Espectáculos

Mendoza en el ciclo federal del Cervantes

Escrita por Pablo Longo y dirigida por Ariel Blasco, la pieza teatral fue montada en el departamento de Guaymallén en el marco del programa TNC Produce en el País. «Mendoza es una ciudad muy vinculada a esta obra porque es una sociedad que te demuestra que está todo bien, pero por debajo no es así», señala el autor, mientras que el director, consultado por la coyuntura actual, destacó: «hay una necesidad de federalizar la cultura aún más porque las posibilidades que tenemos son mínimas».

Desde Guaymallén, Mendoza

Adentro está lloviendo y seguirá toda la noche es una obra que transcurre durante una visita nocturna, involucra a tres personajes y se desarrolla en una cocina. Rebe (Tania Casciani) llega en medio de una tormenta –también podría pensarse que ella es la tormenta– y la recibe Mariela (Valeria Rivas), pareja de su padre. Jorge (Jorge Fornés) está perdido en tiempo y espacio: olvida las cosas, balbucea y arrastra sus pantuflas por toda la casa. Rebe quiere hablar con él, llega desorbitada y es evidente que necesita decirle algo importante pero todo el tiempo aparece el rodeo, la evasión.

Este es el espíritu de la obra escrita por Pablo Longo y dirigida por Ariel Blasco que estrenó este viernes en la sala Tito Francia del Espacio Julio Le Parc (Mitre y Godoy Cruz), ubicado en la ciudad de Mendoza. Se trata de una coproducción entre el Teatro Nacional Cervantes y la Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura, Infancias y la DGE de la provincia de Mendoza, en el marco del programa TNC Produce en el País. Por eso en la función estuvieron presentes el subdirector del TNC, Cristian Scotton, y el subsecretario de Cultura mendocino, Diego Gareca. El equipo optó por la sala más pequeña del inmenso Le Parc (con una superficie de 8.777 m2 desarrollada en cuatro niveles) porque aporta la intimidad que la obra demanda. Blasco dice que la idea era trabajar «lo íntimo, lo cercano».

Rebe llega empapada, con un piloto rojo y las botas embarradas. Mariela la recibe con afecto y le pregunta si quiere ropa seca, si toma té o café, si desea comer torta o canelones. La conversación discurre por lugares más bien banales, pero en el fondo late algo más. Hay un elefante en la habitación. Eso que subyace y no está dicho es lo que genera una atmósfera por momentos asfixiante que lleva al público a un estado de tensión. «Es un texto muy poderoso e incómodo de leer por la complejidad de los vínculos y por la tridimensionalidad de los personajes. Lo más interesante es que plantea una situación compleja pero no da respuestas ni soluciones. Vivimos una época en la que queremos respuestas simples para cosas que no lo son», explica Blasco.

Sobre los orígenes de la escritura, Longo recuerda: «Me encerré a trabajar durante dos semanas intensas, fue muy
fuerte desde el punto de vista personal y generé un vínculo
muy directo con el texto. Estaba en un momento bastante traumático de mi vida y sentía que no podía
expresarme, pero en la escritura encontré una posibilidad de liberar a través de los personajes eso que sentía en relación a ciertos hechos dolorosos». El director recuerda que la primera lectura le produjo un gran impacto y define la obra como «un piñazo» porque «en 45 minutos va al hueso, te pone en un lugar extraño y eso siempre es interesante para trabajar: los matices, las emociones, la incomodidad». El dramaturgo alude al rodeo permanente en la obra y dice que «en las familias siempre existen esos temas de los que no se hablará nunca: una cuestión de salud, un trauma, un asunto económico».

Pablo y Ariel ya habían trabajado juntos en la puesta de 120 kilos de jazz, de César Brie, con la Comedia Municipal de Mendoza en 2017 (esa vez los roles estaban invertidos: Pablo era director y Ariel asistente). En 2022 Longo había presentado este mismo texto en la convocatoria del TNC pero con otra idea de puesta que, entre otras cosas, incluía lluvia en escena. Cuando se le consulta cómo fue el proceso de entregar la obra a otras decisiones de dirección, dice: «Creo que tenía que soltar para que
la obra sucediera. A veces nos adueñamos de ciertas ideas, pero quizás no podemos hacer todo. Es paradójico pero, cuando soltamos, agarramos; acá solté y
funcionó. Desde la asistencia trabajé cuestiones asociadas al mundo de los personajes, pero Ariel es quien decide cómo llevar eso al escenario».

En esta obra no hay héroes ideales ni villanos obvios; el texto trabaja sobre los grises y esa es una de sus mayores virtudes. Blasco dice que «en tiempos de tanta polarización, está bueno habitar las contradicciones y la complejidad potencia el drama», una forma expresiva que le interesa particularmente. Para el realizador era importante capturar el clima de una visita fugaz en la que se desata la tormenta al modo de las hangout movies que proponen pasar tiempo con un personaje. La referencia no es caprichosa. Blasco proviene de las artes visuales –estudió en la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video– y por eso hay cruces interdisciplinarios. «Filmar siempre es complejo pero muchísimo más en las provincias. En algún momento sentí que hacer teatro era una opción más barata para hacer una película, había cosas que quería probar en cine y sentí que podía hacerlas en teatro», comenta, y sostiene que uno de sus principales objetivos es «potenciar lo íntimo y lo dramático», crear «un primer plano» para «estar cerca de los personajes» y «redirigir la atención del espectador como si fuese un montaje».

La familia es, de algún modo, el corazón de la trama. Blasco piensa la sangre como un elemento clave y dice que desde la dirección contempló una segunda lectura un poco más extrañada ligada al terror: la maldición que recae sobre un linaje, la condena de un ADN. «Eso no está en primer plano, pero si hay un espectador con ganas de rascar un poquito puede encontrar algo. Y no hay nada más reconocible que los secretos familiares«, asegura. El dramaturgo reflexiona sobre lo territorial y dice que siempre hay un lazo entre las piezas y los contextos en los que fueron gestadas: «Yo creo que Mendoza es una ciudad muy vinculada a esta obra porque es una sociedad que te demuestra que está todo
bien, pero por debajo no es así.
Acá la gente no dice las cosas de frente, siempre quiere quedar bien, esconde cosas debajo de la alfombra y no
enfrenta los problemas. Todo es una fachada. Creo que es una sociedad súper careta, conservadora y tradicionalista que pretende ser mucho más de lo que es».

El cine y el teatro son actividades colectivas. Adentro… es un ejemplo de esa articulación, que incluye al equipo del TNC (la coordinadora del programa, Dora Milea, los productores Alejandro Bontas y Fernanda Sampedro, la fotógrafa Ailen Garelli y Magalí Meliá, del área de prensa) y a los artistas mendocinos: el diseño sonoro de Fernando César Veloso instala al espectador en ese clima tenso y recrea una tormenta que no cesa nunca; el diseño de iluminación de Majo Delgado construye ese montaje que permite dirigir la atención del público hacia los lugares indicados; la escenografía de Andrés Guerci –una cocina que podría ser el set de una sitcom oscurísima– está elaborada con detalles minuciosos (como una torta de utilería que desde la platea parece muy real y da hambre); y el vestuario de Lis Cárdenas junto al maquillaje de Ana Martínez contribuyen a crear el mundo de cada personaje (la ropa mojada o de entrecasa revelan la situación en la que cada uno se encuentra).

Blasco y Longo celebran el privilegio de participar del programa, pero coinciden en que la federalización no es suficiente. «En momentos tan difíciles, de tanto ataque a la cultura y a otros sectores, es de valorar que un proyecto como este continúe. Lamentablemente no es la regla sino la excepción», subraya Blasco, y Longo agrega: «Hay una necesidad de federalizar la cultura aún más porque las posibilidades que tenemos son mínimas. Hoy nos toca estar acá, hace un par de años hubo otro equipo de Mendoza (Los establos de su majestad) pero no sabemos cómo será en el futuro. Muchas veces las políticas y las gestiones no permiten que esto crezca. Salvo estos programas, casi todas las políticas suelen ser muy centralistas. Las dinámicas de las provincias son complejas y se necesita mayor presencia del Estado a nivel cultural».

El Instituto Nacional del Teatro es un organismo clave en este aspecto, pero la gestión actual lo ha puesto en riesgo: «Quizás no se entiende su funcionalidad si no se comprende la dinámica de las provincias. El INT posibilita el crecimiento de la producción de obras, festivales, salas y espacios de formación. Si toda la política se gestiona desde Capital Federal, suele ser endogámica. Se necesita una política federal porque tenemos un país enorme y, si uno lo recorre, se da cuenta de que hay muchas maneras de producir teatro, muchas comunidades y cada vez más profesionalización. Es importante que las provincias tengan su propia voz en escena», concluye Longo.

*Funciones: sábados y domingos a las 21 en la sala Tito Francia del Espacio Julio Le Parc (Mitre y Godoy Cruz). El miércoles 10 de septiembre a las 19 habrá un taller de formación destinado a docentes y referentes de grupos que será dictado por la Dra. Eva Rodríguez Agüero (FCPyS-UNCuyo). Está abierta la convocatoria para instituciones educativas (nivel secundario, terciario y universitario) y comunidades que deseen asistir a funciones seleccionadas. Consultas: [email protected].

Fuente: Pagina12

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