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Loreley El Jaber y una investigación para escuchar «la voz de los que no tenían voz»

La ensayista, poeta, doctora en letras, docente e investigadora del CONICET estudió el funcionamiento del derecho en el Consejo de Indias durante el siglo XVI.

Literatos del siglo XIX como Esteban Echeverría, José Mármol y Domingo Faustino Sarmiento, cuyos libros devendrían canónicos tras la Batalla de Caseros, solían englobar la “barbarie” en tres dimensiones: lo indígena, lo gaucho o mestizo, y lo español. Eran tres «razas» que había que quebrantar para que la naciente nación Argentina ingresara al mundo “civilizado”. Al mundo de la libertad depredadora, individualista, que impulsaban la blanca Francia y el imperio inglés. Para lograr el fin, no solo era necesario derrotar a los “bárbaros” en el campo de batalla sino también en la cultura, en el imaginario social. Un imaginario entonces difícil de roer, dado que justamente se había constituido en buena parte a partir de esa españolidad mestizada durante más de tres siglos. A veces con violencia, claro, pero también en convivencia y sincretismo, algo inexistente en la conquista inglesa de América del Norte, por caso.

Precisamente, una ensayista, poeta, doctora en letras, docente e investigadora del CONICET llamada Loreley El Jaber, acaba de publicar un revelador libro llamado Motines y traición en el Río de la Plata (Un ensayo sobre la voz de la plebe) que presentará este viernes 4 a las 18 en Casa de la Lectura (Lavalleja 924), y que justamente pone en valor esa españolidad que las atildadas pero abstractas plumas decimonónicas intentaron extirpar de la historia argentina. Lo hace bajo un modo elíptico, porque no va a Bartolomé de las Casas -por citar un ejemplo de la buena españolidad en América- sino a algo mucho menos conocido: el funcionamiento del derecho en el Consejo de Indias durante el siglo XVI.

Ahí se mete El Jaber y descubre que, lejos de lo que intentaron propalar los intelectuales predichos, la ley española habilitaba dar voz a los sin voz. En este caso, escuchando a sujetos perjudicados en conflictos sucedidos en cuatro expediciones al Río de la Plata. Las de Sebastián Caboto, Pedro de Mendoza, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Jaime Rasquin. Voces que alguien tenía que ponerse a escuchar, por cierto, y ella lo hizo. Estuvo diez años estudiando, investigando, leyendo, decidiendo qué juicios trabajar y analizándolos para dar con el fin. “¿Cómo podía ser que nadie se hubiera puesto a ‘escuchar’ esas voces?, me preguntaba, y un colega me dio la respuesta: ‘Es que esta gente no le importaba a nadie’. Esa frase tan simple fue clarificadora, porque a partir de ahí se terminó de armar en mi cabeza la necesidad de escribir un libro sobre la voz de los olvidados… de esos que ‘no le importan a nadie’”, explica El Jaber, también autora de Un país malsano. La conquista del espacio en las crónicas del Río de la Plata. “Una y otra vez me preguntaba qué podía ofrecer yo, que me dedico a las letras, leyendo juicios. La voz, me dije. Ese iba a ser mi núcleo y mi meta. Escuchar esas voces, porque si esas voces no se escuchaban no era porque no existieran o solamente porque eran plebeyas y estaban mediadas, sino porque había que construir un modo de acceder a ellas”.

-“En la ley, la voz subalterna se subjetiviza”, escribís en la introducción del libro. ¿Podrías profundizar?

-Claro, porque en los cuatro juicios que trabajo (todos ellos contra figuras de poder) se le da la palabra al marinero, a la criada, que saben sobre el suceso de traición o amotinamiento, y esos sujetos tienen nombre y voz, testifican, y al hablar, se descorren de esa invisibilización que por estamento social poseen. La subjetividad de cada uno de estos hombres y mujeres se pone en juego en este contexto legal; así es como opinan, sugieren y aconsejan al rey, incluso. Muchas veces son convocados por una parte y sus respuestas no juegan a favor de quien los convoca sino todo lo contrario. Esto también muestra lo que llamo en el libro un “fuera de control” de las voces de la plebe. Y ese “fuera de control” fue para mí una joya a la hora de analizar. Además, las historias eran demasiado atractivas, casi de ciencia ficción.

-En el caso de la de Caboto, hay un abordaje desde la mujer con foco en Catalina, la madre que litiga por su hijo desaparecido en la Isla Santa Catalina, donde fue abandonado por el adelantado. ¿Le cabe a la voz femenina de ese momento, en ese lugar, una importancia que tal vez no se vea en el trazo grueso?

-El descubrimiento y la lectura minuciosa del pleito de Catalina, que duró unos años, fue un parteaguas para mí. No sólo porque me pregunté por esa mujer que se enfrentó al poder por su hijo desaparecido sino porque ello me llevó a abordar otros pleitos de mujeres. Catalina me hizo pensar en una agencia femenina presente en los juicios, ya en estos momentos. Pero no solamente leyendo los pleitos descubrí testimonios de mujeres en los que reparar. En el libro me detengo en una: la criada de Juan Osorio, el acusado de traición por Pedro de Mendoza, muerto en Río de Janeiro, a la vera del río, sin saber por qué. El testimonio de Elvira Pineda -así se llamaba ella- es muy interesante, porque lo que dijo fue que por ser mujer no pudo dar voces a su amo de la traición que se tramaba contra él, porque estaba amenazada; pero también dijo que el rótulo que pendía de su cuello, que decía “por traidor y amotinador” no pudo leerlo porque por ser mujer no sabía hacerlo. Y dijo algo más: que ella, como su criada, sabía todo de su amo, y que si él hubiera urdido alguna traición, ella lo habría sabido de antemano. La voz de la mujer de la plebe, criada e iletrada, halló un lugar clave en este pleito. La criada era la que más sabía.

-Este aspecto de lo femenino refrenda que en tu trabajo hay toda una entrelínea vinculada al funcionamiento del derecho durante la colonia temprana. Se ven normas que funcionaban, se ve un Consejo de Indias que, al menos, daba voz a los sin voz. Voces que aminoraban los “privilegios” de los adelantados, si se quiere. Se ve en el caso Pedro de Mendoza, donde hubo un coro de voces plebeyas que defendió a Osorio, uno de los acusados de traición.

-Tal cual. Esto es algo que me comentaron amigos y colegas mientras leían avances del libro. Era impresionante la confianza en la justicia que había por parte de todos, incluso de plebeyos y plebeyas, más allá de los resultados finales. Impresionante además en ese momento, algo que en el contexto actual sería impensable.

Fuente: Pagina12

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