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Sobra odio y falta memoria

«Yo me pregunto cómo los argentinos pudieron haber votado a este descerebrado. Y creo que mucho tiene que ver con la enseñanza en la casa. Que las familias tendríamos que haberles contado mucho más a nuestros hijos cómo fueron los tiempos anteriores, qué pasó cada vez que subió la derecha. Acá sobra odio, y falta memoria». Las palabras de Haydeé Van der Tuin surgen tan claras como sus ojos celestes, la mirada chispeante que mantiene a sus 87 años. Su historia de vida acompaña de manera asombrosa la historia del país; es una historia de trabajo y resiliencia, que incluye perderlo todo y volver a empezar, no perder la esperanza de un futuro mejor. En esa historia encaja el pedido que hace hoy a la sociedad, y en especial a los jóvenes: que no dejen de ir a votar, «que no nos gane la indiferencia». Hoy tiene algunas dificultades para movilizarse, pero aún así espera poder ir también a emitir su voto en un jardín de Caballito, aunque ya no sea obligatorio para ella.  

«Yo me pregunto cómo los argentinos pudieron haber votado a este descerebrado. Y creo que mucho tiene que ver con la enseñanza en la casa. Que las familias tendríamos que haberles contado mucho más a nuestros hijos cómo fueron los tiempos anteriores, qué pasó cada vez que subió la derecha. Acá sobra odio, y falta memoria». Las palabras de Haydeé Van der Tuin surgen tan claras como sus ojos celestes, la mirada chispeante que mantiene a sus 87 años. Su historia de vida acompaña de manera asombrosa la historia del país; es una historia de trabajo y resiliencia, que incluye perderlo todo y volver a empezar, no perder la esperanza de un futuro mejor. En esa historia encaja el pedido que hace hoy a la sociedad, y en especial a los jóvenes: que no dejen de ir a votar, «que no nos gane la indiferencia». Hoy tiene algunas dificultades para movilizarse, pero aún así espera poder ir también a emitir su voto en un jardín de Caballito, aunque ya no sea obligatorio para ella.  

«De familia de gráficos», casada también con un gráfico, esa identidad recorre la vida de Haydeé: aprendió a leer a los 4 años, jugando con los tipos cuando acompañaba a su papá al trabajo; hoy la obra social de los gráficos y los médicos que allí trabajan es su lugar de refrencia. «Nos quieren muertos a los jubilados, trabajamos toda la vida pero ahora somos un gasto, nada más», analiza el presente. 

En ese «trabajar toda la vida» en la historia de Haydee hay un primer trabajo en Casa Tía, y una serie de empleos formales en los que se especializó en conocer sobre telas, calidades, modas, un saber que mantiene con coquetería y con el que es capaz de detallar texturas y molduras. Llegó a ser encargada de un local hasta que se largó a abrir el propio, primero en el sindicato gráfico, donde «trabajaba una barbaridad, en cuotas, porque la gente trabajadora podía comprarse su ropa linda», luego en la céntrica avenida Galicia de Avellaneda. 

Llamó Róterdam a su local que abrió con su marido, en homenaje a sus abuelos holandeses. «Arrancamos bárbaro, la gente ya nos conocía, trabajábamos con las mejores marcas. Hasta que llegó Menem», repasa. Lo perdió todo. El negocio, la casa, el auto. Pasó de ser una comerciante próspera, a limpiar en casas particulares. «Y con la frente bien en alto. Siempre supe salir adelante, crié a mi hija, que es profesional, tengo un nieto precioso que también estudió y formó pareja con una chica bárbara», se enorgullece hoy. 

«Y hoy… ¿Puede ser que vuelva una y otra vez la misma gente, hasta los mismos parientes? ¿Un Presidente que está orgulloso de Menem y que hace todo lo mismo, pero peor? Y vuelve la Bullrich, que es tan mala persona, y vuelve Caputo… ¿Por qué aguantamos esto?», se pregunta. 

«En la Argentina sobre odio y falta memoria», es su conclusión. «Falta que los argentinos nos enamoremos más de nuestra tierra. Que miremos lo propio, que es hermoso», pide. 

Fuente: Pagina12

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