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«Sapos de otro pozo», un libro para mantener vivas otras memorias

El trabajo reúne más de cien relatos, testimonios, cartas, fotos y producciones artísticas de personas que atravesaron el exilio durante sus infancias en los años ’70 y ’80 a causa del terrorismo de Estado.

Hijas e Hijos del Exilio, agrupación conformada en 2006, acaba de publicar un material potente, urgente y necesario: un libro que reúne más de 100 relatos, testimonios, cartas, fotos y producciones artísticas de personas de distintos países del mundo que atravesaron el exilio durante sus infancias en los años ’70 y ’80 a causa del terrorismo de Estado. Sapos de otro pozo. Cartografía colectiva de las infancias en el exilio fue recientemente presentado en la Biblioteca Nacional y cuenta con prólogos de Luis Pescetti y Natalia Montealegre Alegría, antropóloga especialista en estudios sobre memoria y violencia estatal durante la dictadura en Uruguay.

El título, se lee en la introducción, remite a una condición a la vez «anfibia» e «incómoda». «Somos parte de una generación que al retorno de la democracia no fue considerada en los relatos de la época«, definen los autores. «Uno de los grandes objetivos del libro es hacer más visible esta voz. En el proceso de construcción de memoria, que es muy complejo y se mantiene, la voz de los exiliados y de los chicos de los exilios no estuvo muy presente porque hubo diferentes urgencias», amplía, en diálogo con Página/12, Diego Torres, integrante de Hijas e Hijos y uno de los compiladores del libro publicado por la editorial platense FiloSurfer.

    «Esta es una más de las voces que tienen que ver con lo que significó la dictadura. Proponemos sumarla a la construcción de la memoria desterrando una serie de mitos, como la cuestión del exilio dorado, según la cual la familia ‘se iba de joda’ a otro país. Fueron familias expulsadas; el exilio fue parte de esa maquinaria tremendamente horrible de la dictadura», explica Torres. «Otro mito es que a las infancias no les pasó nada dentro de eso. Y sí, pasó un montón de cosas: una crianza en un contexto cargado de dificultades, de angustias y diferentes formas de transmitirlas. Una construcción del otro país del que no se habla mucho. Regresos en los que ‘es mejor no hablar de eso’. La sociedad que nos recibió tampoco estaba muy ducha; fue un tema tabú durante mucho tiempo», completa. «Sapos de otro pozo es el espejo donde nos reflejamos. Entre nosotros no nos tenemos que explicar por qué no conocimos a Carlitos Balá o por qué un DNI es 92 millones. Otros nos preguntan ‘¿y por qué?’ ‘¿dónde estuviste?’ ‘¿qué hicieron tus padres?'», agrega Violeta Burkart Noe, también de la agrupación y otra de las compiladoras.

    Hijo de militantes políticos que debieron exiliarse, Diego nació en Italia en enero de 1980 y regresó a la Argentina en octubre de 1984. Se incorporó recién en 2019 a la agrupación. Una colega de la Universidad de La Plata se sorprendió al ver el número de su DNI y le contó de la existencia de Hijas e Hijos del Exilio. Le costó sumarse, animarse a «tematizar», confiesa, pero una vez que lo hizo halló algo de alivio. Porque si bien marchaba todos los 24 de marzo, no encontraba un grupo en el cual referenciarse, que lo representara plenamente. «Es muy difícil de transferir la experiencia a una persona que no ha vivido el exilio; menos a alguien que no la ha vivido en la infancia», asegura.

    La agrupación está conformada por personas que viven en diversas regiones del país y en otros países. Sobre la antesala de su surgimiento, cuenta Burkart Noe: «Hubo una reunión de expresos y exiliados políticos en el Hotel Bauen, de ‘los grandes’, que eran algunos de nuestros padres, y nos dijeron, como muchas veces se dice, ‘hagan la mesa de los jóvenes aparte’. Ahí nos reconocimos». Ella venía de hacer el documental ARGENMEX, exiliados hijos, como tesis de grado de la carrera de Comunicación Social, que ponía la lupa en los jóvenes criados entre dos países, la Argentina y México, como ella. Con el tiempo se dio cuenta de que las historias de quienes vivieron el exilio en su infancia por el terrorismo de Estado «eran todas iguales»; de que «el corte no era geográfico sino generacional».

    «Fue en 2006 que surgió la agrupación porque estábamos todos cerca de los 30 años, la edad de nuestros padres al momento en que se fueron. Era el aniversario número 30 del golpe y había otro clima de época: se habían quitado las leyes de impunidad, volvían los juicios, se volvía a hablar de los militantes de los ’70… todo eso hizo que quisiéramos salir a la luz», relata Violeta. En 2007, en efecto, hicieron su propia bandera para las marchas. 

    «Aprendimos, colectivamente, a afrontar la necesidad de reflexionar y nombrar lo que antes sentíamos en soledad. Al encontrarnos y compartir nuestras historias, nos reconocimos en otros y otras. Durante años nos habíamos sentido sapos de otro pozo. Hoy somos una unidad, un grupo, un camino compartido», dice el comunicado que presenta el primer libro que publicaron. Vienen denunciando al exilio como una violación a los derechos humanos mediante acciones artísticas, participaciones académicas, redes sociales, programas de radio, encuentros nacionales e internacionales y, por supuesto, en cada movilización del 24 de marzo.

    En 2018, 2019 -«no recordamos bien», dice la introducción de Sapos…-, en una asamblea del grupo, apareció la idea de recopilar relatos que combinaran los temas de la infancia y del exilio. El objetivo era plasmarlos en un PDF casero, pero todo llegó más lejos. En la pandemia se lanzó una convocatoria abierta y llegaron montones de colaboraciones para sumarse a retratar el exilio, el regreso, las angustias, las familias, las nostalgias, los cruces de idiomas. El espectro se amplió a dictaduras del Cono Sur, por eso es que se sumaron historias de Chile, Brasil y Uruguay. El libro es, después de cinco años de intenso trabajo grupal, una cartografía coral hecha de testimonios, poemas, cuentos, obras teatrales, fotos y videos que abarca 27 países. Una edición de 300 páginas que invita a explorar los materiales audiovisuales a través de un código QR. 

    «Puede haber desde una foto de un abuelo, un dibujo infantil, una despedida en el aeropuerto… todas las materialidades tanto de soportes como de géneros fueron necesarias», dice Burkart Noe. Probaron «mil cosas» para darle forma a la complejidad, hasta que definieron una estructura en dos partes –«Exilios» y «Desexilios»-, a su vez subdivididas en tópicos. «También proponemos una lectura medio desordenada, como rayuela, como cada uno quiera», invita. Se hicieron donaciones del libro a bibliotecas y espacios de memoria y sus hacedores esperan presentarlo en distintas provincias. Se puede obtener en librerías de La Plata y CABA en la web hijasehijosdelexilio.com.ar. Este sábado estará disponible en «Feria y Memoria» en la exEsma.

    «Más allá de que las historias son todas sobre infancia y exilio, algunas hablan de las despedidas, otras de ciertos miedos. Otras tienen que ver con cuestiones un poco más simpáticas, con los momentos en que hay que dignarse a ser felices, aprovechar, a pesar de que el contexto sea muy oscuro», describe Diego. «Están, también, las cuestiones familiares, un montón de situaciones diferentes: familias que se han fragmentado, otras que han continuado, otras extendidas», precisa. 

    Concluye, mencionando el genocidio en Gaza: «El libro pone de relieve lo que hacemos los adultos con las infancias. Es una forma de pensar sobre qué significa la construcción del mundo adulto en el mundo de la infancia». En el contexto de un gobierno negacionista, Burkart Noe expresa: «Esto es parte de la historia argentina; piezas de un rompecabezas que se sigue armando. Entendemos el valor y la importancia política de que hoy esté en la calle y de haber hecho algo colectivo».

    Fuente: Pagina12

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