Manuel Moretti: «Nos hemos cuidado, nos hemos mejorado»

El viernes 7 y sábado 8 en la sala de Federico Lacroze, la banda mostrará en vivo una nueva colección de canciones que expanden el pecho. «Se trató de seguir puliendo el universo de la canción popular y no olvidar que nuestro trabajo también es rondar el drama», dice el cantante y compositor.
«Cuando el dolor se va / zumba el viento y podés respirar», canta Manuel Moretti y sí, es como si las ventanas se abrieran. Para eso que llamamos rock argentino, siempre es una buena noticia la aparición de un nuevo disco de Estelares. Como en la generosa decena de discos anteriores, Los Lobos trae varias nuevas bocanadas de aire fresco, melodías que expanden el pecho con las ganas de acompañar el cantante. Nacido hace casi sesenta años, el hijo pródigo de Junín tiene la preciosa virtud de escribir letras que se deslizan en la lengua, que no cuesta nada hacer propias. Por eso hay justicia en la popularidad de varias de sus criaturas, que saben tocar la fibra emocional de muchos.
Pero el cantar con Estelares también obliga a una pausa para escuchar, porque ahí hay una orquesta -como le gusta decir a Moretti por sobre «banda» o «grupo»- afiladísima y gozosa de estar haciendo esas canciones juntos. Lo saben bien por experiencia los músicos y por participar del rito las personas: hay un momento en que un grupo de instrumentistas hace un preciso click y empieza a generar algo que está más allá de su voluntad y su aplicación al trabajo. La banda empieza a sonar. Si el término «magia» suena naif, pues táchese y utilícese el que más se acomode al usuario: lo cierto es que todo encastra y fluye, y una maqueta de Moretti en City Bell va a la sala de ensayo y se convierte en una señora canción. El guitarrista Víctor Bertamoni, el bajista Pablo Silvera, Javier Miranda en batería, Eduardo Minervino en teclados, Guillermo Harrington en guitarra y coros y Martín «Tucán» Bosa en guitarras y percusión se encargan de ello.
De eso habla Manuel en la previa de los shows en Teatro Vorterix (Av. Federico Lacroze 3455), donde Estelares hará una presentación oficial de su nuevo disco el viernes 7 y sábado 8. Del orgullo y alegría que le produce pertenecer a una banda con casi 30 años de existencia y la piel curtida para atravesar años salvajes y llegar a este presente luminoso. Del superyó martillando la cabeza para hacer algo con esas notas de voz, de palabras como «emperifollada» y «coqueta», caños mexicanos, de lo que puede ser capaz un tipo con una pandereta, las canciones dramáticas y las épicas, el amor como sustancia esencial pero en permanente construcción.
-Después de todo el asunto de ensayarlas, grabar, mezclar, escucharlas una y otra vez, ¿qué reflexiones te aparecen un tiempito después, al tener que hablar de las canciones?
-Una cosa es que medio había tomado como distancia de hablar mucho, precisamente porque a veces no sé muy bien lo que digo, para encontrar bien el corazón. Una de las cosas que tiene este disco que sí me gusta que ocurrió es que fue rápido, desde mis maquetas a la sala de ensayo con los pibes; dos ensayos, tres, tomarle color y enseguida ir al estudio. Es decir, que el disco termina de cobrar su vestimenta, su corazón, todo lo que se escucha te diría, 55% en decisiones que se tomaron en el estudio. Y eso hace que el disco sea fresco, hermoso. Lo único que pedía yo era que respetaran las estructuras más o menos de las que traía. Pero el laburo fue muy en sincro.
-Muy al viejo estilo además, ¿no? Tomar decisiones rápidas que a fin de cuentas son las que más valen.
-Y cuando terminás escuchando es hermoso, quedó mejor que cualquier cosa que podías pensar. Pero también hay una cosa, que estamos trabajando los últimos discos más o menos de esta manera, una cosa del vivo, la interpretación de la banda. Entonces vamos al estudio y las tomas son espectaculares. Somos los siete músicos, Germán Wiemeder como productor artístico, Martín Pomares como ingeniero, a veces está el Drum Doctor o alguien, o alguno de los asistentes que también ayudan, hacen comentarios.
-Ya saben qué es Estelares y qué no es Estelares.
-Eso es, pero incluso mi único rol… está el rol del productor, de los pibes, y mi único rol es estar atento por si hay algunas rutas que no me gustan. Pero todo es hermoso, buenísimo, emocionante. Es ese lugar, eso que facilita todo. Es el producto de casi 30 años de estar juntos, y esta banda lleva 15 años de gira. Y me parece que eso se escucha en el disco, y por eso se escucha con placer. Y también otra cosa que me di cuenta, que es fundamental… algo de los alrededores de lo que estoy diciendo es que me di cuenta que el disco anterior, Un mar de soles rojos, es hermoso, tiene canciones que me encantan, “Este despertar”, “Infausto”, “Habrá que aprender a amar”, “La melodía más triste del mundo”, “Miedo”… canciones que quiero mucho. Pero es un disco pesadísimo y me di cuenta ahora, por eso no fue tan fácil tocarlo: no subimos muchas canciones de esas a las giras.
-¿Y por qué creés que pasó? ¿Habrá sido una respuesta a Las Lunas, que había sido muy luminoso?
-Exactamente eso. Lo que pasa es que Un mar de soles rojos es un disco que se compuso en pandemia, entonces por más que dije no, no pasa nada, entre comillas… las pelotas no pasa nada. “Infausto”, “Habrá que aprender a amar”, yo amo esas canciones pero ¿sabés cuántas veces la tocamos? Dos, una como mucho.
-¿No encastran con las otras?
-Es lo que noté, no podés subirlas al escenario porque pesan. Y lo noté después y flasheé, quedé medio impresionado con razón. Esa es una gran diferencia con Los Lobos, que es un disco re rutero, fresco, hermoso, hicimos giras en Europa, Latinoamérica, México, y ya de doce canciones de ese disco hay siete sobre el escenario. Es un disco que tiene un montón de colores… hasta incluso me di el lujo de meter “Emperifollada”, que era como un juego; el disco estaba terminado, me iba con mi familia a Brasil, me subo al avión y disparo los archivos, y le encuentro un movimiento, esta canción es fresca, divertida, estaría bueno meterla… le pregunto a los pibes si está buena y les encantó. Así que saqué una que se llama “El faro”, donde canta Julia, mi mujer, que es una belleza, que supongo que irá luego.
-Debe estar re contenta Julia.
-No, no tiene problema, porque esa cosa era también hecha un poquito después de la pandemia, una maqueta casera, y ella tiene muy lindo timbre de voz y cantó también. Pero el disco ya venía buenísimo y decidimos meter esa canción bailable, femenina. Hasta ese lujo se da Los Lobos.
-También parecen permitirse jugar con otras cosas. Los caños mexicanos en “Ella”…
-Es que estaba escuchando a Gabito Ballesteros y Peso Pluma, corridos mexicanos, y estaba recopado con eso. Y cuando hice la canción puse unos vientos en la maqueta, pero eran vientos occidentales, la misma melodía pero occidentales. Entonces le dije a Germán “escuchate esto, ¿lo hacés?”, y enseguida hizo esos arreglos buenísimos… creo que todos esos logros del disco son porque van muchos años de una responsabilidad con el oficio y una responsabilidad con la interpretación. Lo que cambió en los últimos años es que…, no sé, voy, veo probar sonido a la banda y digo “¡Wow, me gustaría cantar en esa banda!” (se ríe). El cantante no tiene que hacer nada, con que esté concentrado y cantando bien…
-Hay una diferencia en la narrativa del disco que me llamó la atención: no es que fuera una regla rígida, pero era habitual que cerraran con una canción de alta carga dramática, cosas como “Un viaje a Irlanda” o “Playa Unión”. Los Lobos rompe con eso, cierra con una cosa super luminosa y abierta, “Como cría de leopardo”.
-La verdad que no lo había pensado…la canción de ese tamiz dramático es la anterior, es “Escabio”, que yo le escribo a mis viejos. En la historia de Estelares, como decís, “Escabio” tendría que haber cerrado el disco, y “Como cría de leopardo” ir antes. Pero me parece que ese error, porque me acabo de dar cuenta que es un error, quedó redondo. Lo que pasa es que “Como cría de Leopardo” era una reversión nuestra que quedó divina y pensé en dejarla como un bocadito al final, como un bonus track. Pero la canción tiene una entidad hermosa, y eso cambió la ruta. Igual hoy venía escuchando el disco de nuevo y “Escabio” es quizá la canción que más me gusta del disco, es confesional, es íntima, el amor que salva y el amor que condena. Pero es verdad, “Como cría de leopardo” cierra el disco de manera mucho más luminosa que nuestros finales habitualmente un poco más dramáticos.
-¿Y cómo se fue hilando esa narrativa? ¿Hubo muchas más que quedaron afuera, como “El Faro”, o estaba muy claro de arranque cómo iba este disco?
-Se trató de seguir puliendo el universo de la canción popular y no olvidar que nuestro trabajo también es rondar el drama, o el universo melodramático. Y me parece que todo eso fue haciendo que las canciones sean frescas, muy cantables. Está todo el tiempo la trampita del drama, pero no es un primerísimo plano que te comen crudo. Por eso para mí es un disco muy… la palabra es fresco. Al gestar el disco medio que ya tenía todas las canciones, quedó afuera “El Faro” y un par más que por ahí me gustan, pero estaba bien, el disco estaba cerrado, no había que forzarlo. Y esto que digo por mí es por todos, todos sentíamos lo mismo. Que entrara “Emperifollada” a último momento fue porque volví de Brasil, nos juntamos para un último ensayo antes de ir al estudio y pasé la canción y salió tan rápido con la banda que todos dijeron “vamos con esta”. Las canciones se pusieron a tono con cómo está el vivo, la interpretación de la banda.
-Es todo un logro hablar de frescura en una banda de 30 años. ¿Cuánto tiene que ver el hecho de tocar y tocar, y que nunca parezca un trámite?
-Tocamos mucho, sí, pero nunca es una rutina. Y hay algo renovado, yo me aburro menos que antes de ir al escenario, voy a cumplir 60 y me aburro menos que antes, y siento que me muevo más. El otro día estaba en un escenario que tenía escaleras y subía y bajaba y veía toda la gente y volvía. Y los pibes me miraban y decían está loco, se va a morir.
-“Dale Manuel, ¿¿no viste lo que le pasó a Catherine Fulop??”
-(risas) Era así, te juro, y en Rosario, en el Festival de la Bandera, lo mismo. Me pone muy contento, estoy para afuera, me genera alegría y la gente devuelve también. Me parece que cambió algo en nosotros en los últimos años, y en lugar de que nos pese nos fue acomodando, nos mejora, los roles están más delimitados y hay menos gasto de energía, más disfrute. Volvemos a la frescura de este disco, todo eso ayuda, y las devoluciones que nos dan son hermosas, nos hablan de un disco súper rutero.
-Es paradójico porque con auriculares te das cuenta de cuánto laburo hay para que suene… ¡como sin tanto laburo!
-Cada disco que pasa somos más detallistas en los arreglos. Para mí la belleza radica en la síntesis, en que lo que se registra sea emocionante.
-Bueno, hablando de ser detallista… sólo con auriculares te das cuenta del laburo increíble que hace… ¡la pandereta!
-(se ríe) Sí, ese es el Tucán Bosa. Eso es el registro, tratar de dar belleza. Y debo decir que eso es la banda, lo que pasa en el estudio con todos probando cosas, el Tucán haciendo percusiones, pandereta, las líneas de bajo, el arreglo de guitarra acústica o de diferentes clases de acústicas, piano, diferentes clases de voces, armonía, rearmonización… es la oreja de todos, la dirección de Germán. Yo llego con maquetas pero los retoques finales, los cambios de algunas notas, de algunas conducciones, son de Germán Wiedemer. Y cuando las escuchás decís, bueno, gracias bro, porque es hermoso. Y lo mejor es que todo eso se escucha en el vivo.
-Todo lo que decís da la confirmación de lo que uno ve arriba del escenario: sos inevitablemente un frontman, pero claramente un tipo de banda. Digo, tenés incursiones solistas para cantar unos tangos pero si van casi 30 años… ¿Estelares es tu lugar en el mundo?
-Con el universo Estelares hay como toda una vida de construcción, y de momentos en que todo era mucho más complicado, incluso a nivel sensación, de cómo te sentías representado a nivel del registro emocional. Y en este último tiempo… vuelvo a lo mismo, supongo que tiene que ver desde que empezamos también con las giras, ir afuera del país, estar atento con grabaciones, estar atento con… Todo se fue armando para que yo sienta que la banda en la que canto, que interpretamos nuestros temas y demás, es un lugar muy grato para expresarme. Cuando estoy arriba del escenario siento que me expreso, con la dificultad que implica cuando uno es artista, al menos a mí, de conseguir expresar lo que sentís. No es fácil, y creo que tiene que ver con los años pero no por la cantidad, sino que hemos regado.
-La laburaron.
-Y hay algo que me impresiona, el ejercicio de intérprete de cada uno de los instrumentos. Yo ya los conozco pero igual es espectacular el nivel que tienen los pibes. Es muy emocionante, es muy grato. Sí, voy una o dos veces al años al Café Berlín, toco con guitarra pelada y leo un poco, es otro ámbito que me encanta, intimista. Pero cuando salgo al escenario con Estelares siento que… ¡qué banda, cómo ha mejorado esta orquesta! Es un logro y para mí también, como intérprete, como cantante. El tipo que me gustaba a medias, que me cansaba, se ha convertido en un tipo que responde, puedo cantar 30 canciones y tengo aire y disfruto. Sin habernos dado cuenta, en estos últimos 15 años nos hemos cuidado y nos hemos mejorado. Somos muy cuidadosos entre nosotros, quizás porque fuimos muy salvajes cuando jóvenes. Pero no como un plan, salió así. Sí, hubieron algunos problemas un poco bravos.
-Bueno, es una relación humana…
-Claro, pero quiero decir que eso mismo en lugar de dinamitar nos aunó, nos unió. Yo tengo la sensación de que Estelares era hermoso antes, pero el ingreso de Javier en batería, en nuestro primer Gran Rex, hizo que la banda empezara a tener otro color, otra dinámica. Minervino ya estaba, Guille tocando la guitarra y metiendo voces, el Tucán haciendo percusiones, guitarras, teclados, un todoterreno. Y ni empezar a hablar de Pablo y Víctor, que son tipos muy, muy talentosos. Hemos sabido cuidarnos, ellos me han cuidado un montón porque yo soy amable, pero también soy un lunático; han sido muy generosos. Pablo por ahí mete una canción por disco, pero son cosas como “Roma”, que es hermosa y tiene épica…
-Es re-Estelares.
-A mí me pasa algo con las canciones de Pablo, las melodías que hace son más fáciles de cantar que muchas de mis propias melodías. Hay un lugar simbólico en el que somos muy parecidos, nos gusta el mismo cine, él es más british en la música pero las canciones y los músicos que nos gustan son de melodías floridas. Víctor es universo de guitarrista, y yo soy más universo de cancionero, pero… estos dos tipos son increíbles, dos ensayos y cuando vamos al estudio son todas estas almas creativas en función de las canciones. Hay nueve tipos que tienen la misma frecuencia, trabajan con sensibilidad: tiene que salir bien.
-No sé si leíste los libros de Jeff Tweedy sobre la cuestión de hacer canciones, el método, la inspiración y el azar. Después de tanto tiempo, ¿cómo está funcionando eso en vos?
-El otro día pensaba que mi manera de relacionarme con el mundo, en líneas generales, es escribir canciones. Casi todos los discos tienen registros, fotografías emocionales de lo que me está pasando. Y el compositor que hay en mí es algo que cuido, que defiendo. No sé si soy un instrumentista pero estoy todo el tiempo craneando en los alrededores de diferentes simbologías, tómese alguna frase, lo social, alguna música que voy cantando.
-Una palabra: no es usual usar “emperifollada” para una canción, “manglares” en otra…
-Palabras viejas, “está toda coqueta”… Es una canción divertida, pero en líneas generales… no sé, “Escabio” termina apareciendo en mí sin haberlo pensado, una reflexión compuesta en piano, con acordes menores bastante dramáticos, una reflexión sobre mis padres. Es estar vivo todo el tiempo y lo agradezco, porque es mi profesión también. Por ahí tengo temporadas en que, llegué a ponele diez notas de voz identificables que me gustan mucho. Entonces me digo dale, dejá de haraganear y andá a hacer las maquetas. De todo lo que me está pasando últimamente casi siempre ocurre así. Lo que quiero decir es que todo esto que ahora viene más tranquilo, porque antes era mucho más caótico, lo he cuidado, lo he trabajado para que venga de esta manera. ¿Tenés dos notas de voz? Bueno, organizate y trabajá. Son elementos que tienen un lugar muy importante y me ponen a salvo de… cuando paso mucho tiempo sin laburar, no cuando estoy de gira pero sin hacer maquetas, me agarra el superyó y me empieza a martillar. No hay manera de zafar, en un momento me dice “man, dale porque si no te mando a la neurosis que te come crudo”.
-Más allá de que se cambia la óptica con el correr del tiempo y la vida, ¿cómo se hace para cantar sobre el amor, un asunto central en Estelares, sin repetirse?
-El amor desesperado, el amor negado, el amor que se fue, el amor que llegó, el amor en el presente… Me parece que influye el respeto con el que he enfrentado al amor. Nunca fui un romántico del amor, me parece que siempre ha sido un trabajo, una construcción. Antes era la dificultad, el encuentro, y después… hay diferentes clases de amor, amor filial, de construcción de pareja, por un oficio, amor de amigo. Y para decir amor está la concreción, el abismo. Cosas que se siguen mirando y se ven de manera diferente. Lo que yo siento es que salvo el disco pandémico donde estaba aterrado, las observaciones vienen menos… ahogado. Este disco tiene aire. Lo canto en “Zumba el viento”: cuando el dolor se va, zumba el viento y podés respirar. Algo de eso pasó en los últimos años que tiene que ver con la construcción amorosa de mi familia, de nuestra profesión… y además pasó la pandemia. Estás más tranquilo, te podés tomar un mate sin que venga a comerte el monstruo. Creo que tiene que ver con la responsabilidad que hemos tomado de la profesión y con los años, para empezar la vida de una manera un poco más virtuosa, más que enajenada y problemática.
-¿Y cómo se lleva eso con este momento tan enajenado de la Argentina y el mundo?
-Muy bien, porque yo acordé algunas cosas conmigo mismo. En un momento sentí que apareció el celular y se murió el corazón; es decir, aparecieron las redes sociales y se murió el corazón. Es clarísimo, es generar no intercambio, no información. Bueno, yo me retiro un poco de eso. No puedo permitirme que me coma el mundo crudo y trato de ser lo más constructivo posible. Cuando Trump dijo “si pierden me voy”, le escribí a mis amigos “me parece que acaban de darnos el ultimátum”. Sentí que mucha gente con muchísimos problemas tenía miedo de que al otro día iba a ser el acabóse. Por eso se equilibró la votación, porque es difícil vivir con miedo, Entonces, ¿cómo me llevo con la dificultad de vivir en un mundo a veces tan cruel con tantas personas? La desarticulación de lo social y todo eso… hay que tratar de por lo menos cuidarlo, ordenarlo en casa, en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestros alrededores. Lo demás… qué sé yo, yo no ejercito la mierda, ni siquiera en cosas mínimas mías. No, man, ya está, yo no voy ahí, te agradezco, ni hablo. En función de esto trato de construir. La paternidad, el amor por Julia, los amigos, la orquesta: todo eso me salva del quilombo.




