Enrique Bunbury: «Uno al final no puede dejar de ser quien es»

El artista español, que tiene una sólida relación con el público argentino, viene a presentar «Cuentas pendientes», un disco en el que explora la música latinoamericana.
“Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”, reza uno de los pasajes de «A Roosevelt», el controvertido y famoso poema de Rubén Darío que en 1904 denunció la intervención del país norteamericano en asuntos que sólo concernían a Latinoamérica. Ese pedazo de América que “tenía poetas desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl, que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco, que consultó los astros, que conoció la Atlántida”, como bien describe la rapsodia del nicaragüense, también supo cultivar uno de los cancioneros más ricos de la historia de la humanidad, a manera de soporte identitario y de registro narrativo de sus contrastes idiosincráticos.
Enrique Bunbury siempre sintió una enorme debilidad por ese caudaloso tesoro, en el que hurgó incansablemente, sobre todo en sus expediciones ya fuera de su antigua banda, Héroes del Silencio. De lo que puede dar constancia su álbum Licenciado Cantinas (2011), fundamentado en versiones de clásicos de Agustín Lara, José Tejedor, Dorindo Cárdenas, Guadalupe Ramos, y los argentinos José María Contursi y Atahualpa Yupanqui. Cuatro años más tarde, a esta confesión le siguió el disco Hijos del pueblo, a dúo con Andrés Calamaro, y en el que revisita temas de ambos y ajenos, siempre de compositores hispanoparlantes. No obstante, él mismo reconoce que en sus trabajos Pequeño y Flamingos existían pinceladas de esa devoción, creadas junto a su banda de aquel momento, El Huracán Ambulante.
Lo que le quedaba por hacer era un álbum de música popular latinoamericana compuesto en su totalidad por el zaragozano. Lo terminó haciendo, y se titula Cuentas pendientes, como para que no quedara ninguna duda de que era una deuda por consumar. La salida de este material, en abril, coincidió con la reunión (o más bien la resurrección) de El Huracán Ambulante, anunciada unas semanas antes. Es por eso que anunció con sumo júbilo una nueva gira mundial, que arrancó en el Autódromo de Querétaro (México) el pasado 7 de junio, y que lo trae una vez más a Buenos Aires, a dos años de su emotivo reencuentro con el público argentino en el Movistar Arena, en su primer estadio de fútbol local (el Arquitecto Ricardo Etcheverri, del Club Ferro Carril Oeste), este sábado, a las 20.
Este decimotercer disco en solitario del cantante, compositor y músico lo acerca a estilos como la bossa nova, la cumbia, la música afrocubana y el tango. Si bien poco tiene que ver estéticamente con su predecesor, Greta Garbo (2023), con el que volvió al trajín de las giras, luego de que supiera que era intolerante al glicol (sustancia presente en los efectos de humo), lo que le generaba problemas en la garganta, ambos están lejos de esa estampa rockera suya que se tornó en marca registrada. “Al terminar Greta Garbo, que fue el momento justo en el que nació este proyecto, empecé a pensar que tenía que enfrentarme a un disco que siempre quise hacer, de raíz popular, mirando hacia mi propio país y hacia las influencias latinoamericanas que recibí a lo largo de todos estos años”, explica el artista.
-¿Cómo lo encaraste entonces?
-Hubo alguna canción que escribí paralelamente en la etapa de Greta Garbo que tenía este carácter latino, y que por eso mismo no la consideré para este disco. Sin embargo, está conectado con cosas afines que hice en el pasado, desde la perspectiva de un músico de rock. Aunque esta vez intenté ser más ortodoxo, y trabajé con músicos propios del género, conocedores de los distintos palos y distintos toques. No hubo ningún músico de rock involucrado en este proyecto.
Grabado a las afueras de la capital mexicana, en el parque natural Desierto de los Leones, y producido por el multiinstrumentista chileno Daniel Bitrán, Cuentas pendientes aborda ese catálogo sonoro latinoamericano desde la aproximación. Es por eso que la rumba, el bolero o la ranchera no suenan con la precisión a la que invitan esos géneros, sino que, al mejor estilo lyncheano, se comportan como apropiaciones (de arrebato rockero) del músico de 58 años. Lo que les da un aura afín a las bandas de sonido de Robert Rodríguez, aunque Bunbury reconoce entre los antecedentes del álbum los ensayos que hizo su compatriota Santiago Auserón en la última etapa de su banda Radio Futura, y más precisamente cuando más tarde adoptó el alter ego de Juan Perro, con el que exploró la música latina.
“Uno al final no puede dejar de ser quien es, y tampoco pretendía esquivarlo”, justifica. “Creo que intentar acercarte a algo que has mamado y vivido, pero que no es el género al que has dedicado tu vida, tienes que hacerlo intentando dejar tu impronta y tu forma de entender la música. Que se noten aires cinematográficos en el disco me halaga y me alegra, porque efectivamente hemos pensado en la producción y en los arreglos de forma muy paisajística e intentando dejar una escena, mientras estábamos realizando las mezclas. Yo creo que mi acercamiento a esta música era inevitable. Muchos años atrás, cuando ahondé en la electrónica, lo hice desde la perspectiva de lo que soy, un músico de rock que viene desde su ignorancia y atrevimiento a sumergirse en un charco dispuesto a todas las consecuencias”.
-¿Lo decís porque lo que queda más expuesto es la instrumentación?
-Independientemente de que haya menos instrumentos de rock, en comparación con cualquier otro disco mío, que la batería no tenga tanta importancia o que haya muy poca guitarra eléctrica, no quita que la actitud con la que enfrento el disco y las canciones sean las propias de un músico de rock. O de una actitud rock.
-En la Argentina el rock suele ser prejuicioso frente a fusiones como ésta. Sin embargo está entre lo más rockero que hiciste.
-Yo entiendo que dentro del ámbito del rock hay mucho fundamentalismo, como lo hay en el jazz, la bossa nova o en muchos otros géneros. Pero, en general, los músicos y los apasionados por la música lo que buscamos es conectar con nuestros sentimientos. Me parece que esa conexión sólo existe si estás con los oídos abiertos hacia otros géneros. Tengo un público que se ha acostumbrado a saber que evoluciono e investigo y me acerco a géneros que no son del rock. He tenido discos con acercamiento a la música electrónica, a la música latina, y por supuesto que una parte de mi público se enfada. Pero hay quienes también agradecen esa investigación. Dicho todo esto, a mí me encanta Abraxas, de Santana, me parece un gran disco. Nunca tendría ningún problema con la percusión en el rock. Además de hacer música muy buena, hizo mucho por la música latina.
-Salvo por lo que pasó con el flirteo de la electrónica con el folklore y la cumbia, existe la sensación de que es imposible modernizar o reinventar a la música popular. Apelaste por la sencillez de estos géneros para apropiártelos. ¿Cómo vertiste en este disco todo lo que aprendiste en estos años sobre Latinoamérica?
-La música no es de nadie, la música es ritmo, la música es melodía, la música es intercomunicación. La música pura no existe, la música siempre se ha contaminado. Nueva Orleans es hija de Francia, del jazz y de la música cubana. Todo mezclado. La música latinoamericana es una música creada por los viajes de ida y vuelta, por los españoles, el aporte alemán con el acordeón, la música africana. El acercamiento a estas músicas, al menos para mí, siempre tiene que ser desde el respeto y la admiración. Intentando aportar tu punto de vista, y tu personalidad.
“Quizá identifiqué juventud con desesperación”, versa “Para llegar hasta aquí”, la primera de las 10 canciones del nuevo álbum. Abrir un repertorio con semejante intensidad es algo que sólo se atreve a hacer el otrora Héroes del Silencio. “Esta canción es una reflexión de los lugares por los que has tenido que pasar para llegar hasta donde estás”, devela el español. “Yo siento cierto agradecimiento por mis procesos, me congratulo de mis propios errores porque son momentos de enorme aprendizaje. Posiblemente, los agradezco más que los triunfos y los momentos fantásticos. Quizá esa canción mira hacia atrás con un poco de condescendencia, con un poco de ‘Ay, pobre diablo’. ¿Cómo llegaste hasta ahí? Es lo que te tocó de alguna manera”.
-¿Cómo generaste el hilo conductor del relato?
-Así como Greta Garbo tenía un hilo conductor que tenía que ver con un momento de desconexión o que iba a haber una desconexión con mi público por esta bajada de los escenarios que pensé que iba a ser forzosa y definitiva, en este caso no lo hay. Si existe un hilo conductor, ése es la música. Las canciones tienen distintas narrativas, los personajes son distintos, y las canciones no son necesariamente autobiográficas. Aunque hablando de otras personas es indudable que se meten formas de pensar tuyas en cuanto a haces una revisión sobre alguien en concreto.
El Huracán Ambulante volvió a unir fuerzas con Bunbury 20 años después de la disolución. La noticia enloqueció a los fans del icono español, quienes la consideran su mejor banda, por encima del grupo que lo sucedió, Los Santos Inocentes (fueron sus cómplices en su último paso por Argentina). Pero el orgullo radica principalmente en que el grueso de sus integrantes son de la provincia de Aragón, de donde también es oriundo el cantante y compositor. El único componente que se mantuvo en ambas alineaciones fue el baterista Ramón Gacías. Se trató del respaldo que necesitaba el artista cuando se dudaba de su capacidad como solista para dejar atrás el éxito que tuvo con Héroes del Silencio, al punto de que con ellos alcanzó la consagración.
Al momento de hacer el anuncio de este reencuentro, “Quique”, tal como lo apodaron sus seguidores en Argentina (el único lugar donde lo llaman de esa forma), se refirió a esta decisión describiendo a estos músicos como “compañeros de fatigas” de los primeros años de su carrera solista. “Entre 1997 y hasta el verano de 2005 grabamos cuatro discos de estudio y tres en directo, que ayudaron a afianzar mi propuesta como artista en solitario, realizando infinidad de conciertos por Europa, América Latina, Estados Unidos y Japón”, expresó poco antes de que se diera a conocer que hasta el momento compartirán 14 fechas. Que los haya convocado de vuelta en esta etapa no fue fortuito porque esta sociedad logró hacerse de estilo como el vodevil, el tex mex, el rock, el tango y la cumbia.
“Como somos una pequeña orquesta, creo que esto va a ayudar mucho a llevar estas nuevas canciones a los escenarios. A la formación clásica de rock, se suman violín, trompeta, trombón y percusión”, ilustra quien actuó con El Huracán Ambulante Tour en plazas como el Madison Square Garden de Nueva York y el Forum de Los Angeles. “Estoy extremadamente emocionado de tocar en Buenos Aires en un estadio (al saber que actuaría en Ferro se puso al día con los hitos musicales que por ahí pasaron: desde los shows de Charly García hasta The Cure) porque además será el cierre de la gira. Y te digo que, aparte de los nervios que voy a pasar, mi única preocupación ahora mismo es que no haga frío”.
-Este año, un diputado argentino se refirió al charango como “un instrumento del norte”, estableciendo las diferencias raciales entre Buenos Aires y las provincias nacionales que limitan con Bolivia. ¿Qué opinión te merece esa contradicción de lo blanco como un imaginario de derecha y de la izquierda apropiándose de lo popular?
-Como amante y conocedor de Latinoamérica, tanto profesionalmente como en el plano personal, lo que he visto y vivido son pueblos orgullosos de su cultura y de sus raíces. Sinceramente, cuando nuestras preocupaciones las sitúas en un discurso político, todos podemos encontrar lugares de enfrentamiento. Pero no es en lo que consiste el juego, que además es totalmente lícito. Pero es el juego de los partidos políticos. Pensar que en la política hay solución a nuestras circunstancias y a nuestros problemas es como mínimo un poco naíf. Tengo una tendencia natural a pensar en lo pequeño en lugar de lo grande, porque el mundo, más allá de las polarizaciones y las guerras, es un lugar muy grande. Y yo no lo puedo abarcar. Me gusta más escuchar a la gente que vive en las aldeas y que de forma comunitaria soluciona sus cosas. Ellos no cuentan con nadie, sino con la fuerza del colectivo. Tienen bien claro que entre las personas se pueden entender. Yo te hablo de todo esto, pero la realidad es que la música es lo mío.
La aventura literaria
Tras publicar los libros de poesía Exilio Topanga (2021) y Microdosis (2023), Bunbury lanzó el año pasado La carta (inspirada en el nombre de una de las canciones de Héroes del Silencio). Es el resultado de la curaduría meticulosa de una colección de cartas, fruto de un intercambio epistolar profundamente personal y emotivo con sus seguidores, extendido a lo largo de nueve meses. A comienzos de 2023, el cantante decidió responder a las preguntas de sus seguidores, a través de mails, y luego publicarlas en formato de libro «Los seguidores de mi trabajo que tengan interés y quieran hacerme preguntas sobre cualquier tema que consideren que no suelen cubrirse ni preguntarse habitualmente en las entrevistas promocionales”, invitó el músico, que tuvo como respuesta 2500 mails, lo que catalogó como “abrumador”.
“Sólo les pido que se realicen las preguntas con educación y respeto”, concluyó sobre la interesante propuesta (similar a la de Nick Cave con sus Red Hand Files), lo que terminó por convertir a esta obra en un viaje íntimo a través de las palabras, reflexiones y pensamientos acerca de su trabajo, el mundo, el pasado, el presente y el futuro. Revelando una conexión única entre el artista y su comunidad de seguidores.
Música en la familia
Erin Memento se llama la sobrina música del zaragozano, y él mismo se encargó de apadrinarla (ella es en realidad la sobrina de Josegirl, la madre de Asia Ortiz, la hija de Bunbury). Incluso, la trata como su gran apuesta. Al igual que él, nació en la capital de Aragón, aunque en 1977, pero no arrancó su carrera en España, sino en los Estados Unidos, donde estudió ingeniería de sonido. Sin embargo, tras volver a su ciudad, decidió instalarse en Los Angeles para llevar adelante su trayectoria, que vio la luz, entre idas y vueltas, en 2016.
La mayoría la conoció tras hacer los coros de “Expectativas”, tema que da título al noveno álbum de su tío (más tarde se prestó para el álbum Curso de levitación y llegó a ser parte de Los Santos Inocentes). Al mismo tiempo que lleva adelante en el rol de cantante y guitarrista su grupo de rock The Ivories, que tiene en Daytona (2024), su más reciente álbum, desarrolla una carrera en solitario. En noviembre pasado, puso a circular en las plataformas digitales de música su cuarto EP, Carretera fantasma, donde destaca su descaro, ambición, fluidez, talento y fuerza.