D. C.: -Porque es un montón de gente pensando en voz alta.

M. S.:

-Al comienzo de este gobierno Sturzenegger dijo: «el Instituto Nacional del Teatro es una red comunista kirchnerista que hay que derrocar». ¡Yo pensé que ni sabía que existía el INT! Pensé: ¿cómo sabe este tipo de la existencia del INT? ¡Es gente que vive a Don Satur! ¿Por qué tanta saña? Es autárquico, no le saca plata a nadie.

 

M. X.: -Pero genera conciencia, identidad, red.

D.C.:- Pensamiento colectivo.

M. S.: -Una red increíble en todo el país. Nosotros viajamos por todo el país y vimos espectáculos de todo el país. Cuando el Cervantes lo dirigía Rubens Correa había logrado que fuera nacional realmente, federal. Y había espectáculos de todo el país en el Cervantes y el Cervantes llevaba espectáculos a lugares donde no había teatro. Entonces íbamos a un pueblo en Misiones a actuar para una comunidad muy pequeña, para contarle quiénes éramos nosotros y nosotros íbamos ahí a conocer quiénes eran ellos. Eso era armar la Argentina. Pero a estos tipos no les interesa el lugar adonde vamos.

M. X.: -No vamos a llegar adonde nos quieren llevar.

-Hay una pregunta que les hacen siempre a quienes hacen humor: ¿cambia de sentido en contextos oscuros?

 

M. S.: -Total. Toda obra es hija del contexto, pero el humor mucho más. Un chiste ofende en un contexto y en otro te re cagás de risa y la pasás bárbaro.

D. C.:

 -El humor te permite tirar cuestionamientos; es esto de «¿lo dicen de verdad o de mentira?» Y a veces produce identificación.

 

M. X.: -Le quita solemnidad a algo. Esto que estamos viviendo va a pasar. Tiene que pasar. Entonces, una forma es intentándolo con humor. Te permite hacerle un amague a la depresión y la gente agradece.

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El cuarteto con Mariana Chaud, directora.
 
 

 

 

La palabra de Mariana Chaud

Mariana Chaud no tenía con Los Macocos un vínculo artístico previo. «Cuando me llamaron nos juntamos en un bar y me cayeron bárbaro, me sentí cómoda así que pensé que era posible y divertido», cuenta. Para ella, dirigir al cuarteto en ¡Chau, Macoco! «es toda una experiencia que excede lo teatral porque implica sumarse a una dinámica de 40 años. La creatividad, el humor y la dispersión están presentes en todo momento y hay que moverse en esas aguas. No me siento lejos de eso». 

La directoras del espectáculo revela que a ella, en los ensayos, le resultaba divertido probar cosas que eran ajenas a los actores. Pero ellos se prestaban. «Fue un enorme aprendizaje para mí porque tuve que poner a prueba mis ideas a cada paso», dice. Y define al espectáculo como «una mirada sobre los 40 años del grupo desde el amor/ humor».

 

Fuente: Pagina12

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