La Masacre de Avellaneda
El asesinato de Kosteki y Santillán
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El 26 de junio de 2002 una represión policial mata a los militantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. El caso se vuelve un ejemplo paradigmático de manipulación mediática.
Habían pasado solo seis meses de la represión de diciembre de 2001 y el gobierno de Eduardo Duhalde entendía que derramar sangre podía significar un costo político irreparable.
Sin embargo, el clima de convulsión social seguía en todo el país y las demandas para sacar la policía a la calle estaban a la orden del día.
Hasta los gobernadores le reclamaban autoridad al oficialismo, que entonces optó por una doble estrategia: reconocer la legitimidad de los reclamos a algunos dirigentes como interlocutores, a la par de dar un discurso que criminalizaba la protesta cada vez más.
En una investigación realizada por el diario Página 12, el entonces canciller advertía sobre una escalada de violencia. La nota salió publicada dos días antes de la represión.
Es en este contexto que, para continuar con sus reclamos frente al crecimiento del desempleo y la pobreza, las organizaciones sociales convocaron aquel miércoles a una movilización de protesta en el Puente Pueyrredón.
Cuando llegaron, los accesos estaban cortados en un fuerte operativo de seguridad que quedó en manos de la Policía Federal y la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
La primera versión que intentó imponer el gobierno fue que se había tratado de una interna entre los manifestantes, responsabilizando a las propias organizaciones por los hechos de violencia.
La mayoría de los medios fueron tras esa premisa, condenando a los manifestantes por los incidentes.
Pero las imágenes no dejaban lugar a dudas y se volvieron un testimonio inapelable.
La hipótesis de un complot social fue perdiendo peso con las horas. Las miradas apuntaron entonces a la policía.
Finalmente, Eduardo Duhalde anunció el 2 de julio el adelantamiento de las elecciones, lo que se convirtió en una despedida de sus aspiraciones políticas.
Ese día marcó a la política frente a la violencia institucional, además de contribuir a repensar el rol de los medios de comunicación en la construcción de la realidad, para advertir cómo puede desdibujarse algo que en principio se mostró como un enfrentamiento, pero que luego pasó a llamarse, con justicia, “La Masacre de Avellaneda”.
(Esta cápsula forma parte del ciclo “40 años de democracia” que se emite todos los miércoles y domingos por la TV Pública)