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María Moreno: «¿No sienten un cierto morbo al premiarme?»

La notable escritora y cronista fue homenajeada en la Facultad de Filosofía y Letras. “Tipificar el femicidio, develar sus tramas estatales, mafiosas, políticas, es impedir su privatización, su lectura como una excepción», argumentó. 

“La que nunca pisó Puan” entró el lunes por la tarde al auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en silla de ruedas para recibir el diploma de Doctora Honoris Causa. María Moreno no camina desde el accidente cerebrovascular que tuvo en julio de 2021, que le provocó la parálisis del lado derecho de su cuerpo y afectó seriamente su habla. El público la recibió de pie y la aplaudió con la admiración y la emoción yendo de las palmas de las manos a las pupilas por un reconocimiento que distingue la trayectoria de una de las intelectuales más destacadas de las últimas décadas en el país en tres “frentes” fundamentales: el desarrollo del pensamiento feminista, la crítica cultural y la memoria militante.

No hay dudas sobre los méritos de María, columnista de Página/12, como observó el decano de la facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Manetti, que estuvo acompañado por el rector de la UBA, Ricardo Gelpi. Manetti ponderó el trabajo como ensayista, narradora y periodista y puso el énfasis en que hay personas como María “que atraviesan la historia habiéndola vivido intensamente”. En las primeras filas del aula 108 escuchaban con atención Eduardo Grüner, Daniel Link, Raúl Antelo, Adriana Rodríguez Pérsico, Telma Luzzani, Dora Barrancos, Marcela Croce, Maximiliano Crespi, Martha Rosenberg, Juan Boido (director editorial de Penguin Random House) y la actriz Cristina Banegas, entre otras. 

La propuesta para reconocer a la creadora de suplementos pioneros como La Mujer en Tiempo Argentino, la ideóloga de alfonsina (con la vocal “a” inicial en minúscula), el primer periódico feminista en democracia, y editora fundadora del primer periódico travesti El Teje, donde estimuló la escritura de las travas, fue de Nora Domínguez, María Pía López y Ana Longoni, tres docentes de la facultad que se encargaron de la laudatio, esa voz del latín que implica el elogio o alabanza que se pronuncia en un acto.

“La universidad no estuvo en su mira porque su lugar era ‘el afuera del afuera’, donde fue construyendo su educación sentimental, sus primeros recorridos barriales, sus incipientes y fascinantes amistades con los personajes de los bares, aunque las voces del conventillo aportaron a su futuro costado de descendiente literaria de Manuel Puig, como algunos críticos han dictaminado con razón”, aseguró Domínguez. La obra de la autora de El petiso orejudo circula en las cátedras y seminarios en distintas universidades de la Argentina y del exterior; en las investigaciones de becarios, de futuros doctores; en múltiples artículos académicos; en ponencias y congresos. Domínguez señaló que María produce “hallazgos críticos, traza caminos para seguir pensando” y “desarma el archivo nacional, machista, clasista, heternormado, capacitista y lo reescribe”. Y agregó: “Lee, estudia, piensa, apura ideas que mueven el piso y se hunde en la escritura como en esa inmersión profunda que realiza en el Paraná y que narró de manera inolvidable en Black out. La universidad está viva cuando María produce estos gestos”.

López recuperó una frase de Ricardo Piglia en la que postula a María como “el mejor narrador de nuestra generación”. “El presunto universal masculino incomoda, a la vez que permite pensar la singularidad de esta feminista que, como ha dicho, siempre estuvo dentro y en tensión con la coalición masculina. En María, el feminismo no es cuestión de mujeres, sino de desobediencia, coqueteo trans, insolente desplante”, reflexionó la socióloga y escritora y calificó a María como “sabia bordadora de la lengua” que se ríe un poco en secreto y bastante en público de los lugares asignados. “Su lengua ensayista encuentra en el cotilleo maledicente su ritmo y en el derroche barroco de la asociación libre su desmesura”, consideró López y añadió que esa lengua de María es “un poco trava, un poco marica, un poco loca” y que es ensayista “del modo más intenso, buscando en las palabras un resbalón hacia el inconsciente”. 

Aunque ahora escribe con un dedo y con una “recienvenida” lentitud, para López no se despoja del barroco, de “esa comprensión de lo abigarrado y múltiple que hace latir sus textos” porque “no abandona lo que el barroco tiene de gusto por la clandestinidad”. La Doctora “imaginó el bullicio lésbico y nómade; regó de autobiografía alcohólica sus palabras; amplió el horizonte de las discusiones políticas sobre las insurgencias de los setenta; ensayó la escritura de un cuerpo con prótesis e imaginaciones ampliadas”, enumeró López los aportes de María.

Longoni optó por explorar la politicidad de “nuestra reina mostri”. La primera clave de la politicidad es “la militante que se siente una impostora” y citó una frase medular de “la gran desacomodadora” que es María: “Se empieza por cambiar la letra y qué queda sino la revolución”. La segunda clave es la crónica como activismo y la definió como “la cronista de la irrupción de la fiesta política, una fiesta sin permiso ni protocolo”. La tercera clave, finalmente, consiste en inventar y sostener un proyecto periodístico colectivo como Dardo, cuyo primer número salió el año pasado en La Plata, editado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. “Una revista en papel y que no se comercializa en estos tiempos salvajes de algoritmos y cálculos parece una apuesta absurda”, afirmó Longoni.

Entonces habló la Doctora, “la que nunca pisó Puan”, como ella misma tituló su discurso. María evocó el fantasma de su madre, que era la auténtica doctora Forero. En Córdoba, donde también recibió un Doctorado Honoris Causa, se equivocaron y pusieron entre paréntesis María Cristina Forero (su verdadero nombre y apellido) por María Moreno (su seudónimo), como si fuera legal. “Si aquí me identifican como doctora Forero tendré que rodar a lo de un analista porque la terapia de hongos es en micro dosis y estoy acostumbrada al lisérgico del doctor Fontana, que te hacía volar aunque estuvieras en silla de ruedas”, bromeó y reconoció que estar todo el día sentada en silla de ruedas “cansa”.

La indómita María arrojó una pregunta impertinente, para no perder las mañas de desarticular los lugares comunes bienpensantes: “¿No sienten un cierto morbo al premiarme?”, y recordó que su amigo Elian Chali, de la estirpe de los discapacitados con displasias graves, la llamó “degenerada” y a su anillo punk lo calificó como “dildo manicurado”. “El morbo tiene reservado un lugar especial para los enfermos y compartimos espacio con los accidentados; que a ver cómo se la arreglan con el trauma, que qué es lo que pueden con las nuevas circunstancias, hasta dónde llega el límite de lo humano, qué contorno tiene la dignidad, cómo hace eso que hace o cómo hará eso que tendrá que hacer”, planteó la autora de El affair Skeffington y Black out.

El morbo, según María, se despliega en dos líneas narrativas que operan en simultáneo: una se encuentra en la superficie y su propósito es demostrar aliento, “aunque huela más a indigestiones y muelas podridas que a respaldo y contención”. La segunda línea, explicó, tiene “sed de castigo y exterminio”. “Lo que cautiva es ver al otro remar en su mierda; deja en evidencia los privilegios propios; es una forma de distancia y contraste, un regocijo canalla que aparece cuando se observa a los demás haciendo malabares para soportar el dolor. Así de implacable es este morbo, sin rodeos ni decoraciones, un magnetismo narcótico”. Y destacó que en su último libro, La merma, escribió: “Ahora vendrán los premios y los reconocimientos, que, en el fondo, se deberán a mi silla de ruedas, y no a mí”.

“La que nunca pisó Puan”, nombre de la calle en el barrio de Caballito donde está ubicada la Facultad de Filosofía y Letras, subrayó que la mayoría de las escritoras de su generación tienen la universidad incompleta. “Andar pijoteando saberes por ahí fue nuestro esfuerzo y nuestra ventaja”, admitió la autora de Vida de vivos y Banco a la sombra. “Fue nuestro karma político que nos uniera el amor ante el espanto, el femicidio y el aborto clandestino”, analizó y precisó que para “nuestros enemigos”, la llamada ideología de género “aludiría a ideas falsas o ilusorias, como los falsos ídolos que proyectaba la caverna platónica, en aras de fines egoístas y autoritarios” y suprimirla sería “fomentar la libertad de los padres y las madres para escoger el modelo educativo que desean para sus hijos e hijas con base en sus valores familiares”. María dijo que estas propuestas presentadas como “libertarias”, “antiestatales” y exentas del autoritarismo propio de las “ideologías” tienen como proyecto “ir construyendo un enemigo común que exalte las identidades y fortalezca la familia biológica contra el enemigo vintage del comunismo, o cualquier acción arbitrariamente bautizada como ‘socialismo’”.

Si en marzo de 2015 en el Museo del Libro y de la Lengua, que entonces dirigía María Pía López, fue el nombre de Daiana García, víctima de un femicidio, el que comenzaba a dar al movimiento feminista la consigna “Ni una menos” para luchar contra la violencia de género y los femicidios, hoy las mujeres se encuentran movilizadas por el triple femicidio de Lara Gutiérrez (15 años), Morena Verdi (20) y Brenda del Castillo (20) en Florencio Varela. “Tipificar el femicidio, develar sus tramas estatales, mafiosas, políticas, es impedir su privatización, es decir su lectura como una excepción que, aunque múltiple, no constituiría más que un ‘caso’, el pasaje al acto de un orden sexual: ni una menos pero de ningún modo ‘una por una’, como en los casos policiales”, argumentó y aclaró que hay que apoyar a la universidad pública aunque no se haya asistido a Puan. “Juntes iremos en plan de voltear el próximo veto (presidencial) ¿Cuál? como decía Susana Thénon, andá a saber”, concluyó la Doctora.

Fuente: Pagina12

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