“Fue mentira”. A 15 años del doping, Mariano Puerta admitió a LA NACION que su defensa fue falsa
Por Sebastián Torok
Mariano Puerta dio positivo en un control antidopaje en la final de Roland Garros 2005, tras perder frente al español Rafael Nadal, y se convirtió en el caso de doping más escandaloso de la historia del deporte argentino después del de Diego Maradona en el Mundial de los Estados Unidos 1994. Quince años después del juicio y la sanción, el ex tenista le reveló a LA NACION que la teoría que utilizó en su alegato para que le redujeran la pena fue “mentira”, pero su nueva explicación, lejos de aclarar el escenario, genera más controversias e hipótesis en una historia poco transparente. LA NACION se comunicó con tres de las personas más influyentes de su equipo de aquel momento (el entrenador Andrés Schneiter, el preparador físico Darío Lecman y el manager Jorge Brasero), y sus versiones difieren de la de Puerta.
Puerta nació en una localidad cordobesa de 62.000 habitantes, San Francisco, en septiembre de 1978. Zurdo y prolijo para jugar, fue una pieza destacada de la Legión, un grupo de tenistas argentinos nacidos entre 1975 y 1982 que, desde 2000, se lució en el circuito y le devolvió la popularidad al tenis en el país después de Guillermo Vilas y Batata Clerc. Esa camada de jugadores tuvo una cuenta pendiente: la obtención de la Copa Davis. Y un lado oscuro: los casos de doping. En total fueron siete positivos y Puerta estuvo involucrado en dos de ellos. Es el primer reincidente de la historia del tenis.
El 5 de junio de 2005, Puerta jugó la final de Roland Garros y perdió por 6-7 (6-8), 6-3, 6-1 y 7-5, en la que sería la primera de las doce conquistas de Nadal en París. Cuarenta y ocho horas después de marcharse del Bois de Boulogne, ya de regreso en Buenos Aires se dirigió junto con su familia a un restaurante de la Costanera y los presentes, desde los cocineros hasta los comensales de turno, lo ovacionaron de pie. Apenas cuatro meses más tarde, al conocerse públicamente que había dado positivo el control de doping en aquella final de Grand Slam, pasó a caminar por la calle, según contó, siendo observado y juzgado, tratado como un “tramposo”. Sin escalas.
Puerta integró el Top Ten (9° en agosto de 2005), un privilegio para pocos. Pero entre el chico formado por su padre, Rubén, y aquel que dejó de pasar inadvertido ante la mirada extranjera y tuvo que caminar con custodia por los pasillos de Roland Garros en la primera semana de junio de 2005, sucedió una carrera accidentada e inestable, con postales exitosas y las peores tormentas. Con una cirugía de muñeca en 2001, un retorno apresurado y depresión. Con un primer caso de doping, en 2003, y nueve meses de suspensión por consumir un medicamento para el asma que tenía clenbuterol, una sustancia prohibida por ser considerada “anabólico”. Con tres títulos ATP y una magnífica tarea en una serie de Copa Davis frente a Australia en Sydney (2005). Y, sobre todo, con ese segundo caso de doping, en la definición ante Nadal, por etilefrina, que lo castigó deportiva y económicamente. Recibió una pena de ocho años reducida a dos (al dictaminarse que la cantidad que tenía en su organismo era 50 veces menor de lo que necesitaba para tener efectos en su rendimiento) y la orden de devolución de los premios de ese semestre, unos US$ 887.000.
En su alegato ante los distintos tribunales (y más tarde frente a los medios de comunicación), Puerta explicó que, minutos antes de la final en París, se sentó en el restaurante de los jugadores junto con la actriz Sol Estevanez, por entonces su mujer, y luego fue a cambiarse para el partido. En ese lapso, su esposa bebió agua con unas gotas de Effortil, una medicación que utilizaba para los dolores menstruales y que contenía etilefrina. Después, mientras ella estaba en el baño, Puerta regresó a la mesa y se sirvió, en el mismo vaso, agua de una botella que llevaba consigo. Y que así fue cómo, según relató, ingresó en su cuerpo la sustancia en cuestión, que se receta para tratar la presión arterial baja, pero también tiene como efecto ser un poderoso estimulante cardiorrespiratorio y, por esa razón, está incluida dentro de la lista de materiales prohibidos.
En enero 1997, el español Ignacio Truyol (127° del ranking) entró en la historia por ser el primer tenista sancionado por dopaje. Recibió una prohibición de 15 meses por consumir esteroides anabolizantes.
A una década y media del hecho, Puerta confirmó que esa explicación fue falsa. Que se trató de una estrategia de sus representantes legales, liderados por el ya fallecido Eduardo Moliné O’Connor, vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia durante el menemismo, dirigente de la Asociación Argentina de Tenis, miembro de la Federación Internacional de Tenis y del propio Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), entre 1998 y 2006.
Once años después de haber solicitado su propia quiebra en un juzgado de Buenos Aires y radicado desde 2014 en EE.UU., donde dice que “financieramente” pudo ponerse de pie, dividiendo sus jornadas entre la enseñanza de tenis y actividades en el rubro de la construcción, Puerta decidió contarle a LA NACION una desconocida versión. Y su relato comienza por reconocer que aquella declaración ante el TAS, en Lausana, sobre el vaso de su (ex) mujer, fue “mentira” y que fue “irresponsable” en la utilización de sus vitaminas. “La explicación que usamos como estrategia fue mentira. Pero no saqué ventaja deportiva. No quiero que me vean más como un tramposo”, expresó el ex tenista, desde Miami.
La nueva explicación de Puerta sobre la razón que terminaría desencadenando el positivo en Roland Garros se inicia en diciembre de 2004, cuando finalizó su año ganando el Challenger de Guadalajara y cerró la temporada como 133°.
“Termino el torneo de Guadalajara y empiezo las vacaciones viajando desde ahí con mi mujer a Puerto Vallarta –narra Puerta–. Después nos fuimos a Miami, antes de volver voy a un local de GNC [NdR: General Nutrition Centers; una compañía de suplementos nutricionales] y compro las vitaminas del año, como siempre. Llego a Buenos Aires, comienzo la pretemporada. Antes de irme a un challenger en Chile, le digo a Daro [NdR: Lecman]: ‘Me olvidé de comprar o no encuentro el frasco de cafeína y ginseng’. Y él me dice que tenía un amigo que trabajaba en un laboratorio, que le podía decir que las hiciera, que se quedaba después de hora y nos salía menos plata. Le digo que sí y sigo normal. Antes del viaje a Chile agarro el frasco y empiezo el año. Era una pastilla que no siempre la usaba, dependía de cómo me sintiera. Si estaba bien y jugaba contra alguien que me daba un poco de tiempo, no la tomaba. No era lo mismo jugar contra Agassi que contra Corretja. Contra Agassi estaba terminado mi swing y ya tenía la pelota de nuevo. Contra Corretja te daba tiempo, porque le pegaba a la pelota bajando”.
-Cuando Lecman te informó que tenía un amigo que fabricaba los suplementos vitamínicos, ¿confiaste?
-Sí, confiaba cien por ciento.
-En los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, Lecman volvió a Buenos Aires poco antes de competir aduciendo que había tenido un problema personal, pero se afirmó que lo había hecho para eludir un control antidopaje luego de que un oficial emitiera una citación para tomarle una muestra. Pese a eso, ¿siempre confiaste en él?
-Sí, siempre tuve confianza en él; confianza ciega en mi equipo. Jamás podría haber pensado que haría algo que me hiciera mal, porque cualquier cosa que fuera mala para mí, sería mala para él. No voy a pensar que se podría dar un tiro en el pie. Bueno, empiezo a competir. Pierdo la final de Buenos Aires; me hacen control. Llego a las semifinales de Acapulco; control. Campeón en Casablanca; control. Torneazo en Montecarlo; control. Hamburgo; control. Duermo en París el miércoles anterior al torneo. Estaba sólido, había ganado buenos partidos en polvo. Fuimos con tiempo, estaba sano. Llego a Roland Garros siendo, creo, 35 del mundo [NdR: 37°] y no estaba con ese ranking desde hacía años. ¡Estaba de nuevo ahí! ¿Después de lo vivido voy a hacer algo adrede? ¡Imposible!
-Después de Roland Garros regresaste a Buenos Aires y a los pocos días volviste a viajar y competir. ¿Seguiste sin noticias del doping?
-¡Nada! Seguían los torneos, los controles y nada. Fui a Australia para la Davis, volé a Holanda para jugar Amersfoort, Kitzbühel, Sopot, Montreal, Cincinnati y vuelvo a Buenos Aires, descanso unos días, entreno, decido cortar con Schneiter y contratar a Guillermo Pérez Roldán. Estaba nueve del mundo. Firmé un precontrato millonario con Lotto. Estaba todo redondo; mi mujer, la familia. Hablé con el Gringo [Schneiter], con Guillermo, cerramos, pero el viernes [NdR: 19/8] me llama mi mamá y me dice: ‘Tengo un montón de sobres, ¿querés que te los mande?’. Le digo: ‘Dale, ma, sí’. Me manda las cosas, yo bajo, empiezo a ver los sobres, hasta que veo uno extraño. Y cuando lo abro…, me bajó la presión. ¿Qué es esto? Subí en el ascensor, entro en el departamento, mi mujer se estaba preparando porque estábamos por salir. Faltaban poquitos días para salir a Nueva York. El sobre decía que me había dado positivo en Roland Garros. Fue una sorpresa grande y me volvió a cambiar la vida. No tenía noción de lo que me estaban hablando. A partir de ahí fue un caos. Ya tenía un warning, no podía volver a equivocarme porque el segundo era tarjeta roja. Empezó un proceso para saber de dónde llegó esa sustancia. Me tenía que ir al US Open, mi manager lo llamó a Guillermo para informarle, le dimos la opción de no ir, pero se quedó conmigo hasta el último torneo del año. ¡Un caos!
-Cuando te notifican el positivo y se entera Lecman, ¿él no sospechó de las pastillas que había fabricado su amigo?
-No, no sospechó. Imagínate, éramos un montón: toda mi familia, Sol y su familia, incluido su papá, Quique [NdR: productor televisivo], que se puso al hombro esta situación. Fue difícil mantenerme entrenado, seguir compitiendo. Unos días antes de ir al torneo de Madrid, voy a Londres a reunirme con abogados. Esa reunión fue importante. Me dicen: ‘Nos estás dando tu verdad, pero se acercan las fechas y tenemos que empezar a pensar en una estrategia’. Me preguntan: ‘¿Los frascos del complejo vitamínico que tenés ahora son los mismos que usaste en París?’. Sí, tenía todo lo que estaba tomando desde el 1 de enero de ese año. Me pidieron el frasco, les di todo y me voy. Diez días después me llama el manager de Gastón Gaudio, Olindo Iacobelli, que era socio de Brasero. Yo estaba en Lyon. Me dice: ‘Uno de los frascos tiene siete pastillas con restos de etilefrina’. Pero le digo: ‘¿Cómo que siete pastillas?’. Me responde: ‘Sí, hay un frasco que tiene cerca de cuarenta cápsulas y de esas hay siete con restos de esa sustancia’. Fue aliviador porque descubrimos qué había pasado.
-Tras descifrar cómo se produjo el positivo, ¿qué pasó con Lecman y su amigo que hizo las vitaminas?
-Yo, al que hizo las pastillas, nunca lo conocí, nunca supe su nombre, ninguno de la familia quiso saberlo. Había que ocuparse de otras cosas, no podíamos perder tiempo.
-¿Nunca tuviste ganas de pedirle explicaciones?
-Sí, sí, sí.
-¿Y por qué no lo hiciste?
-No sé ni el nombre. Me aconsejaban que siguiera con lo mío, que no iba a sacarle ningún beneficio. No ganaba nada yendo a pelear al flaco y exponerlo.
-¿Cómo actuaste con Lecman?
-Tuvimos una charla, un día, los dos solos. Fue afuera del Cenard. Vuelvo de París-Bercy y le dije: ‘Daro, pasó esto. Tenemos los estudios’. Se sintió muy mal. Habló con el amigo y le dijo que era un frasco con cien comprimidos, que los había hecho en cuatro días distintos porque no había tenido tiempo y que en uno de esos días, probablemente, pudo haberse contaminado con partículas de esa droga, que no limpió bien cuando las estaba armando. Eso es lo que dijo el flaco. Nosotros no podíamos hacer nada porque las pastillas se habían comprado, no sé cómo decirlo…, no fue en forma legal. No había factura. Mis abogados pensaron que no era conveniente desde el punto de vista estratégico ir con lo que pasó, que no iba a gustar.
-El 21 de septiembre de 2005, tras confirmarse la presencia de etilefrina en la muestra B, fuiste formalmente acusado del positivo. Estabas en Bratislava y a los pocos días jugaste el dobles de las semifinales de la Copa Davis [ganó Eslovaquia 4-1] sabiendo lo que te esperaba. ¿Cómo lo asumiste?
-No lo sabía casi nadie. Cuando juego esa Copa Davis hacía, probablemente, unas cuatro semanas que yo ya había recibido la primera notificación. Ya juego el US Open sabiendo. Eran pasos legales, ya sabía para dónde iba todo.
-El 5 de octubre, mientras estabas en el ATP de Tokio, el diario francés L’Equipe publicó tu caso doping. ¿Cómo recibiste la noticia?
-No lo puedo explicar. Me sentí muy observado. Sentía que tenía todos los ojos encima. Nunca me voy a olvidar: cuando volvemos de Tokio, el avión empieza a hacer escalas, creo que en Fráncfort, bajamos y mientras iba caminando para cambiar de ala en el aeropuerto pasé por puestitos de revistas y me vi en tapas de diarios europeos. Mal, mal. Siento que mi carrera tenística terminó el día que abrí el sobre, antes de ir al US Open. Ahí se terminó. Me noqueó. Algo dentro de mí se fue, me ausenté, nunca más volví a entrar en la cancha como lo hacía normalmente. Hasta que me retiré, volví a entrar en la cancha vacío.
-¿Quedaste como un tramposo?
-Siiii. Yo quedé así. Me sentí muy criticado. Sentí el: ‘Uy, ahí va’. Estuve años sin leer ninguna nota porque cada año, en la época de Roland Garros, es inevitable que te lleguen cosas. Es como que siempre quise anular esto de mi vida, lo tuve escondido, tratando de no meterme ahí. Y ahora, cuando leí la historia del vaso otra vez, no me gustó nada. No era la manera que quería ser recordado.
-¿Creés que la estrategia que en su momento sirvió para que te redujeran la sanción fue forzada y llevó a que no se te creyera?
-Sí, lo creo. Pero se decidió en conjunto ir por ahí. Éramos muchas personas, exitosas en sus rubros. No había tontitos. Fui para adelante. Estaba mi carrera en juego. No me reprocho eso, como sí puedo reprocharme haber vuelto pronto después de la operación de muñeca, de mi mala nutrición… Cuando tenés un warning por doping, en la reincidencia te dan de ocho a 99 años. Hay que ser loco e imprudente para hacer algo adrede. Cuando presentamos todo y me dan ocho años sentí rechazo y dije: ‘Vamos a la Corte Arbitral. Apelamos’. Y eso hicimos. En la corte, los jueces, que eran tres, dijeron algo así como: ‘¿Cómo hacemos para suspender casi de por vida a un deportista que estuvo a una gran distancia de tener una mejora deportiva?’. No lo querían hacer.
-Si el TAS hubiera sabido que la teoría del vaso era falsa, ¿pensás que te hubiera rebajado la pena de todos modos?
-(Piensa) Creo que me hubiesen mantenido, probablemente, los años. Esto se pensó en un momento, se evaluó en el grupo. Ellos hacen mucho hincapié en la responsabilidad, en si fuiste negligente. Creo que el resultado del TAS hubiese sido diferente, probablemente para peor.
-La Legión tuvo una mancha que fueron los casos de doping. ¿Coincidís?
-Sí, sí, por supuesto.
-Rivales y medios de Europa y EE.UU. los apuntaron por los casos de doping.
-Recuerdo que hubo un estadounidense, Alex Bogomolov, que en Melbourne le dio positivo por un medicamento para el asma, lo mismo que a mí y a él le dieron seis semanas, cuando a mí me dieron nueve meses. ¡Lo mismo! Dijeron que la diferencia fue que lo de él fue en un torneo [NdR: en el Australian Open] y lo mío no. Para mí la diferencia fue la bandera. Creo que hubo un trato distinto con los argentinos, pero también teniendo sus motivos.
«No me generó nada enterarme del doping de Puerta porque tenía el trofeo en casa. Pero a los que les quitó la posibilidad de competir por el título, entiendo que les habrá generado rabia».
Rafael Nadal
-A ustedes, como profesionales, les daban la lista con las sustancias que podían consumir o no. Eran responsables de lo que pasaba.
-Sí, coincido. Tampoco era fácil, todos los años cambiaban las listas. Fue como si la lista la hubieran armado al tun-tun. Un año era una cosa, al otro año era otra lista, ponían la cafeína, la sacaban. No sé cómo será ahora, pero en ese momento se manejaron así. Era confuso. Algunas cosas no las sabían ni ellos.
-¿Cómo viviste la etapa de la sanción?
-Uf…, no podía tocar una raqueta, me la pasaba jugando al golf, teniendo sesiones con un psiquiatra, medicado. Pasaban días en los que podía estar 14 o 15 horas dormido. Me despertaba deprimido, teniendo pensamientos oscuros. Fue duro aceptarlo. Vengo de una familia humilde, me costó llegar al tenis. Llegué y se me rompió la mano, algo de lo que no tuve control yo, pero después en la rehabilitación sí tuve control y no quise escuchar, retrocedí. Tuve inconsistencias en mi carrera. Pero en ese Roland Garros llegué y tuve un shock otra vez. A los tenistas de hoy les diría que no hagan nada que los pongan en una situación como la mía. ¿Cómo podés estar seguro? Siendo extremadamente responsable, no delegar y no confiar en nadie, porque el precio que podés pagar por equivocarte es muy alto. No tiene sentido. Fui irresponsable.
“Hablo medio, medio. Tuve un ACV”, es la advertencia de Lecman a LA NACION, ni bien atiende el llamado. El ex pesista, campeón panamericano, sufrió un mazazo hace ocho años y estuvo veinte días en coma, pero ya superó lo peor. No poder caminar y usar pañales es parte del pasado. Se recupera de una afasia, el trastorno del lenguaje que se produce por una lesión cerebral. Cuenta que está feliz, que tiene un hijo “de un año y tres meses”, “un montón de trabajo” y que hasta da clases por Instagram. Además, sigue entrenándose cuatro veces por semana para que no se le “endurezca el cuerpo”.
Durante su carrera en la halterofilia (el levantamiento de pesas) y a partir de varios inconvenientes en sus intentos olímpicos, sobre Lecman sobrevoló el fantasma del doping. En una entrevista con LA NACION, en junio de 1999, al ser consultado por qué ese deporte siempre estaba sospechado, respondió: “Mirá, aparecen constantemente casos de doping. Hay doping, no te lo voy a negar. Ahora, depende de cada uno. Creo que cuando llegás a cierto nivel tenés que asumir una responsabilidad, tenés que trabajar con adultez”.
El trabajo de Lecman con Puerta comenzó en 2003. “Te digo la verdad: hace años que no hablo con él”, apunta. Y escucha la versión que el ex tenista le dio a LA NACION. “¿Que un amigo mío hizo pastillas en un laboratorio? No, no, no. Yo no tengo nada que ver”, responde quien empezó a levantar pesas a los 14 años, en Macabi.
-¿Esa explicación no es real?
-No, no, no. Yo no tengo nada que ver. Yo no le di nada.
-¿Ningún amigo tuyo hizo las pastillas que Puerta consumió ese semestre?
-Es mentira. Pero ponelo, eh.
-¿Y qué fue lo que pasó?
-No tengo ni idea. Yo te estoy contando lo que pasó. Qué raro, Mariano, porque es amigo mío. Re amigo mío. Qué raro. No lo creo. Ahora corto y le voy a mandar un WhatsApp. Lo voy a llamar. Si lo hizo, qué lástima. Yo no tengo nada que ver.
-Antes de la final de Roland Garros viajaste a París. ¿Allí le proporcionaste alguna vitamina nueva que pudo haber dado doping?
-Yo no tengo ni idea. Yo los entreno. Era el mejor, era el mejor. Él [después de la sanción] tuvo dos años que no pudo entrenar. Y en el 2007, cuando vuelve, se fue conmigo a los torneos. Así que no tengo ni idea de esto.
-¿Que creés que pasó para que le diera doping?
-Nooo, no tengo ni idea. Yo los entreno.
-¿No le suministrabas el suplemento de vitaminas?
-No, no, no. A ver…, yo no tengo ni idea.
-¿Quién le daba los suplementos?
-No tengo ni idea.
-¿Cómo reaccionaste al enterarte del doping?
-No entendía nada, no entendía qué pasaba. Yo decía: ‘Esto es una locura. ¿Qué está pasando?’. Me sorprendió. Sí, sí. Aparte, tenía mucha bronca porque [Puerta] era buena persona, en ese momento.
-¿A Puerta nunca le preguntaste, en confianza, que pasó?
-No, es muy reservado.
El vínculo jugador-entrenador de Puerta y Schneiter no comenzó, según el testimonio del actual coach del chileno Cristian Garin [18°], con todas las cartas sobre la mesa. Schneiter, 62° del mundo en dobles en marzo de 2003, a fines de esa temporada quedó 133° y evaluó el retiro como jugador para entrenar a Puerta y a Franco Squillari. “En diciembre empezamos la pretemporada y un día me llama Puerta y me avisa que había dado doping y que estaría afuera por nueve meses [NdR: estuvo suspendido entre octubre de 2003 y julio de 2004]. Yo tendría que haberlo sabido antes de tomar una decisión tan importante. Lo que hice fue quedarme con Squillari y seguir jugando, hasta que Mariano volvió”.
Cuando “Mariano volvió”, en julio de 2004, en el challenger italiano de San Benedetto, era el 384° del ranking. El rendimiento fue siempre en aumento. Esa temporada, tras ganar cuatro challengers y un Future, terminó 133°. En 2005 se produjo la explosión, con final de Buenos Aires, semifinales de Acapulco, título en Casablanca, octavos en Montecarlo y final en Roland Garros. El trabajo del Gringo Schneiter siguió unas semanas después de París, hasta Cincinnati. Y luego el propio Puerta [era 9°] le comunicó que hasta allí habían llegado.
Al saber que Puerta le había reconocido a LA NACION que la teoría del vaso fue falsa, Schneiter se desahogó: “Cuando en una entrevista con LA NACION [NdR: en diciembre de 2005] dije que lo del vaso parecía una película de ciencia ficción, me llamó Quique Estevanez para decirme que me iba a mandar a la policía, que me iba a hacer un juicio. Sabía que mentía. Está bueno que lo dice. En su momento sonaba convencido de que había sido eso de ‘fui un segundo al vestuario, mi mujer tenía un problema de menstruación, volví, tomé en el vaso, quedó residuo en el agua’. Guau. Era de película total. ¿No dijo que tomó?”.
-¿Cuál es tu versión de los hechos?
-Yo era el consciente y él era muy relajado con eso; yo tenía un atrape de locos. Pasaron dos cosas raras que se me escaparon de las manos. En los torneos no estaba Lecman con nosotros y Darío tiene su historial de haber tenido quilombos. Mariano, cuando ganó las semifinales [NdR: en París, ante el ruso Nikolay Davydenko], como regalo lo invitó a Darío a que viniera. Yo, desde que llegó Darío a París, hubo cositas que se me escaparon, porque ellos estuvieron mucho tiempo solos y ya no te puedo decir. En ese momento no lo tuve más conmigo. En el partido con Davydenko, Mariano tiene un desgarro en la pierna de dos milímetros, y yo no sé si hubo algo que le haya dado uno al otro. Mariano tomaba una pastilla, durante todo el año, de cafeína con ginseng que la usábamos para activarnos, media hora antes de los partidos. Es verdad que se la hacía un laboratorio. No es que la compraba en un GNC, no. Pero la tomaba todo el año. De hecho, cuando jugó con Nadal en Acapulco, fue de noche, eran las cuatro de la mañana y Mariano seguía despierto; no se podía dormir. Si él estaba un cachito abajo, la tomaba. Yo lo entrenaba a Squillari y él tomaba la misma. Estaba habilitada. Mariano había recibido cinco controles antes de Roland Garros. ¿Por qué dio positivo en la final? Esa es la parte que no me cierra por nada del mundo. No sé.
-¿Puerta qué te dijo?
-Yo le pregunté. Y me dijo que no sabía. Yo corté con él después de Cincinnati. Volvimos al país. Me deja un sábado a la mañana y me llama el domingo a la noche para que vaya al departamento de él, que le había dado doping. Fue una semana antes del US Open.
-Cuando te dijo que no sabía, ¿le creíste?
-No. Yo supe que me mintió. Después, no sé qué decir, porque no se me escapaba nada. Lo único que se me escapó fue que Lecman llegó un día antes de la final y los perdí un poco ese día. No pongo ni una uña en el fuego por ninguno de los dos. Ni una uña. De mi lado, puedo decirte que no tomaba nada. Estaba detrás de todo lo que podía y nunca había habido ningún problema. De hecho, el año anterior viajé dos meses con una balanza, para que bajara de peso. Me volví loco para que creyera en jugar al tenis, que se animara. Porque era un gordo que estaba tirado. Después logró eso, de la nada me dejaron, de la nada dio doping, de la nada hubo un montón de cosas que pasaron, a mí no me pagó. Hoy no tengo relación con él. Me dolieron dos cosas: él era íntimo mío. Guillermo Pérez Roldán era amigo mío también y yo veía que por atrás fue tremendo todo lo que hizo para quedarse con Mariano. Me quedé muy enojado con él y con Pérez Roldán, con quien no hablé más tampoco porque era mi amigo y veía los mails que le mandaba a Mariano, que me los mostró, donde le pedía volver a entrenarlo. Todo después de Roland Garros. Esto es así: cuando los agarrás en una posición mala nadie quiere laburar; después cuando son buenos, sí.
-¿En aquel momento hablaste con Lecman?
-Sí, hablé con Lecman. Es otro con el que no me hablo más. Sentí que no fueron leales a un montón de cosas. No le he creído. Ellos se dijeron de todo, se echaron la culpa uno al otro y a los dos años, cuando Puerta volvió a jugar, estaban juntos. Entonces, ¿vos qué pensás? Parecía un acuerdo entre ellos de algo que nunca entendí. Yo puedo asegurar que me dejaron afuera de esa movida. Y puedo asegurar por mis hijos que no le di nada a Puerta.
-¿Sacó ventaja en la final con Nadal?
-No, al contrario. Ojalá hubiera estado bien en la final y no perdía ese partido. Puerta jugó en una pierna. Hubo mil bolas que no corrió.
-¿Cuando Lecman llegó a París temiste algo?
-Nooo, no, no. Cuando Mariano cortó conmigo y me llamó al otro día para decirme que era positivo, fue una sorpresa. Era imposible de entender. En ese Roland Garros tomaba las precauciones al máximo. Antes de arrancar a él le dolía la muela, el médico del torneo nos recomendó que fuéramos a un dentista que estaba lejos. Puerta no quiso ir, encontramos otro a la vuelta, fuimos, le dio tres cosas para tomar y yo le dije: ‘Bancala hasta mañana como sea, hacete un buche con alcohol, algo. Mañana me voy temprano a hablar con el médico del torneo’. Así fue. Al otro día, el médico sacó un libro, se puso a mirar las drogas, dijo que estaba correcto y que podía comprar la medicación recetada. Puerta recién lo tomó a las 10 de la mañana del día siguiente. Cuando saltó lo del doping, Mariano me preguntó sobre ese tema, si me acordaba qué había tomado. No tenía idea, pero el médico de Roland Garros chequeó y se acordaba. Igual, no tenía nada que ver con lo que salió de sustancia del doping.
-¿Hace mucho que no hablás con Puerta?
-¿Cuánto hace que pasó eso?
-Quince años.
-Bueno, hace quince años que no hablo con él.
-Si algún día lo encontrás, ¿qué le preguntarías?
-Que me diga qué tomó, por qué tomó algo. Creo que tomó algo sin saber y fue negligencia. No fue algo que tomó adrede y dijo: ‘Tomo esto y si me da, me da’. Fue la típica de él: se creía inmortal y yo estaba todo el día cagado, porque veía que el flaco iba relajado. Yo decía: ‘Gordo, boludo, no podemos dar doping’. Y él no tomaba conciencia. ¡Y era reincidente! Yo me volvía loco, me estresaba.
-Entonces, tu mayor sospecha se enfoca en la llegada de Lecman antes de la final.
-A Darío lo podés tomar por ese lado; ya había tenido temas. Capaz que le dijo: ‘Gordo, tomate esto que vas a estar hecho un violín, no vas a sentir nada en la pierna, que tenés un mini desgarro, y no pasa nada’. Y ese ‘no pasa nada’ tenía esos miligramos de etilefrina que salió y dio positivo. O a lo mejor, al Gordo, que no le importaba nada, le dijo: ‘Dale Darío, damelo, juego como sea’. La interna no la sé, pero pareciera que algo de eso hubo, porque después siguieron laburando juntos.
-¿Lecman no solía acompañarlos a los torneos?
-No, nunca. Esa fue la primera vez. Y después nos acompañó a Montreal y Cincinnati. Ese domingo a la noche Mariano me llamó para decirme que había dado doping positivo, fui a su departamento, en realidad al de Estevanez, que era en el mismo edificio, ahí por Sucre y Figueroa Alcorta. Entro, estaban todos reunidos y me dice: ‘Di doping en Roland Garros’. Y a mí me salió de adentro decirle: ‘¡¿Qué?! ¿Qué tomaste?’. Y el flaco me dijo: ‘No sé’. Y yo sé que ese ‘no sé’ fue mentira. Yo sé que ahí me mintió.
-¿Lo sabés o lo sospechas?
-Compartíamos como marido y mujer. Todo el día, durante un año y medio. Nos conocíamos, sabíamos cuándo uno mentía o decía la verdad. Yo le decía: ‘¿Comiste tal cosa?’. Me decía que no, pero sabía que me estaba mintiendo. Jugamos al truco cuatro mil veces juntos, yo sé cuándo mentía o no. Siento que no me fue sincero con aquella respuesta.
Jorge “Georges” Brasero nació en Olivos hace 57 años. En 1988 se instaló en Francia, el país nativo de su padre. Antes de radicarse en Europa, dio clases de tenis en Belgrano. A mediados de los ‘90 conoció al ítalo-estadounidense Olindo Iacobelli, un ex piloto de Las 24 horas de Le Mans, se hicieron amigos, crearon la empresa Biandra y se dedicaron a la esponsorización y representación de tenistas. Juntos manejaron las carreras comerciales de Puerta y de Gastón Gaudio. Iacobelli se enfocaba más en el Gato y, Brasero, en el cordobés.
“Gastón era un pibe complicado, pero muy inteligente. Y con Mariano no se podían ni ver. Eran de la misma categoría, Mariano siempre le ganaba cuando eran chicos, pero después Gastón se vengó porque explotó en 2004 ganando Roland Garros y hasta le ganó la final de Buenos Aires 2005”, sentencia Brasero.
Y prosigue: “Yo era conocido por poner las mangas publicitarias para los jugadores y con Olindo empezamos a manejar tenistas. Con Mariano y Gastón nos iba demasiado bien, parecía irreal. Mariano hace la final de Roland Garros, al otro día vuelve a la Argentina vía Londres y nos encontramos en el aeropuerto de Buenos Aires. Hacemos toda la prensa, me quedo tres o cuatro días festejando y me vuelvo a París. Estaba a tres metros del suelo; no lo podía creer. Se abrieron puertas, me empiezo a mover para cambiar los contratos de Mariano, todo el mundo me venía a buscar. Pero estando de vacaciones recibo una llamada y me dicen que Mariano tenía control positivo. No lo creía”.
Brasero ya era conocido en Francia como propietario del Tennis Club de la Châtaigneraie, a nueve kilómetros de Roland Garros. Cuando el doping de Puerta se hizo público, también quedó en el ojo de la tormenta. El 6 de octubre, en L’Equipe, Brasero dijo: “Probaremos que esto es falso. Todo es un invento”. Pero hoy, rememora: “Fue un escándalo. A mi club me cayeron periodistas, cámaras. Me quería matar. ¿Esconderme? No me tenía que esconder de nada, era el manager, le manejaba la carrera, daba consejos, hablábamos de plata, pero no estaba en el día a día. Mariano me pidió que fuera a la contraprueba en un laboratorio francés [NdR: el 15 de septiembre, en Châtenay-Malabry]. Llego, abren una heladera y me dicen: ‘¿Reconoce el frasco número uno y el número dos?’. ‘Sí’, les digo. Todo bajo sello. Firmo los papeles y me voy”. Seis días después se confirmó la presencia de etilefrina en el organismo de Puerta.
“La estrategia del vaso de agua fue hecha por su abogado, no por nosotros. Yo le di todo mi sostén. Él perdió mucho dinero y yo también. Perdió una carrera increíble. Lo que le encontraron en el organismo no podía ayudar ni a un bebé. Quince años más tarde, no guardo más amargura; fue un jugadorazo. Pero torpe y desordenado. Era un poco arrogante. Es como el tipo que dice: ‘A mí no me puede pasar’. Y le pasó. Y no una vez, sino dos veces. El gran responsable de esa pérdida de una gran carrera fue él. Después, claro que hubo intervenciones… A Lecman lo trataba muy poco; a Schneiter más, que hizo un buen trabajo y lo ordenó. Estuve cerca de Guillermo Pérez Roldán y sé las conversaciones que tuve con él. O sea, todo surgió cuando aparecieron las apuestas en Internet. Me acuerdo de haber ido a Umag, en Croacia, con Mariano, que pierde con Rafa, y ya aparecía todo lo de la mafia, a comprar partidos. Estoy hablando de 2003. La prensa, en un momento, mezcló todo: eso, el doping. Mariano dio el palo para que le peguen y le pegaron. Fue un jugadorazo, pero pagó por su arrogancia. Hablé hace poco con él, nos prometimos encontrarnos”.
-¿Puerta cayó en las apuestas y partidos arreglados?
-A mí conocimiento, no. Tengo un fuerte carácter y eso sería traicionar mi trabajo. Le hice muy buenos contratos, hicimos una amistad. El doping lo viví mal porque no entendía, no me lo explicaban porque él cayó en una depresión, engordaba, lo tuve al teléfono muchísimas veces, lo ayudé para que vuelva, lo encontré sponsors que lo ayudaron, lo sostuvieron. Se tendría que haber pegado mucho más a mí, porque siempre fui de buen consejo. No lo hizo, hoy no le guardo rencor, en algún momento sí porque no nos hablamos durante años. Tendríamos que terminar ese vínculo mirándonos a la cara y quizás contándome aquello que no sé si me interesará escucharlo. Pero dañó mi imagen, porque mi nombre transitó en los medios franceses y yo vivo acá.
-¿Por qué le dio doping?
-Esa es una zona de sombra. Nunca me dijeron. No estoy al tanto de las vitaminas. Más tarde me enteré que Lecman había tenido problemas en los Juegos Olímpicos. ¿Quién compró eso? ¿Dónde lo tomó? Nunca lo supe. Es una asignatura pendiente.
-¿Ponés las manos en el fuego de que Puerta no tomó nada para mejorar el rendimiento?
-Conscientemente, sí, las pongo. Ahora, esa parte de sombra… De lo que yo vi, pongo las manos en el fuego de que no hubo trampa, pero el resultado dice otra cosa. Dice que le encontraron algo dentro del organismo, entonces es que algo no ha hecho bien. ¿Lo hizo de mala intención? Diría que no. Diría que no hubo nada deshonesto de su parte, pero la historia cuenta otra cosa. Fue negligente e irresponsable. La negligencia está dentro de las sanciones del TAS. Tengo una pregunta para hacerle a Mariano. Una pregunta.
-¿Cuál?
-¿Quién hizo trampa? ¿Quién se equivocó? ¿Dónde compraste las pastillas? ¿Quién te las dio? ¿Sabías? ¿No sabías? Mirame a la cara. Nada más. Es lo único que me interesa. Son las únicas preguntas que le haría, quince años más tarde, para dormir un poquito mejor. Quiero que sea feliz.
-¿Schneiter tuvo responsabilidad?
-Le volví a hablar a Schneiter en Roland Garros 2019. Estuvimos 14 años de silencio, porque pensó que Mariano no le había pagado a él y sí a todo el mundo, cuando todos perdimos mucha plata. Él pensó, me lo dijo en la cara, que yo le había llenado la cabeza a Mariano diciéndole que cambiara de coach. Si yo tengo que hablar del Schneiter del año 2005, que no era el mismo de hoy con Garín y Londero, digo que hizo un trabajo impecable. A Lecman lo conocí mucho menos. Schneiter hizo lo que tenía que hacer. Quizás al haber sido un ex jugador de dobles tenía menos peso del que tiene hoy.
-¿Por qué Puerta se desvinculó de Schneiter pocas semanas después de la final de Roland Garros?
-El motivo exacto lo puedo imaginar; no me lo dio. Al verse Top Ten quiso, para mí, aproximarse a un tipo como Guillermo Pérez Roldán, que había sido 13 del mundo. Mariano nunca me dijo que buscara un coach. Yo pagué consecuencias porque Schneiter pensó que había sido yo; eso es falso. Él lo contactó a Pérez Roldán, él negoció y él lo cerró. Mariano quería algo y lo hacía: sea un auto, casarse, divorciarse. Siempre tomó decisiones solo y luego me las comentaba.
-Rubén, padre de Mariano, era el coach de Juan Ignacio Chela cuando le dio doping. ¿Tuvo responsabilidad en el caso de su hijo?
-Nunca me entendí bien con él. Sabía de tenis, sí. En el momento en el que Mariano explota no era una buena influencia para su hijo porque se quería meter, le gustaba la cámara. Y Mariano en eso era duro: la gloria y las malas eran para él. Y el padre se quería subir al barco de la gloria. No me pareció que aportara cosas positivas. ¿Fue Lecman? ¿Fue el padre? La Legión tuvo una mancha, que fue el doping. Fueron desprolijos. El argentino no es organizado culturalmente y piensa: ‘A mí no me va a pasar’. Al pasarle a Chela, a Coria, a Cañas, a Puerta, tenés cuatro jugadores mayores y top. Cuando a Coria lo llamaban ‘Nandrolino’ me dolía mucho. Y si a eso le metés Maradona también…
Pasaron quince años del doping que hirió profundamente al tenis argentino. Puerta volvió alguna vez a París, pero no a Roland Garros; ni como jugador ni como turista. Emigró a Estados Unidos en 2014. Se dedica a dar clases de tenis y a los negocios inmobiliarios. Schneiter se encumbró como coach por sus trabajos con Garín y Juan Ignacio Londero. Lecman superó un ACV y dicta distintos niveles de entrenamiento. Brasero administra su club en París y es manager de Federico Delbonis. Sol Estevanez rehízo su vida: se casó con el polista Mariano Uranga en 2017 y tuvo una hija. La historia alrededor del escandaloso caso de doping sigue envuelto en misterios.
Créditos
- Edición periodística Nicolás Cassese @nicassese
- Edición visual Alejandra Bliffeld @aleblif
- Edición fotográfica Anibal Greco @anibalgreco
- Edición de video Francisco Ferrari
Fuente de la noticia (La Nacion)