la otra elección que se viene
Lo habitual en una elección presidencial es consagrar por el voto popular a la persona que conducirá los destinos del país por cuatro años. Pero esta vez las boletas que se introducirán en las urnas decidirán acerca de que billetes tendremos en los bolsillos. Nunca antes la campaña estuvo tan involucrada con la esencia misma de la política monetaria. Tampoco en el pasado se dio una identificación tan clara de cada candidato con una propuesta tan concreta: Javier Milei apuesta a dolarizar, Sergio Massa va por el peso y Patricia Bullrich por la bimonetariedad.
En este terreno no hay ambigüedades ni evasivas. La prédica del libertario desde sus tiempos de panelista televisivo por cerrar el Banco Central se materializa con su candidatura en la consagración de la divisa norteamericana y la eliminación (después de un breve período de gracia) de la moneda argentina. Chau al peso.
Ya no habrá debates futuros, en caso de que sea elegido presidente, respecto a si deben elegirse próceres o especímenes de la fauna local para ornamentar los billetes.
Se irían Roca, Evita, la ballena, el hornero, la taruca y el horrible engendro de $2.000 para consagrar una galería de mandatarios yankis, preferentemente no en su versión «carachica».
Los economistas discuten la factibilidad técnica de la iniciativa, asuntos vinculados a la soberanía monetaria y otras yerbas, pero para al menos un tercio de la población (hasta ahora) esos intercambios sofisticados son ajenos a sus expectativas.
Entienden que no se puede dar vida a la estabilidad sin matar al peso. Consideran que después de haber probado con distintas denominaciones y quita de ceros ha llegado el momento de la muerte asistida.
Los economistas discuten la factibilidad técnica de la iniciativa, asuntos vinculados a la soberanía monetaria
¿Peso, dólar o bimonetarismo?: qué propone cada candidato
Para el ministro de economía y candidato de Unión por la Patria hay que bancar la parada y contar con un signo monetario propio para diseñar una auténtica política económica que habilite la posibilidad de ir adaptándose con este instrumento autóctono a los cambios y circunstancias de la economía global.
En tanto la referente de Juntos por el Cambio acaba de fichar como su eventual futuro responsable del Palacio de Hacienda a Carlos Melconian que se juega por una opción poliamorosa en la materia: convivir con ambas legalmente. Cada uno tiene sus argumentos para intentar persuadirnos.
Mas allá de las explicaciones profesionales lo que verdaderamente cuenta es aquello que sea percibido como más eficaz y simple para el auditorio en tiempos de campaña. Son las calles, los restaurantes, los supermercados, las redes sociales y los medios de comunicación los ámbitos en los que hay que probar las virtudes de cada posición antes que los claustros académicos.
Sin dudas el punto fuerte de Milei es la cotidianeidad y la confianza de los argentinos con «el verde». Se trata de una relación de décadas, reafirmada en cada una de las muchas crisis. El dólar es la gran reserva de valor en esta tierra desde hace décadas.
Si Perón preguntó alguna vez a fines de los años cuarenta en un encuentro sindical ¿quién ha visto alguna vez un dólar? hoy lo pertinente sería interrogar: ¿quién no ha visto alguna vez un dólar? El punto débil radica en como dolarizar sin dólares en el BCRA. En cambio, para los defensores del peso se hace cuesta arriba defender un medio de pago que se devalúa permanentemente. Cualquier compatriota es consciente de este flanco vulnerable.
Sin embargo, ganan algunas posiciones cuando se preguntan cuáles y cuantos países en el mundo renuncian a tener casa de la moneda. La respuesta (Islas Marshall, Micronesia, Palaos, Timor Oriental, Zimbabue, Puerto Rico, Panamá, Ecuador y El Salvador) implica una implícita llamada a la autoestima nacional.
Milei propone eliminar el Banco Central y dolarizar la economía argentina
Una conversación cotidiana
En una sociedad lastimada por tantas carencias no son pocos los que consideran que sumar la pérdida de moneda sería la resignación definitiva. Como modo de navegar entre las dos posturas Bullrich convoca a dejar la decisión a cada argentino.
Así como alguna vez proclamó, respecto al uso de armas, que «el que quiera andar armado que lo haga» ahora extiende el libre albedrío de la cartuchera a la billetera. A su favor cuenta con lo salomónico de su alternativa y la practicidad que supone.
En contra con la percepción de que quienes tengan cuentas y canutos verdolagas serán ciudadanos de primera y los que no, kelpers económicos «pataconizados» por imperio de aquella ley que dice que la moneda buena desplaza a la mala.
Al fin de cuentas el consuelo puede consistir en reclamar, además del mérito de ser la tierra del dulce de leche, el colectivo, la birome, Maradona, Messi y el Papa, el privilegio de pertenecer a la única nación de la tierra en la que las complejas discusiones monetarias no son el monopolio de los expertos sino la conversación cotidiana de la mayoría de sus habitantes.