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¿Experimentar la política?

Está pregunta ya presenta un supuesto discutible ¿Es la política una experiencia?

Está pregunta ya presenta un supuesto discutible ¿Es la política una experiencia?

Es evidente que lo es si la entendemos de un modo clásico referida a la pertenencia a una comunidad y como aquello que pueden intercambiar unos con otros si es que aún están interesados. Esta parece ser una descripción aceptable.

Pero por un momento otorguemos a la palabra experiencia otro alcance. Su máximo alcance. Cualquiera me podría decir que dadas las circunstancias horribles de la situación no están las cosas para estás sutilezas. Sin embargo sigo pensando que «solo en el peligro crece lo que nos salva».

La experiencia de lo político se puede pensar no solo para cambiar lo que está fuera de mi sino especialmente para transformarme a mi mismo, a mí propia condición, a mis propios límites y a su vez y a la par a mi relación con los otros.

En otros términos la política como una investigación y única sobre lo que deseo. Entendiendo deseo, no solo como mis propios intereses personales ni en mis expectativas de futuro para mi vida y los parientes. Eso es publicidad. O los ideales que nos mantuvieron dormidos.

La política es despertar a lo real que no se puede idealizar, nunca se podrá negar la muerte o la enfermedad, se aceptarán las pasiones amorosas y sexuales, se soportarán las contradicciones que sobrevengan sin rendirse, porque se acepta la propia finitud pero se ama la eternidad.

Por todo esto la experiencia de lo político es un No, es aceptar aquello que no puede suceder ocurra lo que ocurra. No es la identificación con una sociedad futura ni con las nostalgia de los bellos recuerdos, es la asunción de lo que no debe ni puede suceder según la regla con la que mi existencia se sostiene. Cuando esa regla se destruye es un insulto a toda la comunidad.

En los tiempos que corren de fusión del Capital y la Técnica todas las energías de esos dispositivos han apuntado a destruir ese límite, esa regla, ese deber con la palabra maldita y degradada de libertad. El espectáculo sádico y delirante en el que está inmersa Argentina es testimonio de esto.

La única barrera final de la democracia si todavía existe es que ese no, ese límite que me constituye, y que se puede traducir valiéndonos de Kant del siguiente modo: Todo ser hablante, sexuado y mortal, es lo que le da a mi propio ser una experiencia de desafío político, y es un fin en si mismo y no se puede aceptar que sea un medio para realizar tal o cual plan.Todas las experiencias humanas pueden ser complejas y variadas pero en cada uno debe existir un no. No debo hacer del otro un medio porque al igual que yo es un fin en si mismo.

Toda la política mundial contemporánea es la negación de este principio que interpreto libremente de Kant.

Sin embargo, el Entusiasmo que Kant supo captar en la Revolución Francesa fue precisamente éste: No le preocupaban los desmanes ni los excesos sino el hecho de que no se actuara por interés propio sino de acuerdo a los Fines.

Son muchos los años en que se ha vivido con miedo a las potencias colectivas y con justicia, pero tal vez esto sería distinto si cada uno fuese capaz de experimentar a la política como su propia revolución interna. No existen deseos ilimitados ni ideales perfectos, solo la experiencia del otro como un fin en si mismo y no como un medio nos separa de la programación acelerada de la mercancía y el Capital.

* Autor de Ideología y Ultraderechas.

Fuente: Pagina12

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