Un libro que rescata la presencia de las mujeres en la historia del rock
Además de documentar la historia del rock femenino “Al taco” es también una historia de las mujeres. Sucede que el libro que escribieron Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono no solo documenta las expresiones del género desde mediados de la década del 50, cuando Estela Raval grabó su versión de un tema de Bill Halley, sino que también pone el ojo en las reacciones de los públicos femeninos y en circunstancias de la vida social y política que afectaban la vida cotidiana de las adolescentes y mujeres de esas épocas, como la prohibición del intendente de Rosario en 1957 que les prohibió el uso de pantalones en la vía pública por considerarlo “opuesto a la moral y las costumbres”.
“Contribuir a una historiografía alternativa de la música popular que parte de reivindicar la existencia es un hecho político sobresaliente de este libro y de estos tiempos. Valorizar lo que sí pudieron las madres rockeras contiene un trasfondo sensible y delinear un punto de vista indispensable de reparación cultural” resalta Mercedes Liska en el prólogo del libro editado por Gourmet Musical que las autoras dedican a las hacedoras de música.
Además del rescate de los nombres y la obra de las mujeres que le pusieron su voz, sus sonidos y sus letras al rock nacional, el libro recupera sus voces mediante entrevistas. Las autoras, y los colaboradores Verónica Tossounian y Víctor Tapia –periodista especializado en el tema–aportan las vivencias de Nelly Dors (María Nelly Giudecessi), quien fue cantante principal de Los Cometas y con sus más de ochenta años comparte sus recuerdos y su actual fanatismo por AC/DC. Junto a ellas están los testimonios de la periodista Gloria Guerrero, los cantantes Hilda Lizarazu, María Rosa Yorio, Liliana Vitale, Vivi Scaliza, Cristina Dall, Claudia Puyó, Isabel de Sebastián, entre muchas otras.
En diálogo con Télam, Carolina Santos, una de las autoras de “Al taco”, reseñó el espíritu del libro y la tarea ciclópea de rastrear la presencia, a veces invisibilizada de las mujeres en la historia del género, antes y después de “La balsa”.
-¿Cómo surgió la idea del libro, una especie de cruce entre la historia del rock y la historia de las mujeres?
–Surgió a partir de una investigación que hice para otro proyecto de una serie documental hace seis años atrás, que me llevó a darme cuenta de que había muy poca bibliografía sobre las mujeres en el rock. Solo los libros de Pat Pietrafesa y de Karim Gonzalez. No mucho más . Lo interesante es que en estos seis años sí pasaron cosas y salieron “Brilla la luz para ellas”, de Romina Zanellato; la autobiografía de Gabriela; la de María Rosa Yorio; el libro Mostras del rock, de Barbi Recanati. Pero también pasaron otras cosas, en la vida de las mujeres como la legalización del aborto y el cupo en los festivales.
-Eligieron rastrear la historia entre mediados de la década del 50, mucho antes de “La balsa” y el 2000…
-Nos interesó tomar desde mediados de los 50 porque en esa primera década de rock argentino ya hay mujeres grabando o tocando en vivo. Valía la pena explorar esa década. Y después, cortamos en el final del siglo XX porque nos parece que ahí cambiaron las cosas. Se podría pensar un segundo tomo muy distinto. Ojalá no valga la pena hacer el segundo tomo porque tenga reconocimiento todo lo que pasó en los últimos años.
Se trata de una historia en construcción, a la que podemos seguir, o agregarle nombres e hitos. Si lo pensamos desde un pensamiento feminista no nos interesa hacer una carrera. No es una competencia. No nos importa quién fue la primera, queremos destacar a las pioneras.
Gabriela Epumer, mucho más que una instrumentista.
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-¿El objetivo del texto es visibilizar esos nombres y esas obras?
-Notamos que en algunos casos había menciones, pero no reconocimiento. Algunas artistas fueron visibilizadas pero no en la totalidad de su obra. Un ejemplo es Fabiana Cantilo, quien además de cantante es una gran compositora y tiene grandes temas de su autoría. Tampoco se nombra a las que fueron instrumentistas y grandes músicas.
Pero nosotras nos propusimos hablar de las mujeres y no de los obstáculos, para no caer en una victimización. Aunque contamos situaciones adversas en todas las épocas, quisimos relatar cómo se pudieron abrir camino.
No nos propusimos solo hacer una historia de las artistas mujeres sino también reconstruir una trama, una época . La historia de la mujer en la música es parecida en cuanto a la desigualdad a la de la mujer en otras disciplinas del arte y en la misma sociedad.
-Eligieron un riguroso orden cronológico, ¿tiene que ver con narrar una evolución, o esa trama de la que hablás?
-Nos interesaba reconstruir esa trama, una genealogía. la filósofa feminista Celia Amorós dice que tener una genealogía empodera. Ella habla de los tres siglos de pensamiento feminista, Nosotras pensamos lo mismo respecto del rock. Tenemos 60 años de mujeres en el rock. Nunca fueron fenómenos o casos aislados.
-Aunque se confiesan fanáticas de rock, prefirieron no abundar en experiencias personales…
-Cualquier abordaje que hace el feminismo tiene en cuenta la experiencia personal. Pero, en todo caso tuvimos en cuenta la recepción. Quisimos abordar los públicos femeninos. Nos pasó con Florencia López, la antropóloga que revisó el texto, que nos lo devolvió con comentarios sobre lo que le había pasado en determinado recital o con cierto tema.
Tuvimos muy presentes no sólo a las artistas mujeres sino también al público femenino ya que también estuvo invisibilizado. Sucede que el rock fue contado por los varones así que no tienen en cuenta ciertos hitos; por dar un ejemplo, el primer Luna Park hecho por mujeres del rock, el de Las Viuda e Hijas del Rock and Roll; o la importancia para una generación, de agunas artistas, por ejemplo, Jolly Land, que cuando hablamos con nuestras madres, cuentan que bailaban y cantaban sus temas, y los tienen presentes.
-La investigación les llevó seis años, ¿cómo trabajaron?
-Fue difícil porque en muchos casos no teníamos datos. Para encontrar a las pioneras hemos ido a los geriátricos, a algún convento. Me pasó algo muy significativo porque en una entrevista que le hizo Miguel Grimberg a Moris, él hablaba de una mujer vestida de negro que supo cantar en La Cueva. Se llamaba Susana Juri y la busqué durante dos años. Cuando logré dar con una amiga que era su hermana de la vida, ella había muerto poco antes. Mientras yo la buscaba estaba viva, pero murió antes de que pudiese trasmitir sus recuerdos, y se perdieron con ella.
-¿Cuáles son los hallazgos que las ponen más orgullosas, que justifican el esfuerzo inconmensurable que llevó el libro?
-Algunas de las entrevistas, como la que Víctor Tapia le hizo a Nelly Dors, una de las primeras mujeres en presentarse frente a un público. También el testimonio de integrantes de Las Mosquitas. Por último fue muy emocionante todo lo que tuvo que ver con las mujeres de los 90. Me llamó la atención que algunas decían que nunca las habían entrevistado para dar su testimonio.
Para darles el lugar que se ganaron y reivindicar el arte de las pioneras y de las que aún regalan su musica las autoras convierten a las artistas en protagonistas de cada presentación del libro. Sucedió en la Feria del Libro, en la charla de la Librería del Fondo y en Niceto donde además los presentes pudieron escuchar algunos de los temas de la playlist infinita, y siempre en construcción de “Al taco”.