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Juicio de escritores contra Open Ai

Un juzgado de Nueva York admitió la demanda colectiva interpuesta por el Sindicato de Escritores contra la compañía dueña de ChatGPT. Entre los demandantes figura un grupo best-sellers notables, que incluye a George R.R. Martin y John Grisham, entre otros.

En un nuevo capítulo de “el mundo vs. las I.A.”, un juzgado de Nueva York, Estados Unidos, admitió la demanda colectiva interpuesta por el Sindicato de Escritores contra OpenAI, la compañía dueña de ChatGPT. El reclamo legal ahora pasa a una nueva instancia, la de los testigos expertos (algo similar a los peritos de parte en la Argentina), para determinar si la utilización que de las obras de sus representados hace el ChatGPT de OpenAI es una infracción a sus derechos de autor. Entre los demandantes figura un grupo de best-sellers notables, que incluye a George R.R. Martin y John Grisham, entre otros.

La evolución de este juicio podría sentar precedentes legales importantes para otras disputas legales similares entre autores y derechohabientes de distintas industrias creativas y las compañías que desarrollan y gestionan herramientas de inteligencia artificial. La de los escritores va contra la más emblemática de aquellas basadas en lenguaje, pero su caso podría extrapolarse a las generativas de imágenes, video y sonido, entre otras.

El argumento de los desarrolladores de estos softwares pasa por el “fair use”, o uso permitido de las obras protegidas por derecho de autor. Ese sector de la jurisprudencia permite y protege, por ejemplo, las citas periodísticas y aquellas de carácter educativo. Por fuera de los juzgados, muchos entusiastas de las nuevas tecnologías sostienen que este “aprendizaje” (o “entrenamiento” en la jerga) de las inteligencias artificiales no difiere del que los propios humanos desarrollan cuando consumen o estudian obras de sus colegas, sea de la historia de su disciplina o sus contemporáneos.

Lo interesante del planteo de los escritores pasa no necesariamente por la utilización de su obra para ese “entrenamiento”, sino por los resultados. Por caso, en su presentación judicial dieron cuenta de la devolución de ChatGPT ante un pedido de realizar una secuela para el libro A clash of kings (parte de la saga Una canción de hielo y fuego, en la que se basa la serie televisiva Game of thrones). El texto generado por la IA incluyó “una nueva forma de magia ancestral relacionada con dragones, una pretendiente al Trono de Hierro llamada Lady Elara, descendiente lejana de los Targaryen, y una secta rebelde de los Niños del Bosque”. 

Para el juez Sidney Stein el nivel de detalle de la respuesta, su similitud temática y estilística con la obra de Martin resultan suficientes para admitir la demanda colectiva por infracción a los derechos de autor. Además, el magistrado norteamericano deja para más adelante en el proceso legal la discusión acerca de si el uso de las obras originales constituye “fair use”. “Un jurado podría encontrar que las salidas supuestamente infractoras son sustancialmente similares a las obras de los demandantes”, explicó Stein en los considerandos de su resolución. La demanda fue presentada en septiembre de 2023 y recién hace unos días el juez dio luz verde al proceso.

Todavía falta un buen trecho para llegar a la conclusión de esta “batalla” legal (¿sucederá antes o después de que el autor de Game of thrones concluya su saga?). Además, tampoco abundan los antecedentes en la materia (aunque sí otros juicios que también están pendientes). Incluso en otros casos en los que la IA generativa parecía verse beneficiada por los fallos judiciales, sus responsables decidieron acordar con los demandantes (como fue el caso de Anthropic, que extrajudicialmente entregó a sus demandantes más de mil millones de dólares a modo de indemnización). 

Este caso en los tribunales neoyorquinos llama la atención por el tenor de los nombres involucrados, cuyas ventas alcanzan los millones de ejemplares en todo el mundo y cuyas páginas vieron adaptaciones de todo tipo a la pantalla. Junto a Martin y Grisham se suman Jonathan Franzen, Jodi Picoult y George Saunders, entre otros. Aunque es factible creer que ninguno de ellos tiene mayores problemas para pagar sus expensas, advierten en su demanda que la utilización de estas nuevas herramientas podría poner en peligro su fuente de ingresos. Algo similar argumentan otros autores por fuera de esta acción. En otra demanda, la comediante Sarah Silverman plantea cosas similares. Y los escritores Margaret Atwood y Philip Pullman ya pidieron públicamente que las compañías les paguen por entrenar a sus modelos de IA con sus trabajos.

En contraposición OpenAI asegura que los autores podrían “beneficiarse” con su herramienta. No queda claro cómo. Mientras, un portavoz de la empresa aseguró tener “conversaciones productivas” con gremios y sindicatos “de todo el mundo” para “entender y discutir sus preocupaciones”. Las expectativas, por ahora, son tan inciertas como el final de la saga de George R.R. Martin.

Fuente: Pagina12

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