Espectáculos

Entre la edad de oro y la opacidad

El objetivo del grupo «Teatro Berreta de Cámara», que lidera el dramaturgo y director, es desarrollar lenguajes “afines a núcleos del campo de la mitología social argentina».

Fundado en 2002 por Eugenio Soto, Sol Alba, Félix Padrón y Alfredo Ramos, el Teatro Berreta de Cámara continúa produciendo sobre la huella que dejaron espectáculos inolvidables: Un amor de Chajarí y Los desórdenes de la carne, entre los montajes más antiguos, y La noche oscura entre los más recientes. Como en sus comienzos, el objetivo del grupo que hoy lidera Soto consiste en desarrollar lenguajes teatrales “afines a núcleos del campo de la mitología social argentina, en la tradición de las formas populares como el sainete, el grotesco y el cine clásico argentino”, según enumera el director y dramaturgo en conversación con Página/12. La idea es recuperar por un lado una forma sencilla de narración y, por otro, una actuación corrida de las formas de la llamada estética de “lo contemporáneo”. Soto completa diciendo: “Lo berreta habla de lo periférico, lo lateral, lo que no se identifica como europeo”.

Ay Patria mía! se llama la obra recientemente estrenada en el Centro Cultural Thames (Thames 1426), el mismo espacio donde funcionó el Sportivo Teatral de Ricardo Bartís. Se trata de un montaje escrito y dirigido por el mismo Soto estructurado en formato de díptico. Madre patria, la primera de las obras, habla sobre el mito fundacional de la Argentina y la segunda, El desierto de los bárbaros, se refiere a la conquista del territorio necesario para el proyecto de nación de la Generación del 80. “Aunque tienen un estilo diferente de actuación, las dos obras proponen al espectador una experiencia inmersiva”, dice el director, en tanto diferencia: “la primera se plantea desde un plano mitológico mientras que la otra lo hace desde un plano histórico”. En ambas un humor paródico que llama a la reflexión está en primerísimo plano. La escenografía es de Félix Padrón, la iluminación, de Aquiles Gotelli y la música original, de Pedro León Alonso.

Interpretada por la notable Bianca Vilouta Rando, una mujer en situación de calle se autopercibe como la Madre Patria en persona. Ella asegura estar dispuesta a generar un nuevo linaje argentino, a refundar un futuro. Con ella debe vérselas el empleado municipal (Pedro León Alonso, en sólido contraste) que llega al depósito para reutilizar unos paneles con las imágenes de Gardel, Calfucurá y Evita, entre otros, para pergeñar un paseo turístico que le brinde al municipio algún ingreso. Soto analiza: “si pensamos en la iconografía de la mitología nacional hoy hay una sensación de desierto… Gardel ya no genera relato y no hay nuevos íconos que reemplacen a los de antes”. En ese sentido, el director observa que la obra “describe un arco mitológico que va desde una edad de oro a un estado de opacidad y caída”.

La obra se refiere a una realidad de la que solamente quedan algunos rastros. Soto también observa en la ciudad enormes contrastes “entre las grandes marquesinas teatrales y la gran cantidad de gente que pide limosna por una avenida como Corrientes que estuvo en otros tiempos llena de librerías y editoriales”. Y aunque no se reconoce melancólico, el director recuerda tiempos en que “había otra estirpe en el teatro, estaba un Pavlovsky, por ejemplo, y una actividad teatral que entraba en relación con el pensamiento político. Es algo que ya no veo en el teatro y en cambio sí lo observo en la literatura, donde autores como (Guillermo) Saccomanno y (Martín) Kohan tienen opiniones fuertes sobre la política y la cultura”, resume el director.

Interpretada por Luciano Medina y Javier Omezzoli El desierto… “habla sobre el mito de la fundación de una nación que se constituye a partir de la conquista de un territorio y que se hace con sangre y violencia. Y habla de un reclamo que nunca fue saldado”, sostiene el director. En la inmensidad de la pampa quedaron dos personajes varados a la espera de una partida que los rescate: Miranda, rastreador y baqueano y Savino, cómico incorporado al ejército para levantarle el ánimo a la tropa, celebrado nada menos que por el coronel Mansilla y el comandante Prado. Pero si Miranda y Savino tienen posiciones diferentes acerca de la conquista, cuando el bufón recita unos textos – “son de Leónidas Lamborghini”, subraya el director-, el personaje deja en claro su rechazo por el derramamiento de sangre en una tierra que no les pertenece.”Él se opone a los mandatos de los milicos”, sigue Soto y compara “Miranda asume en cambio la línea y la identidad que marca el ejército al que pertenece”.

*Ay Patria mía!, en el Cultural Thames (Thames 1426) , los domingos a las 17 hs.

Fuente: Pagina12

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