Buscarán una condena por ‘travesticidio’ en el juicio por el crimen de Alejandra Salazar Villa
Un joven de 21 años. será juzgado por el crimen de Alejandra Salazar Villa, una mujer trans que en diciembre de 2020 fue asesinada en su departamento del barrio porteño de Balvanera, en un debate para el cual el colectivo LGTBIQ+ reclama una pronta fecha de inicio y la fiscalía intentará obtener una condena a prisión perpetua por la figura del «travesticidio», informaron fuentes judiciales.
El juicio será ante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 26 de la Capital Federal, y si bien debía iniciarse el 7 de marzo, quedó postergado porque una de las juezas se jubila y ahora se espera que se nombre a su reemplazante.
La acusación estará a cargo de la fiscal general de juicio Diana Goral, quien buscará en este debate una condena por «travesticidio o transfemicidio», figura contemplada en el agravante del «odio de género» establecido el inciso 4to. del artículo 80 del Código Penal, que castiga con prisión perpetua el homicidio agravado.
Si bien existe el antecedente del caso de Diana Sacayán, la dirigente trans asesinada en 2015 en el barrio porteño de Flores, donde el tribunal del juicio condenó en 2018 por «travesticidio» a Gabriel Marino; luego, en 2020, la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal confirmó la pena pero excluyó la figura del odio de género, en un fallo repudiado y apelado por diversas organizaciones.
Los acusados
El principal imputado en el caso Salazar Villa (54) es Rodrigo Alejandro Keilis (21), empleado de descarga de camiones, quien cumple prisión preventiva, y a quien la fiscal general Goral acusará como autor de un «homicidio agravado por mediar odio a la identidad de género, en concurso real con robo simple».
Pero también será juzgado su tío, Pablo Isaac Getar (41) –quien llega en libertad-, solo acusado como partícipe necesario del robo, ya que si bien se constató que llegó al edificio junto a su sobrino y la víctima, se quedó en la calle y no participó del homicidio.
Según el requerimiento de elevación a juicio, formulado por el fiscal de instrucción Ignacio Mahiques y por la fiscal Mariela Labozzetta, de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (Ufem), y al que tuvo acceso Télam, Keilis está acusado de «haber matado a Alejandra Salazar Villa -de identidad de género travesti/trans- el 6 de diciembre de 2020, entre las 18.47 y las 20.22, en el interior de la vivienda de la nombrada, ubicada en la avenida Corrientes 2221, 4to. piso C, de la ciudad de Buenos Aires, y de haberse apoderado ilegítimamente de distintos bienes».
En el caso de Getar, solo se le atribuye «haber cooperado con Keilis en la ejecución de este último hecho, puntualmente en la concertación previa del encuentro con la víctima en su departamento y, luego, en el traslado de los elementos sustraídos, entre los cuales se encontraba un televisor de color negro».
El crimen
El asesinato de esta mujer trans de nacionalidad peruana se descubrió el 13 de diciembre de 2020, porque varios vecinos del edificio de la víctima llamaron a la policía por lo olores nauseabundos que emanaban del departamento de la víctima, cuyo cadáver estaba tendido junto a la cama de una habitación con un estado de siete días de descomposición.
Según lo reconstruido en la investigación, una semana antes, Alejandra salió de hacer una compra en el supermercado Coto de Bartolomé Mitre al 1500 y en la esquina de esa calle y la avenida Callao se encontró con los dos imputados, que la acompañaron caminado hasta su domicilio.
Keilis la ayudó a cargar las bolsas y subió al departamento, mientras que Getar se quedó esperando en la vereda de enfrente.
«Una vez en el interior de la habitación de la nombrada y en el contexto presunto de una relación sexual, el autor colocó una de las bolsas de nylon traídas desde el supermercado, específicamente aquella en la que transportaba las manzanas, y la tomó fuertemente del cuello. Lo que provocó la fractura del hueso hioides y la muerte por compresión del cuello y sofocación», señala la acusación fiscal.
Siempre según el requerimiento de la fiscalía, Keilis luego se apoderó de un televisor, de un juego de llaves, se tomó un taxi hasta Constitución, donde se volvió a encontrar con Getar y vendieron la TV robada.
El punto de partida de la investigación que hizo la Comuna 3 de la Policía de la Ciudad fue el hallazgo del ticket con fecha y hora de la compra en el supermercado, a partir del cual revisaron cámaras de seguridad y en los videos quedaron grabados los dos imputados caminando junto a la víctima rumbo al edificio.
En su indagatoria, Keilis admitió haber ido a la casa de Salazar Villa a tener relaciones sexuales, dijo que tuvieron una pelea, que le dio un «golpe fuerte en la cara», que la dejó tendida al costado de la cama y reconoció que luego robó un televisor, pero negó haberla estrangulado y colocado una bolsa en la cabeza.
«Resulta inverosímil suponer que pese a que el nombrado reconoció haber estado allí, haber ejercido violencia física contra Salazar y haberla observado en la exacta posición en la que sería encontrada en avanzado estado de descomposición siete días después, haya sido en verdad un tercero, quien ese mismo día hubiera ingresado al inmueble y la hubiera matado», señalan los fiscales.
Al fundamentar la figura del homicidio por odio de género, los fiscales sostuvieron: «No es necesario ni correcto adjudicarle a Kelis una calidad especial de ‘transfóbico’ o ‘transodiante’. Para el tipo penal en estudio, alcanza con que haya introyectado los prejuicios discriminatorios que operan sobre las mujeres trans en la sociedad y los haya exteriorizado del modo en que lo hizo, asesinando brutalmente a Alejandra Salazar».
«Alejandra no ha podido escapar al destino predeterminado de la mayoría de las mujeres travesti trans que logran superar una expectativa de vida que en la mayoría de los casos no supera los cuarenta años.», agregó el dictamen fiscal.
Y, advirtió que «una vez más, se trata de una muerte anticipada (tenía 54 años.) y violenta en manos de al menos un varón que logró acceder, con mucha facilidad, a la esfera íntima de su víctima aprovechándose de su confianza y de la proximidad que supone esta clase de encuentro».