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¿Qué hacemos compañeras?

¿Qué hacemos compañeras? ¿Qué tramamos compañeros? ¿Qué tierra abonaremos con estas lágrimas que hoy derramamos? ¿En qué fuerza común tejeremos tantos abrazos que en estos días nos damos? ¿Qué hacemos querides? Sabemos, en cada partecita de nuestro cuerpo personal, pero también el colectivo que integramos, que el ataque es formidable. Que se trata del mayor de los agravios: inscribir en la condena a Cristina la ley de los poderes económicos, por medio de una maquinaria judicial mafiosa. ¿Qué hacemos cuando se revela con esa crudeza la decisión del capital concentrado? ¿Y qué tramamos cuando esa revelación no alcanza para conmover a la mayoría de la opinión pública que sigue cautiva de la resonancia de la palabra corrupción, como si fuera un mantra que le permite ir derechito al sacrificio de un orden que solo le exige servidumbre?

¿Qué hacemos compañeras? ¿Qué tramamos compañeros? ¿Qué tierra abonaremos con estas lágrimas que hoy derramamos? ¿En qué fuerza común tejeremos tantos abrazos que en estos días nos damos? ¿Qué hacemos querides? Sabemos, en cada partecita de nuestro cuerpo personal, pero también el colectivo que integramos, que el ataque es formidable. Que se trata del mayor de los agravios: inscribir en la condena a Cristina la ley de los poderes económicos, por medio de una maquinaria judicial mafiosa. ¿Qué hacemos cuando se revela con esa crudeza la decisión del capital concentrado? ¿Y qué tramamos cuando esa revelación no alcanza para conmover a la mayoría de la opinión pública que sigue cautiva de la resonancia de la palabra corrupción, como si fuera un mantra que le permite ir derechito al sacrificio de un orden que solo le exige servidumbre?

¿Qué hacemos? ¿Cómo nos organizamos? ¿Cómo volvemos a decirnos, no sólo entre nosotres, sino en una cadena que sea capaz de convocar a quienes se alejaron, que debemos inventar un modo de resistir? ¿En qué conversaciones podremos decir esa palabra? En cada espacio de trabajo, en cada universidad, en cada escuela, en cada oficina y en cada plaza: hay que volver a hablar. Hablar, hasta el cansancio. Tener un símbolo que nos distinga. Una paciencia de la que debería enorgullecerse un monje zen. Una tenacidad burilada en la convicción.

¿Cómo nos encontraremos compañeras? Seguramente en los viejos cantos comunes, pero también es necesario parir una nueva melodía. Porque los antiguos fueron amasados en la resistencia a la cárcel de un líder, a golpes militares, bombardeos, fusilamientos clandestinos y campos de concentración. Esa genealogía en la que encuentra su lugar cómodo, su nicho preparado, esta acción judicial. Pero el tiempo es otro, dramáticamente otro, con el fascismo belicista, financiero y tecnológico desplegado por el mundo. Es el tiempo del triángulo entre Trump, Netanhayu y Milei. Las alianzas para responderles deben desbordar nuestras antiguas sonoridades, alojar otras voces, volver a hacer audible una polifonía fundante.

¿Qué tramamos compañeros? ¿Qué mesas hoy, en la urgencia, habrá que recomponer? ¿Qué alianzas políticas abiertas, sólidas, confiadas, limadas de las acusaciones menores por diferencias tácticas, deben constituirse? Más amenazas que ésta no habría que esperar. Ya esperamos demasiado. Ya dejamos, miércoles tras miércoles, que construyan la escena de los jubilados apaleados. Ya dejamos que se destruyan instituciones fundamentales y se persiga a quienes trabajan. ¿No pudimos, no supimos, pararnos sobre nuestros pies porque los golpes eran demoledores? No queda otra ahora. Cristina está presa. ¿Qué vamos a esperar para que esas mesas se conformen? No mesas de táctica electoral ni de listas y lapiceras. Mesas de construcción de una organización política en serio, capaz de pensar una promesa y un programa que convenza, entusiasme y permita que este gobierno de los grandes poderes no reelija.

¿Qué pensamos compañeres, en el mundo del trabajo? Porque hay alivio cuando no hay horizonte inflacionario, pero no puede haberlo cuando las paritarias están bajo cepo y los salarios estaqueados. ¿Qué sucede con las fuerzas sindicales que agitaron la lucha neoliberal contra el impuesto a las ganancias y hoy son remisas a organizar una confrontación colectiva? La columna vertebral anda con sus propias escoliosis y cada cuerpo machucado, pero hay que pararse, compañeros, porque no vienen por ella, lo sabemos, sino por cada uno de los derechos laborales y jubilatorios y por la distribución de la riqueza. Lo que pretenden es claro: que cada vez, quienes trabajan ganen menos de la torta general.

¿Y nosotras compañeras? ¿Qué hacemos las feministas? ¿Cómo nos organizamos las que supimos decir, un día, que si la CGT no paraba lo haríamos nosotres? ¿Cómo latimos en cada barrio, en cada lugar de trabajo, como hicimos para gritar Ni una menos o afirmar el derecho al aborto? Sabemos, supimos. Quizás nos cansamos, pero esos saberes tienen que estar ahí, para retejerse. Son nuestros carbones encendidos, propicios para un fuego que vendrá.

Tenemos mito, compañeres. Y una necesidad fundamental de organizarnos, con lucidez, hospitalidad a las diferencias y decisión antifascista. 

Fuente: Pagina12

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