Diego D’Angelo: cine, poesía y el valor de la palabra

El ciclo creado por el poeta Daniel Giribaldi se convirtió en un espacio clandestino de libertad durante la dictadura en los bares de San Telmo.
Nacido en 1982, en los últimos coletazos sangrientos de la dictadura cívico-militar, el ciclo Poesía Abierta fue creado por el poeta Daniel Giribaldi y se convirtió en un espacio clandestino de libertad en los bares de San Telmo. Tras su muerte en 1984, su familia lo mantuvo vivo en El Viejo Almacén, donde participaron artistas de la talla de Julia Prilutzky Farny, Horacio Ferrer, Alejandro Dolina, Teresa Parodi, Rubén Juárez, Amelita Baltar, Sara Mamani, Ariel Petrocelli, Ramón Ayala, María Vaner, Virgilio Expósito, Federico Luppi, Virginia Lago y Soledad Silveyra, entre muchos otros. Artistas y escritores consagrados y emergentes se encontraban cada semana para leer poemas, compartir ideas y, sobre todo, mantener viva la palabra en un contexto represivo. El director Diego D’Angelo traza en su ópera prima, Poesía Abierta, rebeldía y libertad, un semblante riguroso, emotivo y profundo de aquel ciclo que desafió a la dictadura y que permitió reconocer el valor de la palabra como instrumento de resistencia.
El film se detiene en las dos etapas que tuvo Poesía Abierta: la primera va desde su creación, en 1982, hasta la muerte de Giribaldi, en 1984; la segunda, a cargo de su esposa Beatriz Balvé y su hija Aurora, en el mítico El Viejo Almacén de Edmundo Rivero. La película incluye material inédito del documental Ayer se murió mi muerte (1984), perdido por 25 años y hallado por D’Angelo en 2020. El documental se estrena este jueves 5 de junio en el cine Gaumont.
Poesía Abierta nació después de Malvinas, un poco por el clima de efervescencia que se desató en la sociedad argentina y por el que la dictadura se terminó yendo. «Yo creo que es así», coincide D’Angelo en la entrevista con Página/12. «Soy locutor, además de periodista. Entonces, en el ’79, ’80, ’81, cuando yo hice la carrera de locución en Cosal, todos éramos efervescentes. Siempre cuento que la Negra Vernaci debutó en nuestro programa, que se llamaba De Argentina le van a hablar, leyendo cuentitos infantiles. Hay un montón de gente importante de la historia de la radio que fueron compañeros nuestros. Todos estábamos con ese clima, todos teníamos ganas de decir, de sacar cosas afuera y de cambiar, de alguna manera, la realidad», recuerda D’Angelo.
El realizador reconoce que la poesía era un espacio «al que los militares no le habían dado bola; no era problemática la poesía». Y Daniel Giribaldi aprovechó ese hueco y armó los ciclos que D’Angelo recupera en su película. «Otras personas me dicen que había otros ciclos circulando en la ciudad de Buenos Aires y en otros lugares del país, pero refiriéndome a Giribaldi, él aprovechó ese hueco y metió esta historia», completa.
-Y el ciclo dio nacimiento a muchas figuras de la cultura nacional…
-Todas las personas que nosotros entrevistamos en la película, como Teresa Parodi, Sara Mamani, Tarragó Ros…Todos figuras de ese momento. Algunos muy jóvenes. Por ejemplo, Gilberta Caron: esa chica de 16, 17 años se subió al escenario, estaba Giribaldi, y ella está en la película leyendo el mismo poema que leyó en aquel momento, por ejemplo.
-¿Cómo se logró mantener viva la palabra en un contexto represivo?
-Llegabas a El Viejo Almacén, por ejemplo (Edmundo Rivero se lo dio gratuitamente) y la gente se podía sentar ahí y compartía con las figuras, las estrellas o los jóvenes. Te anotabas y subías al escenario. Había una revolución de sacar lo que cada uno tenía dentro y contar lo que sentía. Y los músicos también. Esas canciones que se tocaban ahí, por ejemplo, «Coplas de la libertad», la famosa letra de Giribaldi con música de Jorge Marzialli, que es parte de un disco, es producto de lo que se sentía en esa época.
-¿Y qué rol tuvo la poesía como herramienta de resistencia y de encuentro con el ciclo ?
-Fue un espacio de resistencia. Siempre lo giro de este lado: yo estuve cerca de Tito Cossa, que fue uno de los grandes teatristas, que hizo Teatro Abierto. Tito me contaba y me decía: «Nosotros queríamos que volviera la democracia. Y cuando volvió la democracia, el ciclo desapareció». Esto fue contemporáneo a eso y creo que vivían con la misma expectativa. En esa época, algunos en el teatro, otros en el cine, nosotros en los medios vivíamos esa cosa de dejar fluir lo que sentíamos. Había una opresión, la de sentir: «Yo quiero decir esto y no me dejan, no puedo o me cuido demasiado».
-Poesía Abierta fue en Buenos Aires, más precisamente los bares de San Telmo, y en su segunda etapa, tuvo como epicentro a El Viejo Almacén. ¿Por qué decidiste para el documental recorrer varias provincias y darle un carácter más federal?
-Primero, porque soy tipo de interior, produzco y hago cosas para la televisión y la radio de todo el país. Nunca cambié ese método. Además, había que ir a buscar a los personajes a sus lugares: a Chacho Marzetti, a Córdoba; a Alejandro Arroz, que estaba en Salta; a Romero Borri, al Museo de la Poesía en San Luis; a Rosario a encontrar la placa donde aparece Daniel Giribaldi, que siendo porteño, fue uno de los primeros poetas que aparecen en esa placa, en la cortada donde está la gigantografía de Fito Páez. Entonces, fuimos a buscar con un equipo propio en Buenos Aires y contratando colegas del interior del país, dándoles trabajo en las jornadas que hacíamos en el interior, por esa cosa federal que sentimos. Me hubiera resultado más fácil y más económica esta película que terminamos bancando nosotros (porque el Incaa hasta acá no puso nada), hacerla en un estudio de televisión, sentados todos ahí, uno atrás del otro y listo. Y hacíamos una película de cine, pero mi concepto era éste.
-¿Crees que el cine, al igual que la poesía, es un grito de libertad en tiempos oscuros?
-Lo charlé mucho en estos días con muchos colegas que fuimos haciendo notas. Tengo 67 años y a mí me recuerda, de alguna manera, a los ’60. En esa época el cine era muy chiquito, pero en la historia de la Argentina, de los ’60 a los ’70, hay un cine de Pino Solanas, hay un grito de libertad, hay un sonido que la gente quiere expresar. El cine sigue siendo, como cine de proyección en una sala, como medio que después se emite por las plataformas, un cine que nos permite tener una mirada diferente a lo que sucede. O, por lo menos, tener la mirada honesta de lo que uno cree que debe ser la realidad. Estoy conforme con la película. Quisiera haber hecho más, pero también aprendí en el cine hace mucho tiempo que no hay que enamorarse de las imágenes, no hay que enamorarse por demás de aquello que querés hacer.
–Con su espíritu, Poesía Abierta desafió a la dictadura. ¿Qué significa estrenar en este momento, que es también un momento de resistencia cultural?
-Es exactamente eso. Siento que estamos en un vórtice, en un momento en el que los medios están cegados. Todo el mundo manda móviles al caso de la jueza, del tema Maradona, van todos atrás de las empanadas, etcétera. Creo que hay una realidad, que es la realidad de la gente, la realidad de la Argentina. La Argentina no la está pasando bien. Poesía Abierta es un apéndice o una parte de la batalla cultural, yo lo siento de alguna manera así. Creo que esta película, como algunas otras más, son de las últimas películas del cine argentino. Nosotros tuvimos la suerte de poder construir una película en el medio del caos de la cultura argentina.