Horacio Nin Uria escribió y dirige «Luciérnagas (sueño bastardo)»

La obra es un atractivo fresco del mundo virreinal que habilita un rebote asociativo con el presente: muestra cómo un administrador desvía los fondos públicos que deberían ir a los Niños Expósitos.
En Luciérnagas (sueño bastardo) el dramaturgo y director Horacio Nin Uría crea un atractivo fresco del mundo virreinal que habilita un rebote asociativo con el presente. La obra, que se está presentando en el Teatro Nacional Cervantes bajo la misma dirección del autor, transcurre entre los muros de la Casa de Niños Expósitos, institución que el virrey Juan José Vértiz creó en 1779. En su interior, dos niños dan testimonio de las estrategias que la población infantil despliega para sobrevivir. El mismísimo virrey visita las precarias instalaciones junto al administrador del establecimiento, maestro en la tarea de desviar fondos públicos hacia su bolsillo sin detenerse a reparar en las necesidades de los internos. La ocasión amerita el encuentro: acaba de llegar de Córdoba la imprenta que los huérfanos aprenderán a manejar bajo las directivas de quienes ansían perpetuar el poder colonial.
Luciérnagas… obtuvo una mención en el 24º Concurso Nacional de Obras de Teatro “Acontecimientos y personajes de la historia democrática argentina”, organizado por el Instituto Nacional del Teatro. “No pensé en escribir una obra histórica sino una ficción basándome en datos reales, una historia urbana, propia de la pequeña aldea”, cuenta el autor en conversación con este diario. Se trata de un relato que, si bien no contempla el desierto, como él mismo destaca, sí tiene en cuenta a la población originaria. A través de la puesta en escena se acrecienta el humor que despliega esta obra, mérito de las potentes actuaciones de Mariano Agustín Botindari, Andrés Ciavaglia, Lautaro Delgado Tymruk, Paula Ransenberg, Alejandro Segovia y Paula Staffolani. El diseño del vestuario es de Magda Banach, la escenografía, de Marcelo Valiente y la iluminación, de Claudio del Biano. La música original y las letras de las canciones son de Julián Rodríguez Ronaque.
“Lo visual es lo que me llevó al teatro”, señala el autor y director, sobrino del vestuarista y escenógrafo José “Pepe” Uría. A sus 9 años, Nun Uría recuerda haber visto su primera obra de adultos en la sala Orestes Caviglia, la misma donde hoy se presenta su pieza. “Era El corsario y la abadesa, dirigida por Francisco Javier”, precisa al tiempo que recuerda su fascinación infantil frente al ritual de los actores antes de comenzar la función, sus risas y la preocupación de todos por disimular cualquier percance en escena. Luego de haberse formado como actor y de intervenir en diversos espectáculos, después de la pandemia Nin Uría pensó en relegar la actuación para privilegiar la escritura teatral y la conducción de actores. Formado con Alejandro Tantanian y Mauricio Kartun, tiene ya otras tres obras estrenadas aparte de muchas escritas en el formato de microteatro que ya participaron de diversos ciclos.
En cuanto a los personajes infantiles que aparecen en la obra, la ternura y la picardía de estos niños expósitos encontró en la puesta el mejor cauce expresivo cuando el director decidió integrar al elenco a Mariano Agustín Botindari y Alejandro Segovia, actores capaces de manipular títeres. “Fue una aventura total buscarle la vuelta a la presencia de niños en la obra”, dice. “El títere potencia la tensión entre lo vivo y lo muerto por eso es muy fuerte a nivel poético y expresivo”, agrega y nombra al polaco Tadeusz Kantor, recordando uno de sus montajes La clase muerta, en el que la infancia se manifestaba a través de muñecos y actores.
Otro dato que aparece en la obra es la existencia en Buenos Aires de La Ranchería, la primera casa de comedias, el sueño de una actriz llegada del Alto Perú, interpretada por Paula Staffolani, “un personaje que no es histórico”, según cuenta el autor, “pero que introduce la relación arquetípica del político con la actriz, algo que nos resulta muy reconocible”, concluye. Acerca de la fundación de lo que fue la Real Imprenta de los Niños Expósitos, la idea de instalar a través de papel impreso una realidad pública afín al poder virreinal es algo que en la obra festejan los embajadores de la corona española. En ese sentido, el dramaturgo y director destaca “la ironía de que les haya salido el tiro por la culata porque la imprenta fue muy importante para conseguir la independencia”.
Nin Uría cuenta haber encontrado en géneros populares su fuente de inspiración al introducir “resabios de la Comedia del Arte y del Siglo de Oro con sus juegos de palabras y sus dúos de personajes”, dice en referencia al virrey (Lautaro Delgado Timruk) y al administrador (Andrés Ciavaglia), quienes componen una vibrante pareja despareja. “Uno es glamoroso, excéntrico, de gusto refinado, un bon vivant que mira a Europa, a pesar de ser un virrey nacido en México. El otro representa la corrupción y el vicio con su doble moral entre la gestión social y el robo de dinero público”, define. En cuanto a Alfonsa (Paula Ransenberg), la abnegada ama de cría, Nin Uría la describe como “el personaje noble, empático, que se da en cuerpo y alma al cuidado de los niños como hoy una médica del Garraham. Ella hace un buen contrapunto con el virrey: él con su grandilocuencia, ella ocupada en labores pequeñas, completamente invisibilizada”.
Luciérnagas (Sueño bastardo), Teatro Cervantes (Libertad 815), de jueves a domingos, a las 21.