No va a cambiar nuestra concepción estética
Después de varias presentaciones en el circuito off, Ollantay Rojas, Milagros Rolandelli y Lisandro Erbele, acompañados por otros cinco músicos y cuatro bailarines, llevarán su espectáculo a la calle Corrientes. Basada en el repertorio menos explorado de Ástor Piazzolla, la propuesta desarma elementos tradicionales del tango.
“¿Qué pasa si a eso que se supone que es el tango se le sacan todos los estereotipos, todo el maquillaje, la cuestión de los roles, un montón de estructuras y estéticas? ¿Qué queda?”, pregunta Milagros Rolandelli. A su lado, su compañero Ollantay Rojas ensaya una posible respuesta. “Hay algo que es muy íntimo, que es eso de lo que cada uno se enamoró en su primera clase o en el momento que lo escuchó, algo muy personal de qué es para uno el tango, y después vienen la técnica, el vestuario, el packaging que lo rodea. Si le sacamos eso queda otro tango, más auténtico, o al menos más honesto para cada uno”, propone.
Con esa premisa la dupla creó junto a su compañero Lisandro Erbele el espectáculo Noestango, que después de varias presentaciones en el circuito off los últimos años, llegará todos los miércoles de febrero a las 20 al Metropolitan (Av. Corrientes 1343). Al núcleo de la compañía se suman para la escena los bailarines Manuco Firmani, Nicolás Minoliti, Ulises García y Marcela Vespasiano –bajo la dirección de Rojas- y cinco músicos que recrean parte del repertorio menos explorado de Ástor Piazzolla: Emiliano Greco en piano y dirección musical, Matías Grande en violín, Lautaro Greco en bandoneón, Matías Tozzola en guitarra y Manuel Gómez en contrabajo.
Con buena repercusión en su paso por El Galpón de Guevara o Timbre 4, Noestango es una de las propuestas escénicas más interesantes de los últimos años, que desarma los elementos tradicionales del género. La llegada al circuito comercial es una saludable noticia para el sector, que desde hace rato se mantiene en el territorio del off. La propuesta de Noestango, entiende su director, tensionaba los límites del circuito alternativo. “Nos iba muy bien y llenábamos, pero somos diez artistas en escena y llenando cada uno apenas se llevaba un básico”, recuerda. “Estamos como al borde de la infraestructura independiente, ahora, en cuanto al concepto, nos la rebancamos y seguimos ahí”, señala. “No por estar en calle Corrientes va a cambiar nuestra concepción estética ni dramatúrgica”.
“Se resignifican algunas cosas –reflexiona Ollantay-, porque no es lo mismo un teatro como el Metropolitan que un galpón donde la estructura está visible, y nosotros construimos inicialmente una ficción en ese galpón, con esas lámparas, el proyector que ella –señala a su compañera- tenía en la mano, y en el teatro tenés un montón de tecnología, no sé: un proyector de 10.000 lúmenes… y yo necesito uno chiquito para que ella tenga. Con eso de alguna manera estamos negando lo que significaría estar en un teatro, dialogamos con los términos de la propuesta”.
“Y todo eso se acopla de alguna manera con la premisa de negar cierta parte del tango”, agrega la bailarina. Milagros hace memoria y se retrotrae a los comienzos del grupo. Se conocían de antes, pero se unieron en 2017 mientras trabajaban con el pianista Diego Schissi. “Ya veníamos juntándonos un poco por la necesidad de buscar nuevas formas de abordar el tango escénico”, destaca. En el camino fueron montando pequeñas piezas y filmaron un videoclip para Escalandrum. Y justo cuando querían apuntar a más, llegó la pandemia. El cruce con músicos –todos con mucho más tiempo disponible del que acostumbraban-, una residencia artística de tres meses en el Centro Cultural San Martín y muchas reuniones –presenciales y por zoom después- fueron dando forma a la obra. “Al final se dio un proceso de casi dos años, mucho tiempo de prueba de improvisar muy abiertamente, que no es normal ni para los bailarines de tango ni para los músicos”, explica Rolandelli.
El resultado de toda esa exploración –fuertemente influenciada por una intervención de Guillermo Angelelli, el referente del teatro antropológico, quien los animó a “sacarle el tango al tango” devino en el show que ahora llegará al Met. Que sí, pese a su nombre, es eminentemente tanguero. “Ay, si ves los comentarios de Facebook son muy graciosos, nos dicen hasta ‘traidores a esa música’, y hay gente que sigue diciendo que Piazzolla no es tango”, ríen.
-La paradoja es que ya nadie serio discute a Piazzolla, pero al mismo tiempo, ya no es “nuevo”. Su revolución tiene 70 años.
-M.R.: No, claramente ya no es revolucionario. Yo creo que en la obra es como una contradicción también. Porque nosotros decimos no es tango, y la gente dice “pero es tanguero”. Ahí me parece que funciona Piazzolla en ese sentido: como una contradicción. Y además también aparece por cómo nos relacionamos con los músicos que primero estuvieron en el proceso, que eran los del Quinteto Revolucionario. Su repertorio era de Piazzolla. Vino todo en un paquete, de alguna manera. Nos pasó también que cuando empezamos a pensar en la obra, cuando nos empezaron a surgir las primeras motivaciones, no pensamos qué música podía ser. Y cuando vino esa música empezamos a escuchar temas que ya conocíamos, pero que no se usan generalmente para el tango escénico. Yo siento que entró y de alguna manera fue decir “ah, esto está buenísimo”. Empezamos a escuchar las músicas e iban como encajando con las escenas que habíamos pensado. Es una música que entra y tiene un peso y una cosa que te termina de convencer de alguna forma. Vino medio en paquete pero se ganó su lugar. Y a la vez jugaba también con esa contradicción de ser una música ya canonizada.
-O.R.:Para mí juega el hecho de que al primero que le dijeron “esto no es tango” fue a Piazzolla. Entonces de alguna manera también traemos ese dilema.
–También podría haber sido algún músico actual.
-O.R.:Eso tiene que ver con nosotros como creadores contemporáneos, pero también dentro del ámbito de la danza usar música de Gardel y resignificarla también tiene sentido. El tema es cuando agarrás un D’Arienzo, un Pugliese y no hay ninguna pregunta acerca de por qué lo traes. O lo traés “porque hay que hacerlo”, porque hay un power que tenemos que tener cuando llega la variación. Pero si no te preguntas por qué traés ese repertorio, si no lo intervenís sonoramente o lo traés y lo exponés como problemática, ¿por qué estás bailando eso? ¿Está viva la danza esa?