Cien días de Merz en Alemania: una popularidad a la baja y promesas incumplidas

A los cien días de asumir el gobierno alemán, el canciller Friedrich Merz enfrenta una fuerte impopularidad, con solo un 29 por ciento de los alemanes satisfechos con su gestión. Según una encuesta de la señal pública ARD, publicada el jueves, un 59 por ciento desaprueba su gestión: el peor resultado desde que llegó al cargo.
Estos números, inferiores a los de su predecesor Olaf Scholz quien dimitió por falta de apoyo, reflejan un malestar generalizado. En cuanto a la coalición entre conservadores y socialdemócratas CDU-SPD, también se observa un declive en el apoyo popular. De acuerdo con la misma encuesta, sólo un 26 por ciento considera que Merz está haciendo un mejor trabajo que Scholz, un 41 por ciento no ve diferencias significativas, y un 27 por ciento lo considera peor.
«Alemania está de vuelta«, había dicho Merz al comienzo de un mandato que trajo fuertes reformas en materia migratoria, un intento de revivir una economía estancada y la vuelta de Berlín a un rol protagónico en materia internacional. Estas decisiones buscan, según el mandatario, «recuperar la confianza» de los votantes que se inclinaron hacia la ultraderecha. Sin embargo, tras sus primeros 100 días, la coalición de gobierno muestra fisuras internas.
Compromisos
En lo doméstico, Merz centró sus esfuerzos en una dura política migratoria, un giro significativo respecto a la postura centrista heredada de la ex canciller, Ángela Merkel. Alega que esta es una respuesta a la creciente preocupación de los votantes por la inmigración, y una forma de frenar el ascenso del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que alcanzó una cifra récord en las elecciones de febrero.
Tras dos años de recesión, atribuibles principalmente a la invasión rusa de Ucrania y el aumento de los costos energéticos, la primera economía de Europa esperaba una recuperación en 2025. Antes de su mandato, Merz consiguió un fondo de 500.000 millones de euros para modernizar infraestructuras durante doce años, y la flexibilización de las reglas de deuda para financiar los esfuerzos de defensa.
Sin embargo, la economía alemana no ha repuntado como se esperaba. En el segundo trimestre de 2025, el Producto Interno Bruto (PIB) de Alemania cayó un 0,1 por ciento, tras un tímido aumento del 0,3% en el primer trimestre. El Fondo Monetario Internacional prevé un casi estancamiento para el total anual. Además, los aranceles del 15% impuestos por Estados Unidos a los productos europeos podrían causar “daños importantes” a la economía alemana, altamente dependiente de las exportaciones, según el propio Merz.
Uno de los compromisos más destacados de Merz es la creación de “el ejército convencional más grande de Europa”, en respuesta a la amenaza de Rusia, y un continuo apoyo a Ucrania, alineándose con Francia y el Reino Unido. Su promesa de incrementar el gasto en la OTAN le valió la simpatía de Donald Trump, quien lo recibió en la Casa Blanca, pero le costó la confianza de sus aliados del SPD.
Una coalición frágil
A pesar de su perfil internacional y sus políticas económicas y de seguridad, el gobierno de Merz enfrenta importantes tensiones internas. La coalición conservadora-socialdemócrata ha vivido varios roces en estos primeros meses. Con solo doce escaños de mayoría en el Bundestag, la coalición tiene un margen limitado de maniobra.
El más grave ocurrió el mes pasado, cuando la nominación de tres nuevos jueces para la Corte Constitucional provocó una crisis en el gabinete. Los medios de comunicación de derecha atacaron a una de las candidatas propuestas por el SPD, Frauke Brosius-Gersdorf, acusándola de ser una activista de izquierda, lo que llevó a los conservadores a retirar su apoyo y posponer la votación. Finalmente, Brosius-Gersdorf retiró su candidatura.
Además, en otro episodio, el partido bávaro de la CDU exigió recortes en los beneficios sociales para los refugiados ucranianos, lo que generó la oposición inmediata del SPD. El vicecanciller, Lars Klingbeil, advirtió que la coalición no puede permitirse más provocaciones, dado que ya existen demasiados desacuerdos internos.