Claudio Gallardou dirige la «Opereta de los bandoleros» en el Teatro del Pueblo

El director adaptó el libro de Hugo Chumbita sobre Juan Bautista Bairoletto, Eusebio Zamacola y Segundo Peralta, “Matecosido”.
En la tradición nacional hay personajes que, perseguidos por el poder y negados en la historia oficial, entran por la puerta de lo popular a través de narraciones orales, memoria barrial o canciones. Personajes comunes empujados a realizar acciones extraordinarias por la medida moral de sus decisiones. En esta categoría pueden inscribirse Juan Bautista Bairoletto, el vasco Eusebio Zamacola y Segundo Peralta, “Matecosido”, que la década del ’30 del siglo pasado asaltaron a la empresa inglesa La Forestal, que talaba los quebrachales de Santa Fe y el Chaco, sin perjudicar a sus trabajadores. Hugo Chumbita recogió sus aventuras, amores y destinos, y le propuso a Claudio Gallardou llevarlos al teatro. “La obra es totalmente coral”, afirma Gallardou. “Se presentan como actores de una compañía que van a narrar un cuento y se van transformando en los personajes, que son un montón. En una escena uno es protagónico, pero en la otra es parte de la masa”, adelanta el director sobre Opereta de los bandoleros, que se presenta los domingos a las 20.30 en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636).
Chumbita plasmó la vida de estos tres bandoleros en un libro del que la obra también toma el nombre. Escrita en verso, es una historia hecha de historias, sujetos que con sus defectos y contradicciones construyeron una heroicidad popular entre deudas de juego, peleas con la policía y compromiso con los trabajadores. “Acá la suerte está echada y es suerte de mala muerte “, dice uno de los protagonistas, sabedor de que a la taba le gusta caer del lado del poder. “Los tres personajes tienen signos de otras obras populares”, analiza Gallardou. “En todas las escenas hay signos de otros relatos, se parece en esa cosa popular de la persecución y el abuso”, aunque también “el acto heroico de dedicar su vida a ayudar, poniéndose en riesgo: uno muere, el otro desaparece y nunca se supo más de él, y el otro terminó como empresario”, cuenta, y confiesa parte de cómo fue el trabajo con el autor: “Las cosas que se cuentan en la obra son anécdotas reales, es una recopilación de hechos que Hugo consiguió. ¡Y me cagó a pedos donde metí mano y me equivoqué para corregir lo que decían los personajes!”, ríe el director.
-En la puesta hay cosas circenses, teatro de sombras, musical, gauchesca, coros griegos. ¿Qué te permite contar ese bricolage teatral?
-Creo que hay que hacerlo de una manera caricaturesca para poder enfrentarse a la historia. Este encuentro de muchos géneros, aspectos y signos teatrales hace a un espectáculo relevante y divertido. Puedo dirigir cosas que estén cerca de mi manera, como el que canta necesita cantar a su modo. Entonces, escribí una versión sobre lo de Hugo y lo llevé hacia mis territorios: el circo, el gaucho marginal… Todos los elementos están en la obra original, solamente los puse en relieve. Lo que más me gusta del espectáculo, la génesis que provoca todo lo demás, es el verso gaucho. El teatro es un hecho poético y cuando es en rima me gusta más. El teatro gauchesco me fascina, la música autóctona me enamora y todo eso converge en un punto que es una manera fácil de contar. Me gusta la idea de construir un género musical propio. La comedia musical durante mucho tiempo tuvo parámetros extranjeros y ahora se empieza a construir una forma nueva de la comedia, a encontrar una manera nuestra de hacer un espectáculo musical sobre el folklore. Me gusta la idea de encontrarlo desde ahí.
La conformación de este grupo de bandoleros del noreste, el acuerdo para asaltar a la empresa británica que explotaba los recursos naturales del noreste del país y a sus trabajadores, las alianzas y traiciones que vivieron está contado desde el inicio del espectáculo a través de una murga que, al estilo de los coros griegos, explica la historia que se está por contar. Y cada acto tiene un adelanto como los números de circo. La gauchesca y el texto en verso son acompañados por músicos en vivo que interpretan chamamé, rasguido doble, milonga, cifra, payada y foxtrot, para habilitar a los personajes a que cuenten lo que tienen para decir, y un vestuario que recrea la época pero también caracteriza a los personajes. El teatro de sombras genera la sensación de flashback o mientras tanto, enriqueciendo la narración con otro plano enunciativo. La puesta en escena está dividida en tres, lo que le permite al director poner en foco de atención en diferentes sectores, según lo que necesite la narración de las tres historias, que corren en paralelo hasta que la encrucijada los encuentra para volver a dividirse.
-Estos bandoleros son una mezcla de Robin Hood y Martín Fierro, empujados por la policía y los poderosos a vivir injusticias y cruzar límites. ¿Por qué contar esta historia hoy?
-Para mí, la explotación de los poderes económicos extranjeros es una cosa continua que siempre vale observar para estar atentos a la hora de decidir y elegir. Y acá está clarito: esta empresa inglesa explota nuestro territorio y después se va, deja todo devastado. Es algo que continuamente sucede en nuestra realidad. Me parece que es bueno ponerlo de relieve para que se sepa qué nos pasa y nos puede seguir pasando si no miramos, porque ya nos pasó. La memoria es rara, uno vuelve a cometer los mismos errores. Esto es lo que nos pasa cuando nos dominan los de afuera: ahí estamos, en el medio de los quebrachales… Eso hace que cada uno tome una decisión sobre lo que ve. ¿Son ladrones o no? ¿Son asesinos o no? ¿Son héroes? ¿La Forestal estuvo bien? Genera una incógnita que resonará en cada uno. En ese sentido es útil el teatro: te obliga a tomar una posición que no hace falta que andes vociferándola, pero la tomes. Si el teatro puede aportar un granito de arena para que la gente observe qué es lo que nos pasa cuando elegimos, estamos hechos.