Nacionales

Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad

Argentina vive un nuevo momento de inflexión. El yugo de la antipatria se instala entre nosotros como el lobo con piel de cordero, se mezcla en el rebaño y, para asestar la traición, devorarse todo lo que pueda. Una vez más, la infamia se impone como principio rector del dogma materialista, y se celebra la crueldad contra los más humildes como si fuera una virtud del ejercicio político.

Argentina vive un nuevo momento de inflexión. El yugo de la antipatria se instala entre nosotros como el lobo con piel de cordero, se mezcla en el rebaño y, para asestar la traición, devorarse todo lo que pueda. Una vez más, la infamia se impone como principio rector del dogma materialista, y se celebra la crueldad contra los más humildes como si fuera una virtud del ejercicio político.

La imposición de la barbarie económica, como signo de la filosofía materialista, nos conduce hacia un callejón sin salida. Se pretende que livianamente aceptemos que en nuestro país es natural que los hijos de los trabajadores no accedan a las cuatro comidas diarias. Nos aseguran que la violencia y el maltrato que se ejerce contra nuestros jubilados es parte de un proceso de transformación que nos llevará a la redención dentro de 45 años. La precarización del empleo, la devaluación de los ingresos y el deterioro de la calidad de vida se nos presentan como la consecuencia inevitable de la prosperidad por venir. Todo ello en nombre de una libertad que deshumaniza las relaciones comunitarias y concibe a la Justicia Social como una aberración.

El yugo libertario funciona como un yunque que nos sumerge al fondo de la historia, donde los falsos profetas dictan las leyes de la dependencia y nos imponen sacrificios absurdos para que otros vivan una buena vida. Sin embargo, olvidan que este país supo salir del infierno doblegando a los usurpadores de la libertad que pretendían esclavizarnos, reduciéndonos a la miseria.

El subsuelo de la Patria se sublevó históricamente contra la bota oligarca que, en nombre de falsas representaciones, quiso robarle siempre la dignidad. La verdad política fue guía de la revolución ética que encabezó el pueblo trabajador contra el mandato unipolar del sálvese quien pueda. Una vez más, son las voraces bestias del mercado las que creen que la memoria del pueblo es pasajera y habita las tierras secas donde vive el olvido.

La libertad de esta Patria no se forjó en la complacencia de la subordinación, sino en la rebeldía popular. El pueblo trabajador no admite la traición, puede enojarse con la coyuntura y puede, también, hacer tronar el escarmiento. Pero está en su sangre no rendirse ante la entrega y la ignominia de los apátridas. Ese pueblo se niega a estar de rodillas, es insurrecto e indomable cuando se trata de defender su libertad y la de su comunidad. Siempre ha sido soberano y, en esta oportunidad, por más que nos digan lo contrario, no es diferente.

Esta Nación no se hizo grande sobre la base de la explotación de los que trabajan. Se construyó sobre los cimientos del trabajo mancomunado y sobre la “hermandad de los que trabajan”. Quieren que olvidemos, pero fueron los hombres y mujeres de trabajo quienes se abanderaron con la causa Malvinas. Fueron las y los trabajadores quienes se organizaron en comunidad para enfrentar la pandemia, no abandonar a nadie. Son ellos quienes dejan en “el camino jirones de su vida” para que esta Patria no caiga en manos de capital especulador, extranjerizante y vende Patria.

Este 9 de julio no puede pasar de largo. No es una fecha escolarizada que demanda un feriado para pasar el rato. Este 9 de julio nos tiene que hermanar en la insurrección, en la sublevación, en la solidaridad, porque no podemos permanecer indiferentes si uno de los nuestros sufre. No podemos permanecer pasivos si nuestros pibes tienen hambre, si nuestros viejos son gaseados por exigir Justicia Social. No hay libertad posible si nos persiguen y nos encarcelan.

Este 9 de julio tenemos que encontrarnos para clamar por una nueva INDEPENDENCIA NACIONAL, porque no podemos dejar que nos roben la dignidad. No nos entregamos a “la raza oligarca de los explotadores”, nos entregamos a la causa de la Patria que nos demanda, en este momento histórico, que los traidores, los explotadores, los enemigos del pueblo sean derrotados.

¡Seamos libres, viva la Patria! 

Fuente: Pagina12

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