«Tres cruces»: heridas que siguen doliendo

El abuso sexual cometido por sacerdotes es abordado a través de las historias de tres víctimas ya adultas, que intentan salir adelante incluso cuando carguen con el peso de las cruces del título.
6 – TRES CRUCES
(Argentina-España, 2025)
Dirección: Alejandro Rath
Guion: Paulina Bettendorff y Alejandro Rath
Duración: 61 minutos
Se exhibe en el Cine Gaumont a las 19.45
Las clásicas placas negras con letras blancas que aparecen antes de los créditos finales de Tres Cruces aseguran que en los últimos veinte años hubo por lo menos 128 curas de la Iglesia Católica Argentina denunciados por abusos. De ellos, sólo 31 recibieron condena judicial y apenas 28 fueron expulsados del sacerdocio. Son los únicos datos duros vertidos durante la hora de metraje del último trabajo del realizador Alejandro Rath, codirector de ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? (2013) y responsable de Alicia (2019) y Manifiesto (2019). Hasta entonces, Rath había puesto su atención en el costo humano de los abusos a través de las historias de tres víctimas ya adultas que intentan salir adelante incluso cuando carguen con el peso de las cruces del título. Un peso hecho de heridas que todavía duelen, de recuerdos que vuelven al presente no exento de llantos y de consecuencias con el entorno que adquieren la forma del menosprecio familiar y las miradas de reojo del entorno social.
La película abre con Sergio recordando un episodio con un sacerdote en su Entre Ríos natal. Sacerdote que era, además, su tío. El recuerdo estuvo bloqueado durante décadas, pero reapareció con la forma de una revelación que ahora lo impulsa a transformar su vida. ¿Cómo lo hace? Asumiendo su identidad sexual e intentando reconstruir sus vínculos familiares, aunque a la madre todavía le cuesta creerle. Quizás por eso Sergio vive desde hace años en España, donde camina un tanto más liviano. Distinto, a la vez que parecido, es el caso de Alexis, una de las víctimas adolescentes del “cura sanador” Juan Diego Escobar Gaviria. A diferencia del abusador de Sergio, el de Alexis sí está condenado. La víctima, también, como demuestran las represalias de la comunidad. Son esas represalias, justamente, el motor que lo lleva a volver a su barrio para reconstruir su historia y la de sus compañeros de penurias.
Por su parte, Carla es una mujer trans salteña que representa su testimonio en un vía crucis performático por su ciudad, una muestra de que para ella el arte es (puede ser) un vehículo para la sanación. Como casi siempre, algunos la miran de reojo y otros entienden su combate contra el olvido. Apelando a las herramientas más habituales de los documentales expositivos, Rath acompaña a estas personas (difícil hablar de “personajes” en este contexto) en distintas etapas de su camino. Una redención que para Sergio consiste en conseguir ser recibido en el Vaticano y para Carla, en darle una forma material a un sufrimiento penitente. El director tiene la sabiduría suficiente para, por un lado, evitar los golpes bajos y cuidar a las personas respetando su dolor. Y, por el otro, nunca tomar la parte por el todo asumiendo que hay tantas maneras de ponerle el pecho al dolor como víctimas. Tres cruces, entonces, como un muestreo de un puñadito de maneras posibles.