‘El sentido de la vida, ¿tiene sentido?’
El sentido de la vida, ¿tiene sentido?
¿Para qué estamos aquí? ¿Por qué estamos aquí? ¿Quién nos trajo engañados? ¿Encima tengo que pagar la cuenta? ¿A quién se le reclama si te tocó una vida sin sentido? Y si te tocó una vida con sentido, ¿en qué sentido va tu vida? ¿Para allá, o para acá?
No pretendo tener la respuesta al sentido de la vida, solamente planteo la pregunta, ¿o acaso quién no se preguntó alguna vez para qué estoy aquí? Les aseguro que la gerencia de Télam se lo pregunta a diario. ¿Hay vida más allá? ¿Adónde queda el más allá? ¿Te cobran peaje para llegar al más allá? Bueno: si consideramos lo que cuesta un lote en un cementerio privado, parecería que si.
Pero si hay un “más allá”, ¿nosotros vendríamos a estar en un “más acá”? Y si hay un más allá, ¿más allá o más acá de dónde? ¿Desde donde se cuenta si es más allá o más acá? ¿Desde la plaza del Congreso, en el kilómetro cero?
Más y más dudas, esas jactancias de los intelectuales, carapintada dixit: ¿Hay vida después de la vida? Y si hay vida después de la vida, ¿por qué no seguimos viviendo de corrido y nos dejamos de jorobar? Si hay vida después de la vida, es ridículo eso de tener que crepar para seguir viviendo. Es como pedir otro bife de chorizo después de morfarte el postre, haber pagado la cuenta y hasta haberte afanado el azúcar y los escarbadientes de la mesa. (Además, si hay vida después de la vida, suicidarse sería fracasar eternamente, ¿no?).
Hablando de fracasar. Si alguien se propone fracasar en la vida y lo logra, ¿fracasó o tuvo éxito? ¿El sentido de la vida es tener Éxito? ¿Por qué no Gloria, o Laprida o Rivadavia? ¿Se puede borrar y volver a escribir sin borronear en el libro de la vida?
La sabiduría popular no ayuda mucho: “Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor”, aunque por otra parte “lo más importante es la salud”, y además, “el dinero no hace la felicidad” y “amor con amor se paga”…lo que nos permitiría concluir que da lo mismo decir “salud, dinero y amor” que “moscato, pizza y fainá” o “Labruna, Moreno y Lousteau”.
No hay una respuesta común a la pregunta de cuál es el sentido de la vida. Para algunos la vida es eso que les pasa mientras no miran la tele. Para otros el sentido de la vida es joderle la ídem a los demás. Para otros, el sentido de la vida es sacarle guita a los que no lo encuentran y necesitan que los ayuden a buscarlo.
¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? Y profundizando en la superficialidad, ¿trabajar?
En la misma línea sintáctica se ubica “vivir para comer o comer para vivir”. Aquí ya depende de a qué partido político votes, ya que a algunos no les interesa ni que comas ni que vivas.
No es sencillo este tema. Si alguien que está vivo, o sea, vivito y coleando, se te acerca y te dice: “esto no es vida”, ¿está creando una paradoja existencial?
¿Cuánta gente cree que el sentido de la vida es ser famoso y ser reconocido por haber ganado un reality show en el que tuvo que poner a prueba lo peor de si para derrotar a otros contendientes que también expusieron lo peor de si? ¿y si tienen razón? Porque ese es el otro problema: Suponete que encontrás el sentido de la vida… ¿quién te va a creer?
Y tampoco podés andar a los gritos por la calle “¡Le econtré el sentido a la vida! ¡Le encontré el sentido a la vida!” porque terminás con un chaleco de fuerza, paredes acolchadas y un póster de Jack Nicholson.
Hay muchos que dicen que lo encontraron, y pusieron estaciones de servicio de combustible espiritual. Están los que dicen saberlo y te lo transmiten por una módica suma de dinero en rupias contantes y sonantes. Y también están los que dicen que lo encontraron y se entregan con fervor religioso a adorar a un ser supremo: el dólar blue.
Llegado este punto, no he encontrado aún el sentido de la vida, pero si puedo darle un consejo: Si una mañana se levanta preguntándose cuál es el sentido de la vida, mejor siga durmiendo hasta el mediodía.
Si siente que el sentido de la existencia se le escurre entre las manos, quizás esté usando demasiada crema humectante.
El problema viene cuando a uno lo agarran desprevenido. Por ejemplo, si su pequeño hijo le pregunta para qué lo trajo al mundo. En ese caso, señálele la copa de un árbol, y explíquele que los seres humanos somos como ese pájaro que anida en la rama más alta. Cuando alce la vista para verlo, encájele un buen cazote en la nuca. Es la mejor explicación que pueda darle, al menos hasta que crezca y esté en condiciones de devolverle el golpe.
Y por último, digamos que hay gente, mucha, muchísima, a la que el sentido de la vida le importa un pito. Y lo bien que hacen…