Intentamos ver a través de los escombros

Los integrantes del grupo español La Zaranda presentan esta vez una obra interpretada por dos actrices locales: Lucía Aduriz y Nayla Pose. El dramaturgo y el director destacan dos de los rasgos esenciales de su concepción teatral: “una forma alegórica de exponer una realidad y una atmósfera hecha de símbolos, objetos y cuerpos”,
“Hemos venido tantas veces que ya somos irremediablemente porteños”, dicen Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda, dramaturgo y director de la notable compañía nacida en Jerez de la Frontera que desde 1988 muestra aquí sus creaciones prácticamente año tras año. Pero en esta oportunidad no vinieron con los otros integrantes de La Zaranda- teatro inestable de ninguna parte- sino que llegaron a Buenos Aires para ensayar y estrenar Quien sea llega tarde , obra interpretada por dos actrices locales, Lucía Aduriz y Nayla Pose. Así, ambos cuentan que han hecho un paréntesis antes de retomar las funciones de la última producción del grupo (ver recuadro) para realizar en tiempo record el montaje de esta obra escrita por el mismo Calonge que se estrena este domingo en el Teatro Picadero (E. Santos Discépolo 1857).
Dramaturgo y director aseguran en conversación con Página/12 haberse nutrido del teatro de esta ciudad y conocido “maestros que han hecho que La Zaranda sea como es”. Y aunque algunos de ellos ya no están, el director sostiene que “la gente de teatro no se muere porque ha quedado en quienes les ha transmitido el amor y la necesidad de hacer en el teatro un encuentro con el otro y con uno mismo”.
Calonge y de la Zaranda aceptaron el reto de “gestar una obra aquí, en solamente 30 ensayos, lo cual es una locura a nivel actoral”, según dicen, tentados por el productor y gestor cultural Sebastián Blutrach. Consideran además que “será un riesgo muy atractivo, un lanzarse al abismo, porque tendrá la espontaneidad que no tienen las producciones que se ensayan largo tiempo”. Destacan, asimismo, que deseaban que la obra tuviera dos protagonistas femeninas: “las actrices son más intuitivas, más perceptivas y rápidas que los actores”, sostienen. Que ambas conocieran el lenguaje escénico de La Zaranda para ellos fue fundamental: “nos importaba que entendieran nuestra manera particular de hacer teatro”, dicen y enumeran dos de los rasgos esenciales de su concepción teatral: “una forma alegórica de exponer una realidad y una atmósfera hecha de símbolos, objetos y cuerpos”, según definen.
La obra de Calonge presenta unos personajes encerrados en un espacio que remite a una oficina devastada en la que hay dos mujeres que tipean inútiles listados de nombres desde que tienen memoria: “Todo se reduce al trabajo, al ser humano en un estado burocrático”, explican. A merced de un mandato que les impone un simulacro de vida, ambas oficinistas no reciben salario y cuentan con precarias herramientas para hacer su tarea, algo que da cuenta de “la inoperancia apocalíptica de un mundo que se desploma como una torre de Babel”. Calonge completa: “Todos llevamos dentro una oficina como esa, porque es un espacio metafísico que representa la inoperancia de un mundo que se acaba, que se desploma y está ardiendo por todos lados. Y aunque hablemos el mismo idioma no nos entendemos mientras intentamos ver a través de los escombros y la polvareda”.
Entre ambos personajes “se da una lucha entre quien mantiene la esperanza y quien se resigna”, adelanta el dramaturgo en tanto que el director distingue: “cada una es luz y es oscuridad y no puede existir una sin la otra. Y así juegan a ver cómo pueden participar del milagro de la vida”. Calonge afirma que la obra puede verse como “la metáfora de la humanidad que no se resigna a los destinos más oscuros”. Así, ambos personajes eligen continuar “soñando que desaparecen las sombras, que todo lo inunda la luz, que todo puede ser mejor”.
Tal como sucede en otros montajes de La Zaranda, es a través de los procedimientos teatrales que los personajes logran redimirse. Es por eso que autor y director consideran que aunque el título puede parecer escéptico, hay en el espectáculo una nota final de optimismo gracias al arte y la imaginación. “Lejos, entonces, de entonar aquí un réquiem”, escribió Calonge en el material de prensa, “pretendemos crear en la oscuridad que cruzamos al menos destellos de belleza, de humor, quizás de esperanza, que nos permitan continuar así sea a tientas”.
Ambos integrantes de La Zaranda, -no podía ser de otro modo-, han sido fieles a su estética escénica. Un antiguo fichero es el único elemento escenográfico: “todo sale de allí porque es donde están las fichas clínicas, los nacimientos, las defunciones, los datos biográficos de todos, resumidos en términos burocráticos”, describen. El espacio que alberga a ambos personajes, además, condensa lo que los artistas sintetizan como “lo que pasa en el mundo que estamos viviendo, un universo oscuro que las dos actrices han captado y vuelto porteño”.
Una despedida que se alarga
“Como los toreros, siempre estamos despidiéndonos”, dicen entre risas Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda. Es porque la última obra presentada el año pasado en el teatro Regio, Manual para armar un sueño, parecía anticipar la despedida de los escenarios del grupo. El caso es que en marzo pasado, en Toledo, dieron a conocer su último espectáculo, Todos los ángeles alzaron el vuelo, también sobre texto de Calonge, en el que tienen cabida “los marginados, la gente que no pertenece al estado de bienestar, la gente que siempre está a punto de desaparecer, que vive en un polígono o en un descampado, en el borde de un portal, en definitiva, la gente sin sitio”, una producción que prometen traer a Buenos Aires en 2026.
*Quien sea llega tarde, Teatro Picadero (E. Santos Discépolo 1857), domingos a las 18 hs.