Intersecciones y resonancias de Shakespeare en ‘Terco’ de Savignone
El dramaturgo, director y actor Marcelo Savignone vuelve sobre algunas de sus obsesiones en torno de la representación teatral como lugar de diálogo e intersección entre la ficción, la biografía y los clásicos, en «Terco», la más reciente de sus producciones, estrenada la semana pasada y que se puede ver martes y miércoles a las 20 en la sala A del porteño El Cultural San Martín.
Con música original de Pedro Aznar y trabajo coreográfico que comparte con Luciana Acuña, Savignone junto a otros seis actores-actrices-bailarinas-bailarines recrea fragmentos textuales de tres obras de William Shakespeare: «El rey Lear», «Hamlet» y «La tempestad», para indagar el tránsito del tiempo a partir de un personaje que, acaso con la razón algo descabellada, rememora, repite o indaga distintos parlamentos bajo diferentes formas y de manera aleatoria o asociativa, saltando de una obra a otra mientras desordena y obliga a la adaptación constante de sus partenaires, en lo que podría ser el baile de un loco o desahuciado y sus cuidadores.
Como en «De interpretatione», que se estrenó en agosto del año pasado y se puede ver en Teatro Belisario los sábados a las 22, donde recurre al pensamiento del semiólogo Paul Ricoeur para activar la asociación entre puestas pasadas de Chejov y episodios, biográficos o ficcionales, de su propia historia, Savignone vuelve a poner la reflexión sobre el teatro otra vez en el centro de la escena.
Y no porque se trate de una charla performática o académica sino porque parece siempre decidido a querer forzar y hallar nuevas esquirlas a textos clásicos visitados miles de miles de veces, que en algunos abordajes se vuelven reiterativos y lejanos y en otros, como este caso, nada pierden de la potencia devastadora de sus poéticas.
La apuesta no pasa por la trama ni la textualidad, aun cuando determinados fragmentos textuales mantienen el calor incendiario de una brasa encendida más de 400 años atrás, sino por el cuerpo, sus formas, las directrices del movimiento, la repetición, el loop, la imagen.
Savignone arma pequeños «cuadros vivos» construidos de movimiento, sonido y luz, que se desarrollan y detienen, se repiten, se intercalan y vuelven a desarrollarse, logrando que la imagen -y su insistencia- dispare asociaciones inesperadas.
El trabajo coreográfico y el movimiento en escena es de alta precisión, así como la iluminación de Esteban Ivanec, que para cada cuadro recurre a distintos ángulos, y una inteligente y austera escenografía de segmentos móviles de Oscar Vázquez, una suerte de fachadas iluminadas que acompañan el desplazamiento de los actores y actrices por el amplio y vacío escenario de la sala A de El Cultural San Martín.
Algunas frases de ese padre que abdicó su reino y ahora conoce el desamparo ante la intransigencia de sus hijas favorecidas mientras se acerca la muerte, o del príncipe que asistió al asesinato de su padre y quiere develar la trama de ese crimen, se repiten casi hasta al absurdo, dominadas no por una lógica discursiva sino por otra que proviene del movimiento, la construcción de la imagen y la luz.
El loop, en estos casos, es la mejor figura para estallar de contemporaneidad textos que nada perdieron de sus furias originales, pero que en muchas puestas parecen apagados.
Savignone no se priva de determinadas acotaciones intertextuales, una suerte de pies de página, que de tanto en tanto intercala sin llegar a saturar y que ponen en juego parte del dispositivo teórico que opera detrás de la escena, ni se priva, mucho menos, de la gracia y plasticidad del cuerpo en movimiento, creando, como lo hizo en «De interpretatione», determinadas imágenes de lograda belleza.
«Terco», que se puede ver martes y miércoles en la Sala A del El Cultural San Martín (Sarmiento 1551) cuenta con autoría y dirección de Marcelo Savignone; un elenco compuesto por Savignone, Florencia Otero, Belen Santos, Sofía González Gil, Valentin Mederos, Milagros Coll y Guido Napolitano, escenografía de Oscar Vázquez, sonido de Santiago Otero y Martín Lozano; música de Pedro Aznar; vestuario de Pía Barberis; iluminación de Esteban Ivane; y coreografía de Savignone y Luciana Acuña.