‘Puse la cámara al servicio de la militancia y de mostrar injusticias’
El fotógrafo Eduardo Longoni es el protagonista de «Una mirada honesta», un documental que narra momentos de su vida personal y de su reconocida trayectoria, en la que retrató con su lente varios de los más relevantes sucesos de los últimos 40 años de la historia argentina, y cuyo estreno tendrá lugar este jueves en salas locales.
«Siempre puse la cámara con mi mirada al servicio de la militancia política, de mostrar las injusticias y también liberarla para darme ciertos gustos haciéndome sentir que era mi pasaporte para llegar a lugares que no hubiera podido de otra manera, como a la casa de (Ernesto) Sábato o de (Mario) Benedetti a compartir tardes de charlas», contó Longoni en diálogo con Télam.
«Soy un laburador de la imagen y que se haga una película es como demasiado, pero por otro lado, me siento como un representante de una generación de fotógrafos con los que nací y que fueron mis maestros», agregó.
Trailer «Una mirada honesta»
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Longoni, que comenzó su carrera como fotoperiodista a finales de la década del 70 en la agencia Noticias Argentinas (NA), es el autor de icónicas fotografías como la del gol de Diego Maradona con la mano a los ingleses en el mundial de 1986, además de realizar un registro del histórico juicio a las juntas militares en 1985, y el ataque al Regimiento de la Tablada en 1989.
También es el autor del conjunto de las primeras imágenes de las Madres de Plaza de Mayo que recorrieron el mundo, la crisis del 2001, los conflictos en la calle que generó la reforma jubilatoria de diciembre de 2017 y otras tantas de la pandemia, entre las más actuales.
Con dirección de Roberto Persano y Santiago Nacif, el documental sobre su figura hace un recorrido por su infancia en Mar del Plata, mientras retrata de forma dinámica y por momentos conmovedora las obras más emblemáticas de la carrera del también escritor.
La película tiene como eje narrativo el proyecto de plotear un Falcon con la icónica foto de los militares para luego realizar una muestra -que en un origen iba a ser una maqueta pero los cineastas la llevaron a una escala real-, que finalmente se presentó a fines de 2021 en Tecnópolis.
«Las luces fueron poder estar en muchos lugares y todo lo que implicaba estar en esos lugares, que podía ser correr algún riesgo, pero también estar con mis colegas y tener un montón de amigos dentro de este oficio.»Eduardo Longoni
«Esa foto que desde un tiempo antes del regreso de la democracia se empezó a transformar en una especie de símbolo en contra de la dictadura fue puesta sobre ese auto que representaba `la máquina de desaparecer´, así que esa obra llevó ese nombre para la muestra», abundó el multipremiado fotoperiodista.
Télam: ¿Cuáles fueron tus primeros pasos como fotógrafo?
Eduardo Longoni: La vida me devolvió muchas más cosas que las que yo podía aspirar. Vengo de un hogar muy humilde y empecé en la fotografía de casualidad, porque quería trabajar para estudiar Historia, había hecho un curso y me presenté en la agencia Noticias Argentinas, que quedaba cerca de mi casa, y pedí trabajo de fotógrafo sin saber nada, recién salía de la colimba y el primer día vino un redactor me subió a un taxi y fuimos a cubrir el atentado a Juan Alemann, esa fui mi primera nota. Y a partir de ahí y sin darme cuenta me fui enamorando de la fotografía.
T: ¿Qué destacás de tu trabajo?
EL: Hay una primera etapa, en la época de la dictadura, donde mi trabajo lo tomé como una militancia política por otros medios, yo que tengo amigos desaparecidos quería aportar mi granito de arena mostrando a las Madres de Plaza de Mayo, las primeras marchas de los obreros, y de los estudiantes en contra de la dictadura. Con esas fotos correr el telón de lo que estaba pasando en la Argentina, de hecho, le dábamos las fotos a las madres para que las sacaran de manera clandestina y que se empezaran a publicar en Europa. Y luego poner la cámara con mi mirada al servicio de mostrar las injusticias y liberarla para darme ciertos gustos como con las fotos que mi vieja me había sacado cuando era chiquito y jugar con la doble mirada, la de ella y la mía proyectando esas fotos. También fotografiar partidos de fútbol, llegar a pisar el césped de una cancha, porque tenía el sueño de ser jugador.
T: ¿Cuáles son las cualidades de la profesión?
EL: Los tres grandes ejes son la paciencia, la curiosidad y la capacidad de resistir las frustraciones. Creo más en la voluntad de hacer que en el talento. Estar, tener paciencia, ser curioso. En el fotoperiodismo hay mucha cuota de azar, pero para que ese azar te juegue a favor hay que estar en el medio del fragor de los tiros en La Tablada o no vas a tener esa foto. De todas maneras, también es verdad que los fotógrafos tenemos que tener mucha tolerancia a la frustración para trabajar en la calle con la cámara.
T: ¿Qué transmitiste en estos más de 40 años a través de tus fotos?
EL: Como no pude terminar la carrera de Historia, hice todo lo posible por dejar documentos, dejar esos rectángulos de papel que retratan de manera subjetiva lo que yo sentía que había pasado, tanto en los años de la dictadura, como en los primeros de la democracia que fueron muy violentos también, con todos los intentos de golpes de Estado. La foto tiene potencia, la foto te sacude, tiene la virtud de tener un lenguaje mucho más directo y la fuerza de emocionar.
T: ¿Hubo luces y sombras en tu carrera?
EL: Las luces fueron poder estar en muchos lugares y todo lo que implicaba estar en esos lugares, que podía ser correr algún riesgo, pero también estar con mis colegas y tener un montón de amigos dentro de este oficio. Las sombras son que a veces uno se queda sin voz, estuve un año y medio sin hacer una sola foto, sin un motivo en particular, sentía que ya no tenía nada más para decir, allá por el 2013 hasta el 2014, y ese fue un período bastante oscuro de mi lenguaje. Tenía la angustia de haberme quedado sin voz, como si un cantante se quedara sin sus cuerdas vocales. Y un día me enteré de que Estela de Carlotto iba a presentar a su nieto recuperado y yo quería fotografiarlos, corrí por la ciudad y llegué desesperado a último momento a la conferencia de prensa, logré sacar la foto y ahí recuperé la voz.
T: En la película preguntás para qué fotografiamos...
EL: Para contar parte de nuestra historia, para dejar un registro de eso que tenemos delante de nuestra mirada, para opinar. Esas cuestiones de para qué lo hacemos tienen algo del intento de trascender, porque uno deja un registro a partir de su mirada, una huella a través de su cámara y también para recordar.
T: ¿Cuál es tu relación con la historia de los últimos años? ¿Sos más que un testigo detrás del lente de una cámara?
EL: Soy un testigo que dejó una opinión sobre los hechos que fotografió. Las fotos después se te van de las manos, lo que fotografiás cuando empieza a dar vueltas le pertenece a la sociedad. Si la foto de los militares se terminó convirtiendo en un símbolo contra la dictadura no fue en el instante que apreté el obturador, sino cuando se publicó y empezó a tener un recorrido propio. Así como la de los dos guerrilleros que se rinden en La Tablada ante un oficial del Ejército terminó siendo la prueba más contundente en el juicio que se hizo por su desaparición. La foto puede empezar siendo periodística y terminar siendo una prueba judicial.
T: ¿Esa fue la foto que marcó un antes y un después en tu carrera o hubo varias?
EL: Mi foto más importante sin dudas fue esa, porque termina siendo una prueba para desentrañar un crimen horrible como es la desaparición de personas en democracia. Después soy consciente de que mi foto más conocida es «la mano de Dios». También, el conjunto de fotos de las Madres de Plaza de Mayo son muy importantes porque fueron mi manera de intentar dar un poco de luz a tanta oscuridad. Era vital darles esas fotos a ellas para que pudieran publicarlas en la prensa extranjera y que se corriera el telón oscuro que caía sobre lo que pasaba en la Argentina.